No Tiene la Culpa el indio Sino su Compadre la Muerte
Por Horacio Armando Hernández Orozco
“Macario”, película mexicana dirigida por Roberto Gavaldón, basada en el cuento “El Tercer invitado”, de B. Traven, con guion del propio Gavaldón y Emilio Carballido; con la actuación de Ignacio López Tarso (Macario), Pina Pellicer (Esposa de Macario), Enrique Lucero (Muerte), José Gálvez (Diablo), José Luis Jiménez (Dios) y Mario Alberto Rodríguez (Don Ramiro), cuyo estreno fue en 1960.
Macario es un humilde leñador de origen indígena, su único deseo es el comer un pavo él solo, pues siempre ha sacrificado su comida para que su gran familia pueda comer; en víspera del Día de Muertos, su esposa se roba uno y lo esconde de sus hijos para hacer realidad el sueño de su esposo; en el bosque, Macario se dispone a disfrutar su alimento, pero aparecen tres extraños personajes, quienes le piden compartirlo, él se niega con los primeros dos, y acepta al tercero, quien se revela como la Muerte en persona, y a cambio del alimento le da a Macario un agua con el poder curativo.
La película es una reflexión acerca de una de las peculiaridades que tiene México: el distinto trato hacia la muerte, un culto a ella como a Dios o al diablo mismo; muestra la tradición del Día de Muertos, la religiosidad del mexicano que persiste hasta estos días y su punto de encuentro con el fanatismo, es una cierta denuncia a la sociedad marginada del país, así como la pregunta retórica si es cierto que el mexicano no le tiene miedo a la muerte, cómo es el temor hacia aquella etapa de la vida; la historia se ubica en el periodo colonial en el s. XVIII, cuando México era Nueva España, pero cuya temática es universal y atemporal: el hombre y el momento en que le sorprende la muerte.
En Huelga de Hambre Como Protesta Contra el Hambre
Parece paradójico, pero así de contradictoria es la vida misma; Macario, al igual que su esposa y su prole, tienen apenas lo necesario para vivir y la comida no abunda, siempre se quedan con hambre; en su rol de proveedor, Macario hace más de lo indispensable para llevar el sustento a su hogar, su esposa le ayuda, pero ni así logran tener lo suficiente para quedar satisfechos; esa insatisfacción se vuelve en una obsesión para Macario, que prefiere no comer y dejar que sus hijos coman su propia ración, pero no es un verdadero sacrificio sino una forma de protestar al grado tal de que no volverá a comer hasta que él solo pueda comerse un guajolote, sin tener que compartirlo con su mujer o sus hijos; la huelga de hambre de Macario es una protesta por el hambre que sufre.
En 2010, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), al hacer la medición sobre la pobreza en México, señala que el 25 por ciento de los mexicanos no tenían capacidad económica ni social para satisfacer sus necesidades de alimentación. En el país existen 52 millones de personas en pobreza (46.2 por ciento de la población), de los cuales 11.7 millones (10.4 por ciento) están en pobreza extrema; los sectores más afectados por este problema son indígenas, niños y adolescentes. Los datos del Coneval muestran que ocho de cada 10 indígenas son pobres y que cuatro de cada 10 viven en pobreza extrema.
De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los requerimientos mínimos nutricionales que, deben ser entre 2 mil 600 y 3 mil calorías diarias, pero en México aproximadamente 20 millones de habitantes consumen la mitad o menos, se recomienda de 70 a 80 gramos de proteínas y un porcentaje importante sólo ingiere entre 35 y 40 gramos. Un reporte del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y del Coneval señala que 11.7 millones de menores de edad en el país (29.5 por ciento) también se encuentran en esa situación.
La Cruzada Nacional contra el Hambre (Cruzada) fue la estrategia insignia de la administración 2012-2018 con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de millones de mexicanos y mexicanas identificados en pobreza extrema alimentaria, pero no fue la solución más adecuada al problema.
De Curandero a Cliente de la Inquisición
La película es una pequeña denuncia de la desigualdad social y de la falacia con que a veces actuaba la Iglesia católica mediante el tribunal de la Santa Inquisición; la envidia del médico que se ha visto relevado por el curandero Macario desenlaza que se establezca un proceso inquisitorial contra este pobre indio, quien tiene que demostrar que es inocente; frente al Santo Oficio el principio de presunción de inocencia tiene una connotación distinta, existe la presunción de herejía o apostata y si tiene en el derecho de demostrar la inocencia.
La acusación secreta, que da inicio al proceso inquisitorial, se basa en la diffamatio y la suspicia (la difamación y la sospecha) que establece una presunción de culpabilidad (opinio malis), invirtiendo así la carga de la prueba (onus probandi); en el proceso inquisitorial, el acusado ha de demostrar su inocencia, incluso sin conocer los motivos concretos por los que se le procesa, pues todo el proceso se fundamenta en una opinio malis.
El principio in dubio pro reo es sustituido por el de in dubio pro fidei (en caso de duda, se favorece la causa de la Fe).
Una Muerte Democrática
En “Macario”, el pobre reconoce en la Muerte a un familiar a quien respeta por no favorecer a los ricos e igualar a todos, no importa tu estatus social o económico, al final de cuentas todos son iguales ante la Muerte, todos tienen el mismo destino y el mismo fin; ese punto de igualdad frente a la Muerte es de alguna forma el punto que definió la decisión de Macario para compartir el guajolote con la Muerte, pues siempre se presentan dos opciones antagónicas: estás con el bien, representado en la película en la figura de Dios o estás con el mal, que se presenta en el Diablo, pero Macario tiene una tercera opción, compartir su alimento con la Muerte, que no representa ni al bien ni al mal, simplemente es un acto natural ausencia de axiología, y por ello aplicable a todo ser vivo.
Le niega la comida al endiablado charro, porque sabe que los ofrecimientos son falaces, que aún tendrá que seguir trabajando para talar todo ese bosque, el dinero mal habido nunca será fructífero, y lo peor, si comparte su guajolote seguirá con hambre; le niega la comida al Dios peregrino, porque Macario tiene la convicción que la divinidad lo tiene todo, que no lo necesita que sólo quiere un gesto de sacrificio; este leñador cree tener derecho a comerse completamente el guajolote, su hambre de años justifica ese acto egoísta, que ha dado todo y no ha recibido nada; de ahí nace ese derecho, pues la desigualdad social es injusta, da hambre y esa hambre crea actos de egoísmo y justifica actos que en otras circunstancias son plenamente reprochables.
Pero la Muerte no ofrece nada cuando llega, ni riqueza ni salvación, simplemente que se cumpla con el orden mayor, con la ley de naturaleza, el equilibrio entre el principio y el fin; por eso Macario ve la oportunidad de comer mientras la Muerte se entretiene comiendo.
En una democracia social, el pobre debe saber discernir a quien dar de su comida, si aquél que le ofrece falsamente y con engaños sacarlo del estado miserable en que se encuentra, o a aquél que le pide que se sacrifique más de lo que ya lo ha hecho; o bien porque no buscar esa tercera opción que resulta más real y factible, que no ofrece lo que no se tiene ni exige lo que no se debe, simplemente cumple con el trato social, con la ley, con el orden legal.
En la película, pareciera que las personas indígenas tienen bajas aspiraciones en la vida, Macario no pide riquezas, un buen trabajo o una mejor casa, de hecho rechaza estas ofertas, la única ambición que le pide a la vida es vivir un solo día sin la tortura del hambre, pero será ¿Qué el indígena de hoy sólo se conformara con eso?
La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…