Por Jesús Michel Narváez
Cuando han transcurrido 6 semanas de haberse declarado la primera fase por la presencia del coronavirus, es momento en que las voces de los llamados dirigentes sindicales tanto de los oficialistas y los democráticos, no se han escuchado.
El pragmatismo haría suponer que lo mismo Francisco Hernández Juárez que el veterano Ángel Aceves del Olmo o el nuevo representante del “sindicalismo auténtico”, Napoleón Gómez Urrutia, tendrían la mesa puesta para salir en defensa de los trabajadores. Tampoco el presidente de la FSTSE, Joel Ayala Almeida a levantado la voz para proteger a los burócratas.
Extraño comportamiento de quienes en tiempos pasados se enfrentaban al gobierno y al poderoso, aunque no tanto ahora, sector privado en busca de mejorías tanto salariales como en prestaciones para sus representados.
Aquellos tiempos en los que Fidel Velázquez era capaz de impulsar la candidatura presidencial y cuya voz era escuchada por tirios y troyanos y que incluso amenazó con huelgas generales ante la cerrazón gubernamental, simplemente se apagó con sus sucesores.
Coronavirus y la falta de acciones concretas del gobierno federal para conservar la planta laboral, han puesto en riesgo por lo menos millón y medio de empleos.
Hasta ahora la secretaría del trabajo, Luisa María Alcalde ha sido la única en reconocer la pérdida de empleos pero no se sabe bien a bien si los 380,000 despedidos en solamente 15 días, eran o no sindicalizados.
Más allá de que los trabajadores estuvieran en sindicatos independientes o en los llamados de conveniencia, lo cierto es que los que se dicen líderes del sector obrero simplemente callan. Muchos de ellos silenciados por las amenazas abiertas o veladas de investigar sus fortunas. El caso más relevante lo representa el exdirigente petrolero Carlos Romero Deschamps quién ante la presión de las autoridades federales que básicamente le plantearon: dimisión o cárcel… prefirió irse.
El ominoso silencio de los supuestos dirigentes elegidos democráticamente, no es una buena señal y todo indicaría que los viejos líderes y los añejos sindicatos han comenzado el proceso de desaparición para entregar a sus agremiados a la nueva federación que controla Gómez Urrutia y que responde abiertamente al Presidente de la República.
Aquella consigna: trabajadores Uníos para mostrar la fortaleza frente al enemigo natural llamado empleador privado y qué fue parte fundamental el expropiación petrolera cuando los concesionarios se negaron a acatar el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no existe más.
Hoy la división es tan notable que cada dirigente jala por su lado y descobija a quiénes debería proteger.
Hoy gobierno y sindicatos dejan a la deriva a millones de trabajadores.
Sí Fidel Velázquez viviera moriría inmediatamente ante la pasividad de la cúpula sindical.
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