Por Gerardo Lavalle
Cerca de un millón de personas perdieron sus empleos formales por culpa de la crisis sanitaria.
Y llegó la quincena.
Pero ellas, las personas, no cobrarán un céntimo.
Están desempleadas.
Y no hay para ellas oportunidades de obtener recursos lícitamente.
Están orilladas a dos situaciones: morir de inanición y ahogadas en las deudas o colocarse el antifaz, calzarse los tenis y ponerse la cachucha para delinquir.
Si optan por la segunda opción fracasarán porque robar no es su fuerte, su modo de vida.
Los despedidos de empresas micro, pequeñas, medianas y de algunas grandes, no tienen recursos para sobrevivir más allá de 30 días. Sí, somos derrochadores cuando tenemos el salario y poco cuidadosos en el ahorro.
Es “culpa de los neoliberales”, diría el residente de Palacio Nacional. Y los abandona a su suerte.
En algún momento, en una de sus mañaneras, se refirió despectivamente, cómo no, a la clase media de la que dijo ya ganó mucho dinero.
Así que, a rascarse con sus uñas.
Porque a nadie le importa la suerte de quienes perdieron el empleo. Están orillados al autoempleo y sin clientes, de nada sirve.
Quincena negra, porque no hay sino los extremos.
Las medias tintas quedaron en el pasado y nadie entiende el “nuevo amanecer” al término de la epidemia… si algún día desaparece o surge la vacuna para impedir la muerte y el cierre de empresas por el aislamiento obligado para salvaguardar la vida.