Por Jesús Michel Narváez
Cuando en la televisión de paga no se encuentra nada para entretenerse es obligado cambiar de canal y buscar qué hay de noticias.
Me pasó este domingo. Ante la repetición de series y la falta de tiempo para disfrutar de la cinta El Irlandés, cambié de canal hasta que me detuve en el de Milenio-Noticias.
Transmitía desde Texcoco el mensaje del presidente López Obrador. Coronado para ser parte de los pueblos indígenas, habló de todo y de nada. Porque no expuso novedad alguna.
Frente a dos micrófonos y con una enorme mampara a sus espaldas en la que se leía: “Diálogo con los pueblos indígenas”, el presidente lanzó un largo monólogo que levantó aplausos de quienes desconocen que cada mañana habla de los mismos temas y reafirma que su gobierno es el único honesto que ha tenido México desde hace décadas, cuando el neoliberalismo se apoltronó en Palacio Nacional.
Durante el tiempo que duró la transmisión no capté diálogo alguno. Ignoro si antes de sus eventos en la plaza pública, su hábitat natural, se haya reunido con los indígenas o cuando menos con los dirigentes de las etnias. El monólogo sí lo escuché.
Se refirió a la cancelación del aeropuerto de Texcoco y repitió de nueva cuenta que su gobierno no cometerá ninguna arbitrariedad y que la decisión fue porque el pueblo lo ordenó mediante una consulta. ¿Cuántos decidieron arrojar a la basura 200 mil millones de pesos? Apenas un millón de personas acudió a votar. ¿No es una arbitrariedad?
Quitar los apoyos a las estancias infantiles y aumentar la edad de quienes están entre los 65 y 70 años para recibir recursos del bienestar ¿no es un atropello o es justicia?
Quisiera entender al Presidente. Confieso que ni puedo. Y menos cuando en lugar de diálogo hay monólogo que aburre y como en las obras siempre se relata la misma historia.
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