*Efecto Dominó de la Escasez Falsa o Real de Alimentos Perecederos
*Tomemos Acciones Sobre el Punto, a Sabiendas que la Autoridad Falla
Por Jaime Contreras Salcedo
Íbamos a hablar de otros datos, los del Banco Interamericano de Desarrollo, en eso de apoyar a las medianas empresas mexicanas con su factoraje, para liberar recursos –o adquirir nuevos créditos- apalancados por este organismo multilateral, para medio solventar sus ingentes necesidades en estos tiempos de Covid-19.
Pero nos ganó la realidad, nuevamente.
Y es que el dolor y la rabia al pagar 65 pesos el kilogramo de jitomate, por dar un elocuente ejemplo, nos llevó a indagar entre los locatarios del mercado popular, cerca del jacal, si este disparo en los precios de este producto básico en la canasta del mexicano medio obedecía a heladas primaverales retrasadas, daño en el transporte de mercancías –que oficialmente no, dicen los propios choferes de los trailers respectivos- u algún problema con las tarifas por derecho de piso y/o corruptelas aledañas.
Pues no. El problema es que, por desgracia, buena parte de los que expenden esta hortaliza en la Central de Abasto se han enfrentado con un asunto no menor, nada menor: la muerte.
En efecto, como se ha venido documentando en diversos medios, era poca o nula la defensa contra el virus que se hacía en ese centro de distribución de alimentos perecederos en el sur oriente de la capital del país, lo que ha cobrado severas facturas a sus participantes. Y también sus clientes, de cualquier naturaleza y capacidad económica.
“Pero no solo la línea de (locatarios) jitomateros se nos han venido muriendo, pobrecitos –nos decía trémula una tianguista de la colonia Escuadrón 201-, sino también los calabaceros, los ejoteros, los tomateros, los chayoteros y los que venden hierbas, desde cilantro, epazote, canela, lechugas o col. De todos se nos han ido. Dios los tenga en su santa gloria”, decía mientras lloraba quedamente y suscitaba una rápida oración por los que ya no están aquí.
Y otros responsables de la venta de frutas también se quejaban de la imprudencia de familias enteras que soslayaron la gravedad de la pandemia, bajo el argumento de que “hay que trabajar para sacar el chivo”, sin protección alguna, lo que redundó en que esta zona de la capital, en Iztapalapa, sea uno de los focos de infección más fuerte de toda la zona metropolitana, al sureste de la misma Ciudad de México.
De acuerdo a lo que nos enteramos, una de las madres de estos bodegueros –porque son familias y familias los que están históricamente integrados en estos negocios- el desplome en el abasto por el terror que ahora tienen muchos de los protagonistas ya es muy superior al 50 por ciento; se han disparado los precios y la escasez es más que evidente.
“Nunca, nunca, nunca, nos dicen, habíamos visto este desmadre, se han roto las cadenas de distribución de alimentos y, por un lado, qué bueno que no tenemos en este momento clientes de muchos restaurantes, o han bajado mucho, porque si no sufrirían mucho frente a su propia clientela”, nos hace ver el obeso gerente de un distribuidor de granos.
Destaca además, que la caída de los precios de las gasolinas ya tocaron base y, a partir de mayo, se espera que vuelvan a repuntar –“eso nos dijeron”- lo que mandará a la basura los presuntos ahorros generados en marzo y abril sobre este punto; y ahora hay que sumar la espiral inflacionaria de los alimentos señalados, “desatándose un efecto progresivo y muy cabrón”, nos remata nuestro personaje.
Vamos a tratar de resumirlo así: apenas se trata de (mal) cerrar un hoyo y, por desgracia, se abren un montón en el camino, lo que habla no sólo de que la pandemia tomó muy mal paradas a las autoridades correspondientes, sino que incluso, se nota la falta de coordinación entre las mismas, a nivel local y federal con severas repercusiones adversas que, no tenemos la menor duda, se están reproduciendo acremente en otras latitudes estatales y municipales.
Ya vemos venir las voces diciendo que estamos privilegiando a los consabidos e infaltables Contreras, cuando lo que se requiere es “unir esfuerzos en pro del país”; pero lo cierto es que esto que empieza a manifestarse (y que, incluso, las autoridades capitalinas han querido soslayar o subestimar), amaga con tornarse inmanejable en un perentorio plazo, no mayor a un mes, si no se adoptan medidas urgentes y se suple de inmediato a los intermediarios de estas frutas y verduras que la parca se ha llevado a su destino final.
A la par, hay que trabajar con el resto de distribuidores de los señalados productos –más todos los que se acumulen esta semana- y evitar lo mismo acaparamiento que falsa escasez o precios fuera de la realidad que casi no se dan en esta latitud. Impedir a toda costa que este fenómeno se propale en el país, pues de lo contrario para que la pedimos grande, si chiquita no nos la acabaremos. ¿Verdad que nos copia, amig@?
Como ya sabemos que eso de la Procuraduría del Consumidor y nada es exactamente lo mismo, sugerimos que haya cadenas de compra y revisión de los propios clientes a los precios de los productos y servicios de primera necesidad. Recordemos que la historia nos demuestra que solo el trabajo comunitario impide que se cometan arbitrariedades y estupideces de los menos, chupeteadores, como los denominaba Jesús Martínez “Palillo”.
Vamos a ver, sin duda y muy rápido, de qué madera están hechos los gobiernos federal y locales en este rubro tan caro para todos en éste y cualquier país. No queremos ser aguafiestas, pero las cosas pudieran salirse de control, nuevamente, y no estamos ciertos si hay preparación en los Godínez respectivos. Ya vimos que eso de la improvisación como que no se les da. Y eso nos aterra. ¿A usted?
Estas Lascas Económicas andan de capa caída porque el democrático Covid-19 ya se ha llevado a algunos de sus personajes cercanos. Y eso duele. De todas maneras, hace terapia ocupacional con otras piedras pómez para evitar que se enrarezcan u oxiden otras salidas conjuntas en esto de la contingencia. Por lo pronto, ya le esperan con toda calma la semana próxima, en este mismo espacio. Jacs95@hotmail.com.