A Propósito del Día del Maestro

Las Revueltas de Silvestre

Por Silvestre Villegas Revueltas

El Coronavirus Covid 19 llegó para quedarse, eso indican los reportes científicos de distintas fuentes internacionales. Mientras no se encuentre una vacuna efectiva, que luego sea producida masivamente dejando millonarias cantidades de jugosas ganancias para el laboratorio y gobierno que la descubra, y finalmente que se distribuya alrededor del mundo habitado, los reportes arriba mencionados subrayan que nos tendremos que acostumbrar a vivir con el maldito vicho y que éste vuelva a contagiar a la humanidad en tiempos cíclicos, como el próximo semestre otoño-invierno en este hemisferio norte terráqueo donde la república mexicana se encuentra ubicada.

Teniendo como marco laboral lo descrito arriba, los profesores del mundo y en particular los mexicanos ya han tenido que reinventarse para atender las demandas de las autoridades escolares frente a los reclamos de padres de familia que siempre consideran a sus hijos la expresión viva de alumnos propios de Harvard, aunque la realidad mexicana sea más bien de ejemplares del “mirreinato” descrito por el académico Ricardo Raphael, en su libro que lleva por título semejante palabreja que más bien es un tipo de comportamiento señorial y de vástagos extraordinariamente consentidos. Porque lo he visto y vivido, en estos tiempos de la cuarentena el docente se ha empleado a fondo en conocer nuevas técnicas de comunicación educativa; ha tenido que utilizar su personal equipo de cómputo, y en el peor o mejor de los casos tuvo que comprar nueva computadora, subirle la potencia a su equipo de internet: con un costo para su bolsillo que no pagará la institución educativa de la cual es empleado. La extraordinaria madre generosa que es la UNAM, compró a una compañía privada estadounidense tiempo y alcance en red para que todo su personal académico pueda conectarse con alumnos, colegas, asistir a juntas virtuales y un largo etcétera; pero otras “universidades” privadas no han asumido como gasto propio la utilización de dichas plataformas, a pesar de que cobran a los alumnos unas colegiaturas de miedo.

Los “profes”, antiguamente y frente a los alumnos en un salón de clases, se convertían en un actor o actriz. Ahora los ve en unos pequeños recuadritos, porque son muchos, y lo mismo los hay que están bañados y despiertos que otros desaliñados con la misma pereza que mostraban durante las clases presenciales; he de advertir que de dos semanas para acá sí se nota entre ellos una mayor ansiedad por la reclusión forzada debido al Covid 19. Desde esta pequeña trinchera hago un llamado a mis lectores para que permanezcan en casa, la enfermedad no es un cuento de López Obrador, si se rompe el aislamiento vuelve a subir el número de muertos, ello ha sucedido en los últimos días en España y en los Estados Unidos. ¿Qué va a pasar? En esta primera quincena de mayo diversas universidades americanas y algunas europeas ya están filtrando la posibilidad de que el semestre de otoño se realice de manera virtual. Pero quien sabe qué sucederá en los próximos meses.

Dar clase utilizando las herramientas de la internet ha obligado a una estrategia de rediseño del espacio privado y de la apariencia personal, porque tanto del lado del docente, como del alumnado o de los colegas académicos, cada quien quiere que los interlocutores vean algo o por el contrario que no sepan nada de su intimidad. Algunos permiten que se vea toda la estancia, estudio o habitación desde donde se comunican unos y otros, los menos ponen fondos que la propia computadora y los sistemas electrónicos de computación ofrecen. Al principio yo puse una escena de una playa paradisiaca donde de vez en cuando (varios minutos y con sonido) pasaba uno que otro bañista; fui la envidia de mis colegas pero en la siguiente sesión no me quedó otro remedio que enfocar la muy académica, profesional y seria pared llena de libros, como la debe tener cualquier historiador que se respete. Y ya en el plano del chisme, para las conferencias por internet, en casa, se debe considerar la ropa que va uno a usar, el peinado que cada vez se va haciendo más ensortijado y natural, además de la ubicación de uno frente a la cámara de la computadora; me acuerdo que décadas atrás cuando los programas de análisis de los Juegos Olímpicos eran divertidos, y no paneles de malhablados, el célebre personaje del doctor Chunga ventaneó a sus colegas mostrando al público que abajo del traje y la corbata, los comentaristas estaban en shorts y tenis. En aquellos años que no existían los memes, ni las microcámaras fue una buena puntada. Pero en otra lectura, el mundo postcuarentena, puede parecerse a las sociedades interplanetarias descritas por Ray Bradbury donde no hay contacto físico y todo se hace vía remota, hoy diríamos por internet; los personajes de la novela de ficción le temen al contacto personal porque no lo han tenido, porque es sucio y porque produce molestia el tener que desplazarse hasta un lugar determinado. Esperamos que semejante mundo futurista no se haga realidad y que, docentes y alumnos se vuelvan a encontrar en los campus universitarios y en los salones de clase.

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