Por Jesús Michel Narváez
De pronto, en plena pandemia no controlada y mucho menos vencida, el activismo de Ricardo Monreal, jefe político en el Senado de la República, enciende las alertas y muestra que la búsqueda de desaparecer los órganos autónomos constitucionales avanza.
“Fusionar”, porque el “gasto es mucho y no se hace nada” entidades como la Comisión Federal de Competencia (Cofece) la Comisión Reguladora de Energía (CRE) y el Instituto Federal de Telecomunicaciones, es una agresión a los órganos que generan contrapeso y una forma disfrazada de estatización para que el Gobierno federal tenga el control de todo. En el caso del IFETEL el asunto se agrava cuando la libertad de expresión es amenazada abiertamente y se esconde el fondo con la protección para “evitar los monopolios”. Los que conducimos programas de radio no tenemos línea de nadie, porque somos profesionales de la comunicación que sin faltar al respeto a las instituciones ni al Presidente, criticamos lo malo y reconocemos lo bueno en las acciones de gobierno… cuando las hay
No se entiende que Monreal, quien había sido un dique que frenaba intentos de restar autonomía a los órganos de suyo fundamentales y construyó un muro para evitar la confrontación con las fuerzas políticas de oposición, ahora pretenda cancelar todo aquello que no le gusta al Presidente, porque la Suprema Corte de Justicia de la Nación falló en contra de su tope salarial.
Debe alarmarnos las propuestas de Monreal. Porque de transitar si la oposición lo permite, seguirá el Instituto Nacional Electoral, el IFAI, el Coneval, el INEGI, el Banco de México y todo aquel órgano que no se pliegue a los destinos marcados desde Palacio Nacional.
Porque para ellos también aplica aquello de “estás conmigo o en mi contra”, cuando las decisiones que toman los cuerpos colegiados de las instituciones autónomas e incluso del Poder Judicial de la Federación, no atienden las “sugerencias” presidenciales.
Revivir el centralismo absoluto despreciando lo bueno que se ha construido a lo largo de décadas, preludia el ejercicio autócrata en todo su esplendor.
Cuando el mundo democrático muestra avances que derriban gobiernos, modifican rumbos y responden a sus comunidades, en México se plantea el retroceso que tiene tufo dictatorial. Modificar leyes y desaparecer órganos autónomos para satisfacer ambiciones personales solamente beneficia a un personaje y no a los mexicanos en su conjunto.
Monreal toma la “sana distancia” para legislar y presentar iniciativas que no pueden ser dictaminadas sin el pleno de las Comisiones correspondientes. ¿Acaso son buscapiés para pulsar la reacción de los ciudadanos y de los sectores involucrados?
Aunque así fuera, el precedente se está sembrando: la duda de la existencia del Estado de Derecho prevalece y se fortalece.
El jefe político en el Senado es un político de largo colmillo y sorprende que de sus iniciativas no se conozcan la exposición de motivos, porque ahí deberá estar el sustento para los cambios. ¿Podría difundirlas?
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