Por Jesús Michel Narváez
Allá en 1980, Gustavo Carvajal Moreno presidía el “imbatible” PRI y era un hombre de las confianzas plenas del presidente José López Portillo.
Era año de nominaciones de candidatos a una decena de gobernadores. Había aquella ruptura entre el expresidente Echeverría y su sucesor desde el momento en que Francisco Galindo Ochoa hizo publicar aquel desplegado que en cortas líneas decía: ¿También tú, Luis?
Hace cuatro décadas, Carvajal acuñó la frase: “fue a recibir el beso del diablo”.
Se refería al senador Gabriel García Rojas que quería ser candidato a gobernador de Zacatecas y al que se le hizo fácil acudir a la casa de Echeverría, en San Jerónimo, para obtener el respaldo.
Enterado de la visita, Carvajal lo sepultó. El ósculo zacatecano bastó.
Tiempo de recordar que el presidente López Obrador no recibirá al poeta Javier Sicilia ni a quienes lo acompañan en la caravana de la dignidad, porque teme que el intelectual le plasme un beso en la mejilla y él, el presidente, tiene que “hacer respetar la investidura presidencial”.
No vaya a ser que el besuqueo sea el inicio de la cumbre con Satán.
Al Presidente se le olvida quién es Sicilia: es una víctima, no un victimario. Le mataron a un hijo. Algo que no debe ocurrir. Los hijos deben enterrar a los padres. No al revés.
Quizá porque López Obrador no ha sufrido en carne propia la muerte de un hijo aunque sí la separación y rechazo del mayor, no entienda la razón por la cual Sicilia exige justicia no para sí… para miles de padres que han perdido a sus hijos.
No recibirlo junto con quienes vienen en caravana, tiene una explicación: no quiere ser parte del show.
Hablé con Sicilia mientras se dirigía a la Ciudad de México en busca de ser escuchado junto con otras 500 víctimas. Me dijo: “El presidente puede estar tranquilo. No lo voy a besar. Lo que estamos pidiendo es que nos escuche y que entienda que se requiere una política de Estado para frenar la violencia que cobra la vida de inocentes.
Justo reclamo.
No lo percibe o entiende así el presidente López Obrador. Considera la marcha como un show en el que lo colocarán en el banquillo de los acusados.
No se tratara de quienes insisten en el caso Ayotzinapa porque hasta los invita a comer. La diferenciación entre los temas mediáticos a favor y los en contra.
Sicilia no le dará el beso de Satanás y López no irá al infierno a mantener un diálogo con el malo del universo. Como Jefe de Estado tiene la oportunidad de escuchar, no oír, lo que una parte de sus gobernados, aunque no hayan votado por él, el planteamiento para mejorar el combate a la violencia.
No va a ocurrir, porque hay que “cuidar la investidura presidencial”.
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