Por Emilio Hill, (Primera parte)
En medio del confinamiento, los demonios internos salen. Se dejan ver de manera más clara. Todos –menos los virtuosos, aquellos tocados por la mano de Dios-, tenemos nuestro lado oscuro. Oscurísimo, si se trata de la crítica o el análisis cinematográfico.
Nadie, dicen, es hipócrita en sus placeres. Y la cuarentena no sacude el virus del gusto culposo. Que en algunos casos es hasta doloso. Ahora que hay tiempo, vale la pena dar una revisada a aquellas películas ocultas en el closet de nuestro poco refinamiento. Aquella camisa amarilla que sacamos a relucir algún domingo no social y que revela de nosotros, más de lo que quisiéramos.
La lista es larga, y en primer lugar está:
Dos Pícaros con Suerte (Smokey and the Bandit/ Haal Needham, 1977). Clásica comedia setentera, protagonizada por quien en esos años hacia suspirar a las jovencitas, hoy población en riesgo: Burt Reynols.
El asunto, hasta de simple causa pena: el camionero de mostacho poblado Bo “Bandido” Smokey (Reynolds) recibe la encomienda de transportar una carga de cerveza a Georgia por parte de un ricachón tejano. El dinero y la aventura le parecen una tentación irresistible y de paso se lleva a su tontón cuñado Cletus (Jerry Reed), quien a su vez jala con su feo perro sabueso.
Todo va de maravilla, con famoso soundtrack incluído, hasta que Bo se encuentra con la novia fugitiva Carrie (Sally Field),en la carretera, que con todo y vestido de novia huye de Junior ( Mike Henry), el taradazo hijo del alguacil del pueblo vecino Bufford T. ( Jackie Gleason), quien no puede permitir la ofensa a su retoño.
En ese momento el filme se convierte en una desafortunada comedia con chistes mal planteados y pocos efectivos, que le apuesta a la risa fácil del público, muy en el tono de los Keystone cops (producidos entre 1912 y 1917, en las que había humor físico y con automóviles), algún chiste subido de tono – para el gusto norteamericano- y eso sí, la consolidación de la carrera de Reynolds, como patán simpático. Mítica la escena cuando Carrie, le pide dinero a Bo, para ir al baño en una gasolinera y este le contesta: “bríncate la puerta”.
El filme, en apariencia no ha resistido el paso del tiempo. Pero quedan claras varias cosas: puso de moda a los personajes sureños que presumían cierta gracia y que el asunto llega a su apogeo con la serie Los Dukes de Hazzard (1979-1985), explota la importancia del soundtrack, ya que Dos Pícaros con Suerte, es sobre todo recordado por este punto.
Hay más, quedan claros los gustos simples que impregnaban al público de finales de los setenta, hasta que irrumpe Star Wars-Episodio IV, Una nueva esperanza (Lucas, 1977).
Y en este punto, el asunto se pone bueno, ya que Dos pícaros con suerte, fue la segunda película más taquillera de 1977, luego de precisamente Star Wars…
El público, esa entelequia, convirtió a un asunto que se cae de simple, rodeado de persecuciones y canciones de franco mal gusto en un éxito en taquilla. No solo eso, el filme tuvo dos secuelas y hasta una serie de televisión, esta última ya no protagonizada por Reynolds ni el elenco original.
¿Es mala? No se imagina cuanto, pero es un clásico.
La próxima semana continuamos con esta carrera del mal gusto.