Modelo Centinela y Covid: dudas metodológicas

Por David Marklimo

Los datos presentados ayer (8 de abril) por López Gatell en el reporte diario sobre el número total de infectados son importantes y muestran una realidad espeluznante de lo que el espera al país en las próximas semanas. Las cifras presentadas son según el modelo Centinela, que fabricamos por la crisis de la influenza. Ahora bien, dado que el COVID es exponencial, el modelo centinela muestra algunas fallitas metodológicas que a mi juicio son importantes. Partamos, así, de un principio: para evitar la saturación del sistema sanitario, que es el objetivo del gobierno, hace falta detectar a los asintomáticos, cosa que la verdad no hicimos y lo dejamos a la buena voluntad de las personas. Es verdad que esas personas no recurrirán al hospital, pero también es verdad que, al contagiar a los demás, hacemos que crezca la posibilidad de que alguien acabe necesitando ir al hospital. Me parece que esta es una falla realmente seria en la planeación.

1. De aquí se derivaría la siguiente pregunta, si no sabemos el universo de casos totales, es decir, no contamos a los asintomáticos, ¿cómo calculamos la muestra? Más aún, cosa básica de cualquier modelo estadístico, ¿cuál es su margen de error? Es increíble que ningún reportero se haya tomado la molestia de revisar los protocolos de la Organización Mundial d ella Salud, disponibles aquí y, por tanto, hacer las preguntas esenciales.
2. Parece que el modelo no da datos -aquí se reconozco que se puede estar equivocado- sobre la expansión del virus en el territorio nacional. Estaría bien poder comparar por semanas, por ejemplo, eso nos daría varios escenarios para poder reaccionar y fijar principios de política pública. Si lo que se pretende es evitar la saturación del sistema, es necesario tener datos relativos a la expansión no solo en el territorio, también en el tiempo. ¿Cuánto tardará el sistema de salud, en promedio, en curar a un paciente? ¿Cuáles son los escenarios ahí?
3. Estos datos son importantísimos, puesto que sin los datos de expansión tampoco no podemos calcular cuáles serían las necesidades de los hospitales. Otra pregunta interesante: cómo se calcularon, entonces, dichas necesidades.
4. Relacionado a esto, otro dato importante, son los llamados factores externos, como el perfil de la población, tampoco aparecen. ¿Dónde está el cálculo que permita saber cómo afectará este virus a las personas que tienen hipertensión, obesidad, diabetes? De nueva cuenta, sin tener estas proyecciones, cómo se calculó lo que cada hospital requerirá, cómo se podrá atender a la población sin saber cuántos insumos serán necesarios. Quizá este dato sea el que pueda explicar por qué día tras día, como hormiguita, sube la tasa de hospitalización.

En estricto sentido, por las características del COVID parece que son claves el factor de asintomáticos y los datos relativos a los grupos infectados por edades. Este último dato muestra una diferenciación importante con respecto a la experiencia internacional: la distribución de casos graves en México por edades es mayor que en otros países. ¿Qué significa este dato? Ya nos lo podemos imaginar, pero hace falta una respuesta institucional.

Ahora, se sostiene esto porque se desea que al gobierno le vaya bien. Pero parece que cayeron, como lo sostiene el Mtro. Tomás Martínez, experto en inteligencia estratégica, en un error típico de la planeación: confundieron estrategia estructural con estrategia transitoria. A mal diagnóstico pésima estrategia. Es entendible: son médicos, no sociólogos. Todo esto deriva, de nueva cuenta como sostiene don Tomás, en que actualmente la capacidad de administrar el proceso de contagio comunitario sea muy baja y se obtenga una especie un sub-sub registro. La epidemia está fuera de control y preocupa que no alcance la capacidad hospitalaria reconvertida para atender los casos que la requieran. No parece alarmista decirlo, al contrario. Es sensato. Como siempre: ojalá uno este equivocado.

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