*Si Colapsa el Sistema de Salud y Deben Escoger Quién Vive ¿De Quién Será la Culpa?
Por Miguel A. Rocha Valencia
Más allá de nuestros temores por ser mayores de 65 años, el razonamiento objetivo de periodistas nos dice que la Guía Bioética de Asignación de Recursos de Medicina Crítica, donde se favorece a los jóvenes en caso de que el sistema de salud se sature, apuesta por la mayor expectativa de vida.
En comentario anterior se explicó que, una de las mediciones en medicina crítica es precisamente la de años perdidos. No es lo mismo una persona de 65 años para quien la esperanza de vida es de tres lustros o dos décadas más, que un joven de 25 años, quien puede alcanzar 55 años más de existencia.
Esas mediciones no son de hoy, como tampoco las acciones, por ejemplo, en tiempos de guerra donde se privilegia la capacidad de sobrevivencia o calidad de vida de los heridos.
Tampoco los lineamientos de la Guía publicada por el Consejo General de Salubridad son nuevos; de hecho, es copia de otras especialmente europeas y reconocidas internacionalmente para situaciones como la que hoy vivimos.
Querámoslo o no, se trata la pandemia de COVID-19, de una situación de emergencia mundial, donde la tragedia como sombra ominosa va alcanzando a los países y en cada uno cobra millares de vidas humanas y enferma a millones, a muchos de los cuales, les dejará secuelas físicas.
Igual ocurrirá en la economía. NO es culpa de malos o buenos gobiernos la bancarrota, la caída del producto global bruto.
Claro, a algunos les habrá de pegar más porque ya estaban mal, como es el caso de México, donde la economía estaba en recesión real y el sistema de salud agobiado por recortes, casi desmantelado, lo cual significará un hándicap adicional en la recuperación de las crisis que ya nos pegaban por la ausencia de empleo, inversión, medicamentos, personal en hospitales y la división entre buenos y malos que el presidente López se esforzó en fomentar.
Esto último, con gran éxito, tanto que hay quienes hablan de una balcanización del territorio nacional con la ruptura del Pacto Federal.
Es decir, que la tal Guía no es algo nuevo, lo diferente hoy, es la percepción de que el actual gobierno no ha sabido responder en tiempo y forma, ni con los recursos suficientes a las crisis.
Enfrascado en una lucha por dividir entre pueblo bueno y sabio, contra los fifís, conservadores o supuestos enemigos y corruptos, donde cabemos la mayoría, la administración de López se ha dedicado a dinamitar las instituciones que lo llevaron al poder y a las cuáles mandó al diablo.
Es decir que la crisis de salud, nos llega en momento de extrema debilidad; la invasión del COVID-19, nos toma divididos entre buenos y malos, pobres y ricos (para el pontífice de Palacio Nacional no hay términos medios) quien desde su púlpito no medra descalificaciones contra empresarios, periodistas, organizaciones civiles, funcionarios y todo aquél que se atreve a no estar de acuerdo con él.
En lo económico, nos alcanza en el peor período de no crecimiento durante año y medio y precisamente cuando, en aras de la lucha contra la corrupción, corre a gran parte de la burocracia, causa desabasto de medicamentos y suministros sanitarios y, merced a decisiones ideológicas suspende obras internacionales ahuyentando la inversión.
Peor escenario no podríamos tener. Por eso, si por un lado la Guía es algo que seguramente se aplicará en México, como se hizo en España e Italia por la saturación de sus sistemas de salud, muchas de las decisiones que se tomen se deberán a que López no actuó a tiempo, deslegitimó los llamados de alerta; insistió en reuniones, llamó a salir a las calles y comparara el COVID-19 con un catarro.
Sólo hoy, se asumen medidas, se hacen pedidos que no llegan, de medicamentos e implementos sanitarios. En lo económico, protege a sus huestes, pero no a quienes el día de mañana podrían volver a generar empleo y crecimiento.
Que eso quede claro, si se satura el sistema de salud y deben elegir, muchos muertos serán culpa de López, aunque como siempre rehúya la responsabilidad y culpe a sus imaginarios enemigos de su propia inacción.