Por Jesús Michel Narváez
Perder el sentido de la humildad, de la entrega obligatoria y voluntaria del sacerdocio para denostar a un comunicador –“corriente y vulgar”- por prurito de “haber ofendido al presidente y a millones de nosotros”, coloca al señor Alejandro Solalinde del lado de quien se siente, en efecto, Dios.
No entiendo la razón de defender al Presidente y no a Dios. Porque la responsabilidad del sacerdocio es difundir el evangelio católico, el cristiano, no de salir a sentirse lastimado y ofendido por un comentario que tiene más de verdad que de denostación.
Alejandro Solalinde se había distinguido por ser “defensor de los migrantes” –extranjeros, no mexicanos- y por su activismo político más que clerical.
Por razones de credibilidad, reproduzco lo expresado por Brozo, el payaso tenebroso:
“Seamos claros como gobierno, la pandemia les quedó grande y muy probablemente la vacuna les va a quedar enorme (…) Acuérdate Andrés, no eres Dios, eres un pinche presidente, que, o nos sirve, o no sirve pa´ni madres”.
Llama el sacerdote “vulgar” al personaje que ha mantenido un criterio personal y que bajo la máscara de Brozo asume su libertad sin cortapisas. No violó ningún artículo constitucional ni ley que de ella emane. ¿Entonces a qué la rabieta sacerdotal?
En su cuenta de twitter, el activista expresó: “Se vale pensar diferente, pero es condenable la vulgaridad de Víctor Trujillo, Brozo. Al insultar a nuestro presidente nos ofendió a millones de connacionales. ¿Porqué no le dijo todo eso a presidentes corrtuptos? ¿Porqué odiar tanto al mandatario que apostó por la democracia? (El texto es fiel del mensaje. Los errores son del protector presidencial).
Quizá Brozo no habló de los expresidentes corrtupos (sic) porque ninguno de ellos llegó a creer que se sentaría en el trono celestial y desplazaría a Dios. El actual parece sentir que tiene la posibilidad de hacerlo.
No usa cubrebocas porque “la fuerza del presidente es moral, no de contagio. Dixit López-Gatell, y está, por ello, más allá de los simples mortales que son afectados por el coronavirus.
Quizá por ello suponga que es más que uno más en el mundo terrenal.
A Solalinde solamente le faltó marcar la diferencia entre Dios y López Obrador, que al parecer no la conoce ninguno de los dos.
Y por cuanto a “Al insultar a nuestro presidente nos ofendió a millones de connacionales”, déjeme decirle don Alejandro, que no me cuente entre esos ofendidos. Bien dice el dicho que la verdad no peca pero incomoda. ¿Su chamba es la de ser defensor de oficio del Presidente? …¿o su deber es con Dios, al que juró servir? Es pregunta.
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