Ocho Crisis Ocho

*A las Seis Existentes ya se Sumaron dos más

*De Conducta Institucional e Incertidumbre Social

*Hay Acotaciones Para los Servidores Públicos

*Rechaza Discernir Entre Liberales o Conservadores

*Tampoco se Aceptan Referencias a Chairos o Fifís

*Y no se Puede Mandar al Diablo a las Instituciones

Por Ezequiel Gaytán

Jesús Michel, nuestro Director General del semanario Misión Política, mencionó hace un par de semanas, en uno de sus brillantes artículos, que vivimos seis crisis y dejó ver que a esa lista podrían sumarse otras antes de que acabe el año. Éstas son la sanitaria, la económica, la de desempleo, la educativa, la de inseguridad pública y la política. Leo que ya se sumaron dos más, la institucional y la de incertidumbre social.

No me voy a detener en las seis crisis ya aludidas por Michel Narváez, pues lo hizo esplendida y puntualmente. Iniciaré con la institucional que es una de las piedras angulares en la cimentación de una nación. Un país de instituciones significa que las leyes imperan, que las personas que en un momento determinado laboran en esas instituciones son pasajeras, pues nadie es imprescindible. Que hay normas administrativas que se ciñen al Derecho y derivan en procedimientos de actuación a fin de evitar conductas discrecionales u orientar las decisiones en favor de amigos o familiares.

Las instituciones se cimientan en el Derecho Administrativo que es un Derecho público que determina las formas organizacionales de la Administración pública, sus relaciones con la sociedad, el comportamiento de los servidores públicos, el adecuado y honesto manejo de los recursos y, ante todo, ver por el interés superior de la nación.  De ahí que las instituciones y quienes en ellas se desempeñan están jurídicamente acotados y sólo pueden hacer aquello que expresamente les está permitido a fin de evitar que los servidores públicos se extralimiten o antepongan ideologías u ocurrencias tales como violar la ley porque les parece injusta.

La conducta institucional es el respeto a los derechos humanos, es la congruencia de pasión, vocación y emoción por servir y administrar eficiente y eficazmente. Es la actitud profesional de atender sin distinción de razas, credos, ideas políticas o cualquier otra forma de discriminación. Por eso un servidor público no puede discernir entre liberales o conservadores, chairos o fifís, izquierda o derecha. Es más, si acaso un servidor público estigmatiza y divide a la sociedad, lo que está haciendo es asumir una conducta poco institucional, viola las normas jurídico-administrativas y corroe la vida institucional de una nación.

La otra crisis, la de la incertidumbre social deriva, en gran medida de la anterior, pues cuando los servidores públicos son electos democráticamente y mandan al diablo a las instituciones y se desempeñan con servilismo, desdeñan no sólo a sus votantes, sino al país. De ahí que las sociedades al ver esa especie de felonía se sienten y saben desamparadas. No saben que será de sus ahorros, de la educación de sus hijos, de la seguridad pública, de si el día de mañana los van a despedir o si encontrarán trabajo. Incluso algo peor, no saben, en caso de enfermarse, si la institución hospitalaria les dará cabida. Una cosa es no saber acerca del futuro y otra es no saber si las instituciones de mi país me nos van a respaldar.

Ya son ocho crisis las que vivimos. Aún más, una crisis se refiere a la carencia de equilibrios ya sea en el orden político o económico o social o personal. La inestabilidad es generadora de reflexión y, en su caso, de decisiones que nos permiten salir airosos o nos acaban de hundir. De ahí que algunas voces se refieren a las crisis como sinónimo de oportunidad.

Los anales de la historia nos remiten a capítulos críticos en los cuales: a) los políticos no pudieron dominar la crisis, como es el caso de Francisco Madero porque fue traicionado; b) otros la sortearon y vieron el gozo de sus pueblos, como es el caso de Lázaro Cárdenas y, c) aquellos que no supieron entenderla y la agudizaron, como es el caso de Porfirio Díaz. Lo anterior significa que por más hábil o inhábil que sea un líder, en muchas ocasiones las circunstancias los desbordan. Pero en esencia un gran líder es quien mantiene la calma, es conceptual en su visión de Estado, une al pueblo y asume estoicamente su compromiso sin culpar al pasado o dividir al país. México es un país de instituciones, aunque les pese a algunos y corresponde al actual gobierno sacarnos de las ocho crisis, ese es su trabajo. Lo primero que nuestra clase gobernante debe hacer es aceptar que vivimos en ocho crisis, que se requiere de una estrategia y ver hacia adelante. No deseo ver la novena crisis y luego la décima y más. Un liderazgo debe ser constructivo y no destructivo.

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