*La Primera Fuerte y Funcional se Exhibe Cada Seis Años
*La Segunda no es Sólo Contar con Credencial de Elector
*Deja Mucho que Desear en Materia de la Calidad de Vida
*Porque no Fructifica la Concurrencia de los Tres Sectores
*La Invasión Gubernamental del Espacio Público
Por Ezequiel Gaytán
Para que haya democracia debe haber demócratas. Lo cual es fácil de decir, pero difícil de construir debido a que la idea de democracia es, por un lado, una estructura jurídica y política y, por el otro, es el esfuerzo de pueblo y gobierno por mejorar constante y permanentemente sus condiciones de calidad de vida en lo económico, lo social y lo cultural. En otras palabras, gozamos por un lado de la democracia institucional y representativa que es fuerte y funcional y, por el otro, de la democracia socioeconómica y participativa que está en punto menguante y en un muy lento proceso de construcción. La primera la podemos apreciar cada seis años, pues dentro del orden normativo, cambiamos de presidente y de gobernadores sin necesidad de derramamiento de sangre, gozamos del funcionamiento de las instituciones del gobierno que regulan el quehacer cotidiano de la Administración pública, por cierto menos eficaz, tenemos al Instituto Nacional Electoral (INE) y otros organismos como la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE) y al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife) que nos garantizan el derecho a votar y ser votados. Institucionalmente también tenemos tres órdenes de gobierno y la división de poderes. En eso hemos cubierto las cuotas que la democracia jurídica y política exige. Sin embargo, la otra cara, la de la democracia que aspira a la mejoría constante de la calidad de vida de los mexicanos deja que desear, pues por muchos motivos la concurrencia responsable de los sectores público, privado y social no fructifica.
Una de las razones por las cuales no logramos dicha concurrencia es que no hemos sido capaces de condensar el concepto de ciudadanía, pues va más allá de cumplir18 años. Ser ciudadano significa pertenencia a una comunidad, a un pueblo y a una nación con atributos legales que nos otorgan derechos y, a la vez, deberes. También significa sentido de pertenencia responsable de la interacción social y respeto a la convivencia en el espacio público y de respeto a la vida privada. Empero pareciera que en México es sinónimo de tener credencial de elector a fin de gozar de un documento de identidad y ya. Aún más, en muchas ocasiones dejamos que el gobierno decida, actúe y ocupe todo el espacio del debate. Le permitimos que invada ámbitos de decisiones sin convocar a la participación ciudadana.
Dicha invasión gubernamental del espacio público y la falta de creación de ciudadanía es una de las herencias de los gobiernos paternalistas del siglo pasado. El Partido Revolucionario Institucional se estructuró con base en los sectores obrero, campesino y popular, mediante las centrales sindicales, agrarias y de organizaciones de profesionistas, vendedores, pequeños propietarios, agrupaciones vecinales y a los sindicatos de trabajadores al servicio del Estado entre otras. A lo anterior sumemos sus órganos juveniles y de mujeres y con eso logró un andamiaje o maquinaria que absorbía gran parte de la vida política nacional. Luego entonces la creación de ciudadanía prácticamente no existía, ni le hacía falta al gobierno.
Fue una paradoja latinoamericana del siglo XX, pues mientras en México sabíamos de la vida institucional, otros países como Argentina, Chile y Uruguay no la conocían en esencia, pero si sabían y aplicaban de la importancia de la ciudadanía. Otros como Guatemala, Honduras o El Salvador, en lo general, no conocían ni las instituciones, ni la ciudadanía.
Ese diagnóstico del siglo pasado a vuelo de pájaro y reconozco que demasiado general cambió en el continente. En México, con las reformas políticas, los partidos políticos y con la activa participación de la sociedad civil fuimos construyendo la ciudadanía. Es más, el Poder Legislativo, desde fines del siglo pasado, se convirtió en un crisol de debates y apertura a muchas organizaciones sociales.
Sin embargo, el diagnóstico político en México volvió a cambiar y aunque el Partido Político Morena no está integrado en sectores, ni tiene el andamiaje, ni la ideología que tuvo el Parido Revolucionario Institucional hasta el mandato de José López Portillo, actúa de manera imitativa extra lógica al querer subordinar la idea de ciudadanía, al tratar de marginar a las organizaciones sociales, al negar la categoría de sociedad civil, al menospreciar a las voces opositoras y al tratar de cooptar todo movimiento social que no esté plegado a sus brigadas. Aún más, lo imita al tener como coordinador de las campañas intra-sexenales al titular del Poder Ejecutivo Federal. La democracia requiere ciudadanía y esta se construye abriendo los espacios públicos a la disidencia no partidista.