No hay Excusas

*Culpar a las Administraciones Pasadas, la Constante

*Es un Asunto Penal y se Debe Actuar en Consecuencia

*Presidentes: Deben Enfrentar los Problemas Nacionales

Por Ezequiel Gaytán

Las excusas para esquivar una responsabilidad tienden a ser usualmente respuestas mediocres, confusas, etéreas y de ahí que Álvaro Obregón sostenía que “desde que se inventaron las excusas se acabaron los tarugos” (usó otra palabra, pero así lo dejamos) con lo cual concuerdo, pues la responsabilidad, sobre todo en un cargo público, no puede, ni debe soslayarse y es una clara actitud de irresponsabilidad, falta de compromiso y recordemos que la ineficacia también es catalogada como corrupción.

Quien opta por el servicio público como proyecto de vida, no puede culpar al pasado de las responsabilidades que asume. A nadie le pusieron una pistola en la nuca y lo obligaron a ocupar el cargo y encargo que desempeña. Un servidor público, cuando acepta voluntariamente desempeñar sus funciones, tiene que firmar un acta de entrega-recepción y las leyes en la materia le advierten que al recibir un encargo y encontrar anomalías de la gestión inmediata anterior, tiene la obligación jurídica de informar a las autoridades competentes y de no hacerlo, el nuevo responsable del encargo tendrá responsabilidades.

Las leyes de Responsabilidades de los Servidores Públicos y la de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos contienen ese espíritu, a fin de evitar que se solape el pasado. Por lo tanto, culpar a las administraciones pasadas de los problemas que hoy se viven y no haber utilizado los recursos jurídico-administrativos es un asunto penal y corresponde a las instancias correspondientes actuar en consecuencia.

Si a las omisiones anteriores sumamos las excusas discursivas tales como la utilizada por el ex presidente José López Portillo en un informe de gobierno cuando dijo “Soy responsable del timón, no de la tormenta”, entonces estamos cayendo en un escenario de cínicos, pues esa expresión, además de ser una obviedad de Perogrullo, es una excusa cuya mascarada intenta esconder la ineficiencia en la conducción política, económica y administrativa de una nación.

Es cierto que gobernar es difícil y al final la ingratitud social puede ser dolorosa y aislante. Eso lo saben los que se dedican a la Administración pública, pues en los pasillos y corredores de las dependencias y entidades gubernamentales es común escuchar con humor negro la frase “Mi antecesor era un corrupto, mi sucesor un inepto”. Luego entonces, si lo que se desea es evitar excusas, no obstante lo bien armado que esté el discurso, lo primero que hay que hacer es apegarse a las leyes arriba citadas, ponerse a trabajar con eficiencia y eficacia y gobernar viendo hacia adelante.

Quien desea hacer algo encuentra una estrategia, quien no quiere asumir su responsabilidad encuentra una excusa, reza un viejo proverbio árabe y estoy de acuerdo. Así lo han demostrado grandes estadistas, como Venustiano Carranza quien tomó un país en ruinas. Lo mismo hicieron Álvaro Obregón, Plutarco Elías calles y Lázaro Cárdenas. Ellos no culparon al pasado de los problemas nacionales, lo que hicieron fue enfrentarlos con las leyes en la mano, con la creación de instituciones públicas y convencidos de que la política era el instrumento de la cohesión social.

No hay excusas ni pretextos, cuando se decide ser el responsable del timón del barco de la nación, se acepta el cargo en la inteligencia de que el tiempo y las circunstancias son impredecibles y que habrá que sortear condiciones desconocidas. No existe un político en el mundo que ignore que entre más alta es la responsabilidad, más altos son los compromisos y que las decisiones que tome serán, en muchos casos, las menos malas. En caso contrario, la evasión de la responsabilidad y culpar al pasado con excusas y pretextos no es gobernar.

Recuérdese la frase de Abraham Lincoln cuando dijo “puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. De ahí que las excusas, puede que sean verdaderas y hasta honestas, pero utilizarlas en política como estrategia y táctica de engaño es, además de riesgoso, abrir las puertas para que el juicio histórico sea contundente y señale al político de mal gobernante.

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