Por Jesús Michel Narváez
México y su gobierno federal viven de crisis en crisis.
El primer año de la actual administración surgió la económica. La crítica al “mediocre crecimiento del 2 por ciento del PIB” fue rebasada por un 0.01 cuya centésima evitó la declaratoria de recesión.
Para el segundo y tratando de dar explicaciones de la caída de la economía mexicana sin la existencia de factores externos que influyeran notoriamente, se le presentaron dos más: la sanitaria que ha cobrado la vida de 54 mil personas e infectado a casi medio millón. Sí MEDIO MILLÓN y eso que estábamos preparados tres meses antes de que se declarara la pandemia. La tercera: la profunda crisis económica de la cual tardaremos cuando menos un lustro para recuperar lo perdido y empezar de cero. Es decir, este mandato que terminará, si el presidente López y el pueblo bueno no deciden otra cosa, el 31 de agosto de 2024, dejará al país hundido en la mediocridad y con retrasos sociales similares a los de hace dos décadas.
Una más, la cuarta: la crisis de violencia e inseguridad que prevalece y se ahondó en este gobierno. En solo 19 meses se registraron más homicidios dolosos que en los sexenios anteriores, según los registros oficiales.
La quinta crisis es la política. Los desacuerdos en el gabinete y del gobierno federal con los gobernadores del país, va más allá de empatías o no entre ambos. Hay incluso propuestas –diría que descabelladas- de abandonar no solo el Pacto Fiscal sino el Pacto Federal que le da vida a la nación, porque como señala el artículo 40 constitucional: Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México.
Y ahora está la educativa. La sexta.
La mala planeación de la enseñanza pública en el país terminará por dejar a millones de estudiantes, unos 36 millones a nivel nacional, sin educación ya no de calidad sino de aprendizaje, en virtud de la pandemia sanitaria que impide la apertura de los espacios escolares.
En una charla que sostuve con el doctor Marco Fernández, investigador asociado de México Evalúa y profesor-investigador del TEC de Monterrey, me decía que la crisis educativa tendrá los más altos costos de la historia del país. Lo mira de esta manera porque con la puesta en marcha de la “educación a distancia a través de los canales de televisión e internet” millones de alumnos no podrán sus cursos por dos razones: o no tienen televisión o carecen de conexión con la red. No porque ellos quieran así, sino porque no existe la cobertura nacional en ninguna de las dos expresiones.
Tampoco habrá educación de calidad cuando no existe la interacción maestro-alumno y difícilmente todos los maestros y los estudiantes habrán tenido la capacitación para entender cómo dar clases y cómo recibirlas.
“Es una tragedia que no se ha dimensionado porque la Secretaría de Educación no admitió sugerencias para que la educación a distancia funcione ya no que sea adecuadamente sino mediamente eficaz”, comenta.
Para el gobierno fue una “genialidad” haber “conquistado” los tiempos de televisión privada para sumarse al esfuerzo. Sin embargo, la realidad mostrará que el aprendizaje será dispar y disfuncional al término del curso escolar.
Son ya seis, sí SEIS crisis en solamente 20 meses de gobierno. ¿Qué otra habrá en la agenda presidencial que pretende destruir todo lo relacionado al pasado y culpa de los problemas del país? Nadie lo sabe, aunque se vislumbra nuevos “descubrimientos” que rompan las cadenas del neoliberalismo. Ajá.
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