Por Jesús Michel Narváez
Como el Rey Sol, en el gobierno de Andrés Manuel todo mundo cree que “el Estado soy yo” y no se tiene que escuchar a nadie ni mucho menos hacerle caso en sus reclamos.
Quizá la mayor pandemia que padecemos en México se la soberbia que ¡cómo se contagia!
No entiendo por qué la doctora Beatriz Gutiérrez de López tiene los dedos tan ligeros al escribir en su cuenta de Twitter. Responder con “No soy médico, lo mejor usted sí. Ande, ayúdelos”, a usuario de la red que solicitaba una reunión de la esposa del presidente con los padres que tienen hijos con cáncer, demuestra la insensibilidad y la soberbia.
La razón le asiste al decir que no es médico –podría haber dicho médica- porque, en efecto, es doctora pero en teoría literaria por la Universidad Autónoma Metropolitana.
Y más razón tiene en no atender peticiones porque no tiene ningún cargo de toma de decisiones. Es apenas titular de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México, algo de lo que no se ha informado sobre los logros.
Además, trabaja como Investigadora nacional del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Por si fuera poca la chamba que desarrolla sin que se sepa a qué horas la hace, en diciembre del año pasado fue acreditada como investigadora A de tiempo completo en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
¿Qué investigaciones realiza y si es de tiempo completo a qué hora las efectúa? Nadie lo sabe. No acepta que se le llame Primera Dama –y hace bien, porque no segundas ni terceras damas. Solo damas- y por lo observado en estos 19 meses en que su marido ha gobernado, le encanta estar en la polémica.
Del affaire Chumel medio México se enteró cómo se refirió Jesús, hijo de la pareja presidencial. Pocas personas sabían de las expresiones del comediante ahora casi aislado de los medios. La reyerta está ahí y el pequeño tendrá que agradecer a su madre que sufra bullyng y probablemente el resto de su vida lo padezca.
Aunque no sea la “primera dama” es la esposa del Presidente de la República y bien podría escuchar a la gente y después transmitirle las inquietudes. Como diría el clásico de Juárez: ¡Qué necesidad de agredir para ser agredida!.
Sin duda: no solo el Presidente emula al Rey Sol… también su esposa.
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