*Nuestra Historia Demuestra que las Migajas no Siempre Llegan Abajo
*La Teoría Dice Varias Cosas. ¿Nos Obligarán Realmente a Cumplirla?
Por Jaime Contreras Salcedo
No pocos dirigentes empresariales ligados con la inversión extranjera han insistido que el recién estrenado Tratado de México, Estados Unidos y Canadá, dista mucho de ser la solución a los problemas económicos del país, aunque en algo puede facilitar las cosas, si y solo sí se respeta en este país a cabalidad el estado de derecho.
Pequeño problema.
Dicen del lado de la sedicente autoridad que, ni hablar, las nuevas condiciones normativas nos obligarán, por ejemplo, a elevar las circunstancias laborales, preservar y fortalecer a como dé lugar el marco legal y, por supuesto, aumentar los ingresos para la población involucrada en toda la región norteamericana.
¿Así de mágico? Los estadounidenses y canadienses que hacen negocios en territorio mexicano han mostrado sobrado escepticismo sobre lo que sobrevendrá en los meses subsecuentes, particularmente en temas como reglas de origen, solución de controversias, combate a la piratería, corrupción en empresas y negocios, así como el comercio digital y electrónico en general.
En lo casi 27 años que duró el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN para los que apuntan, han enaltecido la nobleza de la mano de obra nacional, así como de los insumos elaborados en nuestro suelo, pues a pesar de corruptelas, triquiñuelas y argucias legales, de todas maneras “se pueden obtener buenas ganancias con el desarrollo de empresas en su país”, nos decía un empleador de origen norteamericano.
Pero el problema, y lo ha transmitido puntualmente la Cuatroté, es que estos beneficios no siempre han ido en favor de los que producen los bienes y servicios, muchos de los cuales solo huelen los dividendos que se reparten en las altas esferas. Como nos decía un connotado experto en comercio exterior, Luis de la Calle, vaya que necesitaba una remodelación el TLCAN, ahora la pregunta es si esta revolución no se queda en el papel al más puro estilo gatopardiano, o sea, hay que cambiarlo todo para que todo siga igual. O peor, añadiríamos basados en la experiencia histórica.
Vamos a sembrar unos números, para documentar su optimismo: Norteamérica, hoy, es la segunda región económica más importante del mundo, después de la Unión Europea. Produce anualmente el 18.3 por ciento del crecimiento total del mundo, lo que significa algo así como unos 26 billones de dólares y, como lo sabemos, tiene un mercado de casi 500 millones de personas y recibe 323 mil millones de dólares de inversión extranjera, que viene siendo poco más del 23 por ciento de los capitales a nivel global.
Y ya con el T-MEC, entre otras cosas, se ajustan las reglas de origen para varios sectores. Es el caso del automotriz, donde un coche tiene que ser armado en un 75 por ciento de piezas fabricadas exclusivamente en Norteamérica. Es más, ahora los salarios de ingenieros, técnicos especializados y administrativos, por ejemplo, deben ser de 16 dólares la hora en Estados Unidos, equivalente a 20 dólares en Canadá y 300 pesos en México. Bueno, también la compra del acero y aluminio, debe ser en un 70 por ciento procedente de la región de América del Norte.
De acuerdo con los documentos aprobados, y ya con los cambios legales de última hora particularmente en suelo mexicano, este convenio trilateral protege las inversiones, los derechos laborales, el medio ambiente, la propiedad intelectual, los textiles artesanales; y, es más, se prohíbe el trabajo forzoso o infantil en el campo y se crea un nuevo panel más ampliado de solución de controversias, en caso de eventuales incumplimientos. Así reza la teoría en eso que se firmó, por cierto, en el último día del sexenio de Enrique Peña Nieto.
El propio Luis de la Calle, que jugara un papel clave en el viejo y muerto TLCAN, por cierto, nos ha insistido en que con el nuevo acuerdo trilateral se abre una nueva etapa, donde el éxito dependerá “de lo que hagamos nosotros internamente, de lo que haga el Gobierno Federal, de lo que hagan los gobiernos estatales”.
O para decirlo de otra manera, en estos momentos ya no tienen que esperarse los gobiernos locales a que el federal les solucione o proponga ideas. Ellos mismos pueden y deben avanzarlas; y, por supuesto, de lo que hagan las empresas y los trabajadores mexicanos ellos mismos. Para el analista y consultor financiero internacional, “tenemos que darnos cuenta que no se trata solamente de estar esperando que nos lleguen órdenes de compra, sino que nosotros debemos estar produciendo lo que se vende, lo que se vende en el mundo y no solo en Norteamérica misma”. Así de fácil y sencillito nos lo hace ver el también reconocido académico global.
Se ha dado un gran paso, pero muchos se preguntan si este es un verdadero salto de la humanidad o solo quedara en buenas y vagas promesas de amor. Los consultores pueden decir misa; los gobiernos hacer planes del Gran Capitán y los trabajadores llenar sus sueños más guajiros. A la mera hora, todo dependerá de nosotros porque, y no se le puede olvidar esto a usted ni a nadie: el sexenio habrá de concluir un día y si no estamos realmente preparados como subraya nuestro amigo don Luis, sufriremos y vaya que lo haremos, y no habrá ningún héroe de Macuspana que nos venga a salvar el pellejo desde las alturas de su manglar. Va a estar en #Casasú y no creo que ande muy preocupado por lo que nos vaya a suceder desde estas tierras chiapanecas, ¿o usted qué opina?
Por lo pronto, estas Lascas Económicas tienen vocación de San Francisco porque ven animalitos de Dior en todas las piedras que se le cruzan en el camino, sean romas, calizas, filosas o volcánicas, es lo de menos. Platica con otras las alternativas que se sobrevendrán en eso que se denomina comercio exterior, pero no alcanzan a ver más allá de sus propias narices electrizantes. Nada más. Y nada menos. Y ya le esperan con toda calma, en este mismo espacio, pero la semana próxima. Le atenderemos. Jacs95@hotmail.com.