Por Jesús Michel Narváez
Al leer las declaraciones del presidente López de que la pandemia se ha manejado bien y se “ha hecho lo correcto”, me veo en la necesidad de evocar de nueva cuenta al filósofo alemán Emmanuel Kant y recodar su expresión: El sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca.
No hay que definir quién es el necio.
Aferrado a culpar a sus adversarios, a los conservadores, a los neoliberales, no acepta bajo ninguna prueba haber seguido una mala estrategia para contener la Covid-19.
Ignora los 103 mil muertos –más los que no se reconocen todavía y que podrían poco más de 200 mil- ni el millón 10 mil contagiados, porque le parece que su Gobierno ha “hecho lo correcto”.
Imaginar la aceptación de que se ha hecho mal llevaría al país a tener otros miles de muertos admitidos.
¿Qué no entiende?
En su afán “democrático” –así se define aunque en la realidad no lo sea- se niega a aplicar medidas sanitarias estrictas bajo el argumento de que su gobierno “no es autoritario”, porque no es “como los de antes”.
«Nosotros vamos a seguir cumpliendo con nuestra responsabilidad, lo hay hecho muy bien los médicos y las enfermeras, lo han hecho muy bien los responsables de esta estrategia. El secretario López Gatell lo ha hecho se forma extraordinaria, ¿Por qué cambiar? ¿Nada más porque a los que robaban no les gusta lo que estamos haciendo?», declaró en un intento de mostrarse reflexivo.
Al presidente no le gusta cambiar nada de lo que ha iniciado en su mandato. Los especialistas en hidrocarburos han sostenido desde el principio que la construcción de la refinería Dos Bocas es un error financiero, táctico y técnico. El sitio en donde ya hay cimentación no es el idóneo y la destrucción de los manglares no beneficia sino perjudica al medio ambiente.
En el análisis del Tren Maya se ha demostrado su elevado costo y la poca rentabilidad que tendrá.
Del aeropuerto Felipe Ángeles, después de destruir el que sería el mayor aeropuerto de América Latina, se ha señalado en reiteradas ocasiones que no cumplirá con los estándares internacionales y que difícilmente se dará la autorización para el aterrizaje y despegue de naves de manera simultánea.
Su austeridad republicana se aplica solamente a los adversarios y conservadores pero no a sus colaboradores.
Si fuera posible resucitar, los 100 mil muertos le tomarían la palabra al presidente quien burlonamente anunció que si un día había una marcha con cien mil personas renunciaba y se iría a Palenque.
No es viable tener una marcha de muertos, pero sí de sus familiares y ante los reclamos de una mala estrategia para atender la pandemia, saldrá con si misma actitud: todo se ha hecho requetebién.
Solo le falta decir que el Divino castigó a los adversarios, a los conservadores que se dedicaron a robar y a impulsar la corrupción.
Kant ¿dónde estás?
Porque más vigente que nunca tu frase: El sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca.
Si la interpretamos ¿implica que el país se puede incendiar, hundir, desaparecer y el presidente no cambiará?
Filosofar es lo único que nos queda.
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