*Lanzó la Convocatoria el Presidente Ávila Camacho
*Invitados: De la Huerta, Elías Calles, Portes Gil y Ortíz Rubio
*También Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas
*López Portillo y la Segunda Etapa de la Unidad Nacional
*Y el PRI Reconoció los Triunfos Estatales de la Oposición
*Maniqueísmo Actual: Está con su Proyecto o en su Contra
Por Ezequiel Gaytán
Es tan común leer, hablar y escuchar acerca de la Unidad Nacional que, damos por sentado, al menos yo, que es un concepto digerido y entendido por todos y aprobado por todos. Lo cual es un craso error de mi parte. De ahí que expondré lo que entiendo por ese concepto tan llevado y traído.
La unidad nacional se definía como todo aquello que se presenta de manera homogénea, compacta y uniforme en torno al significado de la patria. Algo que no permite la división ya que significaría la deformación de su esencia o razón de ser.
Sin embargo, en la sociología política actual el concepto es más amplio, pues parte del principio de que una sociedad que piensa igual, es una sociedad que piensa poco. Hoy alude a la idea general del trabajo colaborativo y ordenado en la sociedad a fin de alcanzar objetivos comunes que beneficien a todos. Se trata de que los diversos puntos de vista y de ideas no fracturen el tejido social, ya que paradójicamente la pluralidad, la diversidad, la tolerancia y la inclusión son los ingredientes que condensan y amalgaman a la sociedad y las diferencias son lo que condensan la unidad nacional. Es reconocernos en las similitudes y respetarnos en las diferencias.
En México, la Unidad Nacional ha pasado por diversas etapas y su concepción ha evolucionado. En el siglo XX fue Manuel Ávila Camacho quien pretendió erradicar los divisionismos políticos mediante aquella famosa Asamblea de Acercamiento Nacional, a la que fueron invitados todos los expresidentes: Adolfo de la Huerta, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas a fin de que tal acercamiento sirviera de ejemplo para quienes aún persistían en la discordia. Por supuesto que también fue la estrategia para llevar a cabo diversas medidas de control político.
La idea fue aceptada políticamente en términos de un pacto entre grupos al cobijo del Partido Revolucionario Institucional y perduró así hasta fines de los años sesenta cuando la juventud y las clases medias hicieron ver el anquilosamiento del concepto, sobre todo porque la propia clase política lo redujo al monopartidismo de línea. Fue entonces que después de casi diez años de crisis y reconfiguración, la reforma política de José López Portillo dio cabida a la segunda etapa de la Unidad Nacional. Léase la participación político partidista de otros actores allende el PRI y que se personificó en 500 diputados en la Cámara baja, ya que 200 plurinominales eran, en su mayoría, de oposición, pero unidos por México. Eso significó que el priismo reconociera los triunfos estatales de los partidos políticos de oposición. Lo interesante es que con la llegada de Vicente Fox no se quebró la unidad nacional, por el contrario: se fortaleció, pues ya fue concebida como un contrato entre mexicanos organizados en partidos políticos, sociedad civil organizada, el sector privado, sindicatos y la madurez social. Esa unidad nacional permitió el triunfo del partido Morena en el 2018.
En lo personal, yo estaba convencido de que las convergencias sociales y políticas eran cualitativamente más sólidas que las diferencias. Pero con la llegada del actual gobierno empecé a observar que desde la cúspide del poder se ha iniciado un discurso de rencor, estigmatización y división entre los mexicanos que está fracturando la unidad nacional. Más aún, pareciera que nos polarizan como en la segunda mitad de los años cuarenta del siglo XIX en la cual, ante la invasión norteamericana, hubo mexicanos que apoyaron la causa yankee antes que al gobierno de Valentín Gómez Farías. Dicha división entre los mexicanos nos llevó a la pérdida de más de la mitad del territorio nacional.
El actual gobierno manipula a la sociedad en el maniqueísmo de que o se está con su proyecto o en su contra. Pareciera que nos desea homogeneizar y uniformar el pensamiento sin lugar a la crítica o la duda. Eso es retroceder en la historia, es desconocer la evolución del concepto, es recular ante la idea de que la pluralidad y la tolerancia son elementos de cohesión social.
La idea moderna de la Unidad Nacional es la equidad entre la ciudadanía y el gobierno. Es manifestar el derecho a decir no estoy de acuerdo.
A esgrimir con respeto y fuerza que hay terceras opciones y que la imaginación es un privilegio de la humanidad y no un monopolio gubernamental.
Cuando Manuel Ávila Camacho centró la idea de que la unidad nacional era en torno a la institución presidencial y una fotografía con los ex titulares del poder Ejecutivo Federal tuvo sentido en el contexto de aquella época. También es explicable que esa idea de unidad transitara en torno al partido oficial. Lo importante fue que la sociedad y los partidos políticos irrumpieron y se adueñaron de la categoría desplazando al otrora invencible. Ahora, la actual gestión, concibe a la unidad en torno a un proyecto que no tiene coherencia, carácter, ni rumbo. Lo cual es anacrónico y obsoleto. Veo una pequeña fractura en el hablar y el comportamiento de algunos grupos sociales, lo cual me preocupa que llegue a ruptura. Ojalá me equivoque.