Por Silvestre Villegas Revueltas
El día en que se escriben las presentes líneas (29.01.20) y en una de sus noticias de portada, el periódico español El País señala que el affair donde el ministro del Exterior, José Luis Abalos, en un vuelo comercial, saludó a la vicepresidenta de Venezuela y que el presidente Sánchez no recibió a Guaido -lo que significa un giro interesante en la política exterior del premier español- ha resultado en que se agrie, aún más, el enfrentamiento político no solamente entre Gobierno Nacional español y la oposición partidista, sino que aumente la ríspida colisión entre el enfoque derecha-izquierda que permea todos los asuntos de la agenda, medios y vida cotidiana española.
Del otro lado del Atlántico y en el mismo día, en un noticiero radiofónico, el padre Alejandro Solalinde (que es tan tornadizo como una veleta) protestaba por las acciones que el Instituto Nacional de Migración mexicano ha llevado a cabo para contener la avalancha de migrantes (muchos de ellos indeseables). Hay que decirlo claramente, la migración es tan natural y vieja como la misma existencia del hombre, pero en el mundo contemporáneo a partir de 1880 y hasta la fecha, las migraciones se topan con las fronteras de estados soberanos llámense México, España o los Estados Unidos. No es un derecho humano que un país, con todo un entramado de leyes migratorias, tenga la obligación de aceptarlo a uno adentro de su territorio soberano; ello ha existido desde los tiempos de la masiva migración europea que en el último tercio del siglo XIX llegaba a la Ciudad de Nueva York pasando por los actuales y férreos controles migratorios en Canadá, Gran Bretaña, Japón o Alemania. La anterior realidad que se aplica hoy en aquellos estados nacionales que protegen sus fronteras fue obviado por Solalinde como por el parcial Ciro Gómez Leyva; éste último hace trece meses vociferaba porque el gobierno de AMLO, en una actitud errónea, había declarado que aceptaba y abría de par en par las puertas de México a una inmigración descontrolada. Comprensiblemente vino el enojo de Donald Trump al ver las multitudes que como hormigas en estampida cruzaban el Río Bravo, y amenazó a los gobiernos mexicanos y de Centro América con represalias comerciales, fiscales y de ayudas pecuniarias que tanto necesitan. Al revisar los reclamos que la comentocracia le hace al gobierno mexicano como al español, lo primero y evidente es una evidente falta de memoria y sobre todo constatar que la cascada de reproducción de noticias no es “una danza de mentiras” sino de verdades a medias, las cuales provocan un estado de desinformación igual en los medios tradicionales como prensa y televisión y peor, en las páginas de internet que no tienen ningún tipo de control y donde muchos blogs se escriben de forma anónima. El liberal José María Lafragua que había padecido la censura santannista, y como secretario de Gobernación luchaba contra los provocadores del encono social, subrayaba en su ley de libertad de imprenta (1856) que el genuino republicano y demócrata al escribir y comentar sobre la vida pública no debía esconderse bajo la máscara del anonimato. Reiteraba: critiquen todas las acciones de gobierno pero háganlo con la verdad que incluye diversas perspectivas; informen y eduquen, pero no fomenten la división social por medio de la calumnia y la invención.
Hace poco, viviendo en España, en algunos programas de radio y televisión y en algunas conversaciones particulares con individuos simpatizantes del PP y de Vox, con voz en cuello subayaban: el comunista de Pedro Sánchez y su gobierno. ¡¡Lo decían europeos que no bolivianas o el impresentable exilio cubano en Florida!! Ni el emperador chino Chi Yin Pin, ni el presidente cubano Miguel Díaz-Canel en su fuero interno hoy se creen semejantes cuentos; lo que sí es cierto, es que en la actual tesitura de enfrentamiento político/social en el mundo occidental, al que está en contra de mi visión temática se le pueden aplicar todos los calificativos. Ello funciona y se hace evidente, además de en la agenda política y económica, para los individuos que están en asuntos como la lucha en temas de ecología, en temas de igualdad de género, en temas de violencia en sus muy diversas formas, en temas del trabajo y un muy largo etcétera. Una característica de la actualidad y ello ha sido señalado a nivel internacional por filósofos, sociólogos, antropólogos y psicólogos, es la intolerancia y denostación frente al que piensa distinto a mi. Como historiador y un tanto en riesgo de hacer comparaciones, el ambiente descrito arriba me recuerda mucho los sucesos de los años 1920/30 que se materializaron en diversas formas de fascismos, como en el totalitarismo estalinista. Quien perdió en aquella época fue la prudencia liberal.