Hablemos de “Segundas” y no de Primeras Damas

Frontera Norte Ciudad Juárez

*La Parte Social de la Llamada Farándula Política

*Las hay Como Antítesis de lo que el Pueblo Busca

*Una Visita de Doña Carmen al Estado de Chihuahua

*Evento Taurino, en la Plaza de Toros “La Esperanza”

*Los Comentarios de Carlos Loret de Mola, Padre

Por Rafael Navarro Barrón

Don Carlos Loret de Mola, me refiero al periodista asesinado en enero de 1986 que, en su carrera política, fue también gobernador de Yucatán, me indicó, en cierto tono mordaz, cómo atender la cobertura de la gira alterna de la primera dama del país a la ciudad de Chihuahua.

Pasé meses con Don Carlos, literalmente como su chofer y secretario privado. Aquel periodista sagaz, metido de lleno en la política, me puso inmediatamente el apodo de “el flaco”.

Las pocas horas que tenía libre en su vida, escribía y dialogaba con la gente que empáticamente le llamaba la atención.

Observaba en mi persona a un joven medio distraído, luego de la crisis emocional que ocasiona la salida de un seminario católico donde estuve preparándome para ser sacerdote. Eso le causaba cierta curiosidad al decano periodista yucateco.

El mundo de las primeras damas no es algo que sea de la elección de los periodistas.

Es como la parte social de la farándula política. Algunas, como la esposa de Vicente Fox, la también política Martha Sahagún, es la antítesis de lo que el pueblo busca como representante femenil en la esfera presidencial.

La misma idea se tiene de Margarita Zavala.

Los periodistas suelen convivir con las primeras y a veces “segundas” damas de los gobernantes en turno. Están en todas las esferas de gobierno y son tan queridas o rechazadas según la visión del pueblo.

Aquel día de 1982, el último de José López Portillo, tocaba el turno de atender la gira alterna de doña Carmen Romano que tenía agendada una corrida de toros en el único coso que existe en la ciudad capital del estado de Chihuahua.

López Portillo, fingía estar casado con doña Carmen, con quien procreó tres hijos. Cuando Luis Echeverría lo eligió como candidato a la presidencia, la pareja ya estaba separada.

En aras de la imagen presidencial y familiar, la pareja volvió a reunirse para que doña Carmen cumpliera con el papel de Primera Dama que para ese entonces era parte importante y fundamental de la función presidencial.

La pareja de Los Pinos vivía como auténticos vecinos, con vidas independientes.

La familia se mudó a la residencia oficial, la cual estaba montada a todo lujo.

Doña Carmen Romano era una mujer emblemática que gustaba de tertulias, vestir con atuendos muy mexicanos y vistosos; ropa de grandes diseñadores europeos y utilizar estridentes adornos donde se pudiera.

Aquel día estaría en un evento taurino, en la Plaza de Toros “La Esperanza”, de la Ciudad de Chihuahua. La corrida era a beneficio de lo que hoy conocemos como DIF. Diríamos que se trataba de un evento, cuyos boletos estaban todos vendidos, y a la que asistían diversas damas de la sociedad chihuahuense. Allí, el atractivo no eran los toros sino aquella mujer excesivamente maquillada, que era objeto de burla soterrada y de apodos, pero que causaba cierta atención y morbo.

Nadie sabe quién toreó en esa fiesta brava y si hubo corte de rabo y orejas, pero la sociedad chihuahuense se deleitó con una mujer que ese día llevaba una mañanita negra y que se levantó a danzar la música en vivo que le ponía más ambiente a la corrida de toros que estuvo a punto de acabar en desgracia, pues uno de los vacunos brincó el burladero lanzando topetazos a todo lo que veía a su paso.

Don Carlos, al ver mi nerviosismo antes de la gira de la primera dama, me citó a su diminuta oficina del periódico Norte de Chihuahua, que fue de su propiedad, y me dijo. “Mire, Navarro, no tenga miedo cubrir la gira de la primera dama”.

Conociendo sus diferencias con el presidente en turno, supe que don Carlos ponía un ingrediente adicional a la confidencia, al señalar con cierta frialdad que aquella mujer ya no era la esposa formal del presidente y que era una beoda que perdía el control después de los primeros tragos.

El decano me adiestró en sus consejos con afirmaciones que venían de los años que él tenía como periodista, director y dueño de medios impresos, además de su carrera política que había estado como un subibaja por las naturales confrontaciones grupales.

“Siempre recuerde que los gobernantes son seres humanos, igual que todos nosotros: comen, duermen, mean, hacen sus necesidades sentados en el retrete del baño, se tiran gases y se enamoran (y este es el caso de López Portillo, que era muy enamorado, me dijo)”.

Y en honor a la verdad no temía a la figura de la primera dama, sino a la idea de convertirme en un cronista de sociales, pues no encontraba qué preguntarle a una señora que ya no era la esposa formal del presidente y que tenía fama de ser ruidosa, extravagante, corriente…

Las primeras damas están inmersas en la cultura mexicana. El ser humano siempre ha necesitado observar una figura materna en todas las áreas de su existencia. Fue así como le funcionó a la iglesia católica colocarle a Dios una “madre” y escogió a la virgen María. Fue así como Enrique Peña Nieto tuvo que fingir la boda con Angélica Rivera; para entrar a la vida cultural de los mexicanos, tejió una historia de amor y la llevó a Los Pinos.

El pueblo no estaría completo sin la figura maternal para los mexicanos. La cultura mexicana requiere la figura matriarcal para poder respirar, socialmente hablando.

Es el pueblo el que decide si esa primera dama reúne los requisitos culturales, sociales, maritales.

Doña Carmen Romano es la más emblemáticas de las primeras damas que yo conocí -¡aclaro el punto!- por su forma de llevar su vida pública. Acostumbraba usar un maquillaje muy exagerado, por lo que el siempre ocurrente y mordaz pueblo mexicano le puso el apodo de “La Tigresa”, en honor a la extravagancia de Irma Serrano, que era una de las artistas del momento.

Al inicio del sexenio López portillista surgió el chiste de que “Los Pinos eran una carpa, porque salió la India María (María Esther Zuno de Echeverría) y entró La Tigresa”. También circulaban otros chistes que dejaban muy mal parada a doña Carmen: “La señora López Portillo es europea, de la ciudad de Sofía… por lo bulgaria”; “doña Carmen es electricista… por lo corriente”; “estando el presidente López Portillo leyendo en su cama, se fue la luz en Los Pinos por lo que él llamó a un ayudante y le preguntó: ‘¿y la luz?’, y le respondieron: “Está con usted en la cama”, refiriéndose a Rosa Luz Alegría, a lo que el presidente reformuló la pregunta: “Me refiero a la corriente”, a lo que el ayudante le dijo: “está en Europa dando conciertos de piano”.

Molestarse por lo que hace, dice, escribe, piensa, se entromete y manipula la actual primera dama, Beatriz Gutiérrez Müller, es perder el tiempo. Un día, la nueva generación de periodistas, estará contando la historia de quien ahora es la “no primera dama”, pero que en la práctica mete sus narices en el plato de un presidente que vive en el “Castillo de la Pureza”, el que tenga oídos para oír, que oiga.

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