Sobre los Extremos que se Tocan

Por David Martínez

Se ha discutido mucho sobre el tópico que sostiene que los extremos se tocan. Parece que era una de las frases favoritas del líder de la Revolución Rusa y fundador de la Unión Soviética, Vladimir Lenin. Se refería a que las oposiciones más radicales, por el hecho de ser extremas, terminaban coincidiendo en agenda y propuestas. Más de cien años después, podemos verificar la validez de esta frase en nuestro país. Efectivamente, hay elementos para calificar que las agendas de Frena y López Obrador se benefician mutuamente.

Habría que empezar por definir al Frena (acrónimo de Frente Nacional Anti López Obrador).Como bien ha determinado el New York Times, Frena es un símbolo de los tiempos que corren: practica la política identitaria, nosotros, los católicos, nosotros los dueños y patrones de México. Es un discurso subjetivo, pro supuesto, con la intolerancia como bandera. No hay mejor muestra que el eslogan: “solos somos una gota, unidos somos un tsunami”. Todos aquellos que ven con buenos ojos a Lozano y los suyos, parecen olvidar que un tsunami es un fenómeno destructor: todo cuanto destruye no se soluciona sin costos y gran esfuerzo. Pero no importa: el único plan es tirar abajo lo que está mal. Y lo que está mal es el México que votó por AMLO. No lo dicen todavía, pero seguro que lo piensan: mátalos en caliente.

Por supuesto, este discurso es miope, torpe y anacrónico. Le viene como anillo al dedo al Presidente, con una narrativa abundante en chivos expiatorios. Esos, los de las carpas vacías, son los que no nos dejan implementar la Cuarta Transformación. La presencia de Frena, dado el contexto nacional, sirve para explicar por qué se fracasa. También, por supuesto, es el paraguas perfecto para colocar debajo a todo crítico -tanto los de buenas intenciones como los llamados chayoteros- con el gobierno. Al discurso presidencial sobre los fifís, Frena le sirve en bandeja esa realidad. Como buen animal político que es, el presidente se da cuenta que tiene ante sí un buen laboratorio, para llamar constantemente al orden, gritar que viene el lobo y pedir sumisión a todos aquellos que creen en el gobierno y sus políticas. Aquí es, precisamente, donde aflora la semejanza: somos nosotros contra ellos, los buenos contra los malos.

En el medio, el país que entiende que las tribus partidarias e identitarias no sirven a sus intereses.

Esta actitud es idéntica en ambas formaciones. Su común denominador es el enojo, el resentimiento del que tanto ha hablado el Dr. Jorge Márquez. Eso profundiza la fractura social y lo aleja de ejercicios donde la entropía y la fraternidad sean posibles. México ha perdido referencias; no se ven instituciones serias, sino organizaciones más preocupadas por el poder y sus demandas. No hay sistema que logre sobrevivir, quedando sólo la opción antipolítica. Falta poco, pero ya llega el Berlusconi, el Bolsonaro de turno.

Otro punto en el que coinciden tanto Morena como Frena es que ambos han nutrido su crecimiento con los restos de otros fracasos. Viven de la degradación y crisis de los partidos políticos. Ya lo dijo el irlandés Peter Mair en Gobernando el vacio: “la era de la democracia de partidos ha pasado”. Aunque los partidos permanecen, se han desconectado hasta tal punto de la sociedad en general y están empeñados en una clase de competición que es tan carente de significado que ya no parecen capaces de ser soporte de la democracia en su forma presente…“. Lo dicho: si alguien está leyendo bien el contexto, lo que queda es la antipolítica. Así nos va y nos irá peor.

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