Por Nidia Marín
Las únicas reglas que acata el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador son las de Estados Unidos. Sí, sólo la Casa Blanca logró que el mandatario mexicano se hiciera la prueba del Covid-19 o no podría ingresar al territorio del agente naranja, Donald Trump.
En nuestro país, todo indica que nadie lo pudo convencer de hacerse las pruebas y de cuidarse. En cambio, ni siquiera chistó cuando desde el vecino del norte le dieron las instrucciones en materia sanitaria.
El asunto es que, desde mediados de marzo pasado, el día 13 para ser exactos al tiempo que se declaraba el estado de emergencia en Estados Unidos ante la pandemia, la Casa Blanca anunciaba las medidas sanitarias establecidas para el ingreso a dichas instalaciones para evitar que Donald Trump pudiera ser contagiado. El día 19 de aquel mes, estuvo en la residencia en Washington el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien hoy cuatro meses después está contagiado del Covid-19, no porque haya atrapado el virus en Estados Unidos, sino por su necedad de no hacer caso a los científicos.
Las medidas establecidas en la Casa Blanca son la toma de temperatura por parte de personal médico a todas aquellas personas que ingresen a las instalaciones, incluidos los integrantes de la prensa y la servidumbre del lugar.
Una vez que el presidente mexicano obedeció la instrucción estadounidense, podrá caminar por aquellos pasillos por los que transcurrieron grandes y regulares mandatarios de una de las naciones más importantes del planeta tierra.
Lo que se desconoce es si nuestro país tocará el tema de las tácticas que se presume se llevan a cabo a la chita callando para expulsar a niños y adolescentes de aquel país con el pretexto del coronavirus.
Otro tema del que se sabe poco o nada es si Estados Unidos continuará enviando a México a todos los solicitantes de asilo que les están llegando.
Por cierto, el último encuentro de presidentes de ambas naciones ocurrió también en julio, el día 7 de 2017, en la Cumbre de Líderes del G20, en Hamburgo, Alemania, cuando el presidente de la República, Enrique Peña Nieto se reunió con el Presidente de los Estados Unidos de América, Donald J. Trump.
Dice relaciones exteriores de aquellos años que ambos líderes reconocieron los esfuerzos realizados por sus respectivos gabinetes que, a través de un diálogo constante durante los últimos meses, habían abordado retos bilaterales y regionales, como migración, seguridad y desarrollo económico.
En el anterior sexenio se decía que la relación México-Estados Unidos era una de las más complejas maduras e institucionalizadas que existían en el mundo.
Otro planteamiento era que la importancia estratégica del diálogo entre México y Estados Unidos definía una agenda integral, franca y constructiva en temas prioritarios y de interés común, además de que nuestro país mantenía un diálogo fluido y constante establecido con las contrapartes de Estados Unidos, con la finalidad de avanzar en los temas de la agenda común.
Hasta antes de que iniciara el actual sexenio se decía que los objetivos de la política exterior de nuestro país buscaban ampliar y fortalecer la presencia de México en el mundo y que con Estados Unidos se trabajaba para construir nuevas etapas de diálogo y negociación sobre la base de la responsabilidad compartida y el respeto mutuo.
También se aseguraba que México y Estados Unidos contaban con diversos mecanismos formales de diálogo y negociación que conforman una de las estructuras institucionales más diversas y completas en el mundo.
Hoy no se sabe. Pero se reunirán ambos presidentes, básicamente para hacerle el caldo gordo al estadunidense, quien está buscando la reelección para lo cual necesita el voto de los mexicanos radicados de aquel lado.
A lo mejor le sale el tiro por la culata después de que en pleno proceso electoral el mandatario mexicano va a meter su cuchara.
En fin. Ya nos enteraremos.
En estos momentos López Obrador está en pleno vuelo a Estados Unidos en un vuelo comercial y… ¡lleva cubrebocas!
¡No que no tronabas pistolita!