Por Nidia Marín
Luego del desastre en el cual quedará México y el mundo tras el paso del Covid-19 por la tierra, con la pena, pero ya no deberemos vivir como muéganos: pegaditos y chiclosos.
No sabemos las cifras actuales después del último censo de Población y Vivienda llevado a cabo en 2010, debido a que el coronavirus obligó a la cancelación del mismo por un tiempo.
Sí, a finales de marzo, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística hubo de sacar de las calles a los encuestadores, una semana después del anuncio de las autoridades sanitarias de la fase 2 de la pandemia.
Fue entonces cuando el INEGI anunció que la etapa presencial concluía, mientras que la de verificación se efectuaría hasta nuevo aviso.
Por ello, pues, hasta ahora no tenemos una cifra acerca del número de Unidades Habitacionales que hay en la República Mexicana y únicamente sabemos de la cifra del anterior censo, misma que señalaba que en el entonces Distrito Federal, de acuerdo con la Procuraduría Social, existían 7,233 Unidades Habitacionales con un total de 582,190 viviendas. Sus habitantes sumarían 2.2 millones, lo que representaba el 25% de la población total de la entidad.
Las Unidades Habitacionales censadas representaban 83% de las viviendas particulares clasificadas como departamento en edificio. Este año se están cumpliendo 80 de la construcción de la primera por el arquitecto Mario Pani. Fue el llamado Multifamiliar Miguel Alemán.
Feike De Jong, escribió en Forbes México, allá por 2015 que, entre las unidades enormes, está la más grande de América Latina: la Unidad El Rosario, construida hace 48 años, entre el municipio de Tlalnepantla en el Estado de México y la hoy alcaldía Azcapotzalco, donde habitan alrededor de 70 mil familias.
La periodista la describió así:
“Cuando uno recorre la unidad habitacional El Rosario, con sus puentes vehiculares no terminados que pasan por los mismos edificios, sus pequeños parques y la variedad de espacios para talleres y bibliotecas, se da cuenta que fue un lugar muy analizado en su planeación. Sin embargo, ahora es una zona urbana de muchos asaltos y criminalidad. En tanto, las elegantes unidades de Tlatelolco y Santa Fe del IMSS, diseñadas por Pani, también han pasado por periodos difíciles de degradación ambiental y social, una muestra de que es muy difícil planear el comportamiento humano a través del diseño de espacios”.
Y precisamente con base en ello es que consideramos que después del paso fatal del Covid-19, la migración hacia las grandes ciudades será menor, por la buena o por la mala, porque para entonces ya sabremos de los estragos causados en todos aquellos sitios concentradores de miles de personas, entre los cuales están las Unidades Habitacionales de las grandes metrópolis.
¿Llegará este virus y los que ya se estén preparando en algún lugar del mundo a modificar además el concepto arquitectónico? Seguramente.
De acuerdo con el maestro arquitecto Javier Sánchez Corral en su trabajo de 2008 “La Vivienda Social en México”, desde entonces se observaban factores urbanos, sociales y económicos que provocaban la disfuncionalidad de la vivienda social.
Actualmente menos del 41% de la población se ubica en zonas rurales, también menos de 16,5% en semiurbanas y más de 42,5% en urbanas.
Las consecuencias de tal situación no tardarán en salir a la luz en voz de los investigadores y especialistas en las diversas materias que abarca la ciencia. En efecto, se verá el tamaño de la tragedia, pero también las diversas problemáticas que colaboraron para ello.
Es preciso que el síndrome de la palanqueta sea borrado de la mente de arquitectos, ingenieros y en general de los mexicanos.
No más casas tipo cocada, o alfajor en las metrópolis; no más migraciones a las ciudades-miseria, sino desarrollo e inversiones en las zonas más pobres de la nación, sin destrucción de la naturaleza o… los Covid-19, 20, 21, 22 y ¡sabrá Dios cuántos más! seguirán saliendo de sus madrigueras para asolar a los seres humanos, entre éstos a los mexicanos.
Es todo porque aprovecharé para degustar mejor unos churros.