Por Jesús Michel Narváez
Día del Amor.
Día de la Amistad
Y si algunos mostraron lo que es fidelidad fueron los empresarios. Y no recibieron rosas pero sí chocolatito.
Hay que comenzar con el cuasi intocable Carlos Slim, el hombre más rico de México y seguramente de decenas de naciones, quien sin que nadie se lo solicitara –eso se supone- lanzara loas por los logros de la “política económica del presidente López Obrador”.
Seguramente el magnate tiene otros datos diferentes con los que cuentan millones de personas y entidades financieras globales.
El chantaje del Poder Público a los poderosos, ricos, conservadores, es manifiesto: los obliga a comprar cachitos de lotería para la rifa-no rifa del avión presidencial y les ofrece una “cena” ostentosísima en la que el platillo central fueron tamales de chipilín acompañados de espumoso y caliente chocolatito procesado en la finca de sus hijos, allá en Chiapas.
No hay otra explicación para que 75 empresarios, cifra dada a conocer por el Presidente, cooperaran para la compra de fármacos, equipos hospitalario y demás por la nada despreciable suma de mil 500 millones de pesos.
Si el Gobierno federal no contara con un Presupuesto de Egresos que determina en dónde y cómo se aplicará el gasto público proveniente de los gravámenes como el ISR, el IVA y el de nómina, entre otros, además de los espaciales para combustibles, comida chatarra, cigarrillos y vinos y licores, se entendería la necesidad la necesidad de recurrir a la coperachas, las rifas, las tómbolas, las kermeses.
Sin embargo, no es así.
Con el Presupuesto más alto de la historia del país: 6 billones 107,732.4 millones de pesos,
Se supondría que se examinaron los ingresos y los programas en los que se deberá gastar. No haría, por lo tanto, necesidad de realizar rifas, convocar al sector empresarial para que le “entre con su cuerno” y se mejores hospitales, se compren fármacos y equipos e instrumental médico.
Los empresarios, generalmente estigmatizados como conservadores, minoría rapaz, corruptos e integrantes de la mafia del poder -¿habrán perdido la memoria?-, mostraron que su mundo es el de seguir obteniendo beneficios gubernamentales a través de contratos por asignación con los cuales cubrirán las “voluntarias aportaciones” que hicieron la noche del miércoles en la ostentosa cena servida en el Salón Tesorería de Palacio Nacional.
Dóciles es un calificativo moderado.
Una vez más queda demostrado que el dinero no tiene patria y tampoco ideología… solamente intereses.
Es una lástima que causa pena ajena y envidia, por supuesto, que no vean más allá de 2020 y que cuando la situación se complique y la crisis económica aparezca, más temprano que tarde, lo que suponen es de su propiedad para toda la vida, desaparecerá.
¿Y a quién culparán?… ¿a Carlos Slim?… ¿A Alfonso Romo?… ¿Al Presidente?
Ellos, los dóciles, cavan su propia tumba sin necesidad de ayuda.
La ambición, dice el refrán, mató al gato.
Ah, el orgullo de cenar en Palacio Nacional. Y el adelanto de la “amistad a toda prueba”.
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