Por Jesús Michel Narváez
Rehuir la responsabilidad y dejar en manos de los ciudadanos “que no son tontos” si se aplica o no la vacuna contra el Covid-19, con el argumento de que será voluntaria y no obligatoria, me parece una verdadera insensatez.
La versión oficial es que el presidente López estima que lo más importante es la libertad que “se ejerce en el país”.
Esa libertad es la que ha matado a miles de personas que desoyeron los llamados de quedarse en casa y que la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, los lanzó en el desierto. Nadie la escuchó, como nadie oyó lo que pidió el Presidente, porque lo único que hizo fue “apanicar” a los mexicanos.
Y es que aunque se niegue, se maquille, se esconda, la pandemia ha escalado a una velocidad impresionante y no hay una estrategia para frenarla.
Aunque juren en Palacio Nacional con las estampitas al frente y acompañadas de un trébol de 4 hojas, que sí hay estrategia y ha sido eficiente.
Las decisiones hasta ahora tomadas han sido tardías y bastaría el más reciente ejemplo: en la Unión Europea se suspendieron todos los vuelos procedentes del Reino Unido y no porque el Brexit esté por concretarse. No, es sencillamente una medida que impide la exportación de la nueva cepa del coronavirus recién descubierta. Pero en México aún “estudian, analizan” si es conveniente prohibir los vuelos que despegan de aeropuertos ingleses.
Se dirá, como se ha repetido hasta el cansancio, que aquellos países no tuvieron éxito con el desarrollo de su “estrategia”, porque, claro, la mexicana “se va a patentar”, de igual manera como se hará con la “economía moral”.
En estos momentos en que la Covid-19 cabalga desbocada, anunciar que la vacuna no será de aplicación obligatoria, porque la libertad es lo más importante, no es sino tratar de justificar el fracaso y responsabilizar a la población por el elevado número de fallecidos y contagiados.
Sin medicamentos que frenen la pandemia, porque no los hay, no existen pues, el Gobierno tiene la obligación de velar por la salud de sus gobernados. No se trata de una relación escuela Montessori con sus alumnos.
Y eso no lo entiende el presidente López. Su baladí argumento ocasiona que haya más contagios, que los hospitales cuando menos en el valle de México estén por colapsar y que el personal sanitario se encuentre agotado.
Para el habitante solitario de Palacio Nacional, el uso del lenguaje no es su fuerte. Expresó sobre la vacuna: “(…) afortunadamente no hay desgracias provocadas por la vacuna. Hay que desmitificar, que sepamos lo que está sucediendo”. No se entiende que quiso decir porque el verbo transitivo se define como “Disminuir o privar de atributos míticos a una persona o una cosa, poniendo en evidencia sus características reales”. La vacuna no es un mito. Y puede convertirse en la salvación de millones de personas.
¡Vivan la incoherencia y la incongruencia!
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