Por Jesús Michel Narváez
De siempre, los sindicatos en México fueron parte del entramado político. Los partidos políticos se aferraron a las organizaciones que recibían todo a cambio de que el país avanzara. Quizá sea una utopía que así haya sido. Sin embargo, desde los tiempos de Luis Echeverría -1970-1976- no se ja presentado una amenaza de huelga general ni de bajar el switch que paralizaría todas las actividades.
Cierto: la ausencia de Fidel Velázquez se nota, se siente.
En momentos álgidos en la relación Gobierno-Sindicatos, hubo situaciones incómodas para el Presidente de la República. Con Miguel de la Madrid hubo un choque frontal con el líder de la CTM; con Carlos Salinas de Gortari los petroleros encabezados por Joaquín Hernández Galicia lo retaron: si los petroleros nos hundimos se hunde México, le advirtió el que era cacique sindical y aunque no fungía como secretario general ordenaba todas las acciones.
El costo de la amenaza fue la cárcel para La Quina.
Carlos Jonguitud Barrios osó enfrentarse a José López Portillo y si bien lo designó director del ISSSTE, el hombre que se encumbró con Echeverría, quería ser gobernador de San Luis Potosí. Y consiguió su anhelo y mantenía el control del SNTE con su Vanguardia Revolucionaria… hasta que Salinas decidió que era tiempo de cortarle la cabeza y llevó de la mano a Elba Esther Gordillo.
La relación Gobierno-Sindicatos nunca ha sido miel sobre hojuelas. Con Felipe Calderón, que no pudo desaparecer al SME de Martín Esparza Flores, pero cerró la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, dejando sin empleo a casi 36 mil trabajadores de base. En el trato con la burocracia, Joel Ayala se apoderó de la FSTSE y no faltaron los jalones con el Ejecutivo federal. Francisco Hernández Juárez se cuece aparte. De dirigir un sindicato de lucha terminó por convertirlo en uno de empresa.
Cierto: hay dirigentes que se entronizaron y a base de amenazas, suspensiones y hasta despidos, que generaron el miedo entre los trabajadores, se mantuvieron en sus cargos.
El caso del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana es cosa mayor. De sus miembros –unos 140 mil activos y 60 mil jubilados- depende la operación de Pemex. Sin ellos la empresa no funciona. Pero al gobierno federal le urge tomar el control.
Por ello, la secretaria del Trabajo. Luisa María Alcalde Luján, aclarara que es falso que se haya reconocido al nuevo dirigente del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), Mario Rubicel.
En su cuenta de twitter sostuvo: … Este cargo está vacante y así consta en la resolución de la Secretaría”.
Y el Presidente la avaló y anunció que se revisará la resolución del amparo que dice haber ganado Rubicel.
El planteamiento presidencial es que se realicen nuevas elecciones “democráticas” y casi, casi a mano alzada, para que se determine quién será el dirigente sindical. Aunque legalmente Carlos Romero Deschamps ganó su reelección y a su renuncia los secretarios generales deberían nombrar al sustituto.
Es una injerencia peligrosa en la vida del Sindicato que, sin duda, debe ser limpiado pero no destruido o con un dirigente a modo de la 4t. Pemex está en riesgo por la acción del Gobierno. Ojo.
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