Por Jesús Michel Narváez
De acuerdo con el calendario eclesiástico, ayer se celebró el Día de la Familia.
Y sorprende que un sacerdote que oficia en la Iglesia de la Virgen la Concepción recurriera a uno de los evangelios de San Pablo en el que textualmente reseña que las mujeres, las esposas, deben vivir “sometidas” al marido.
Entiendo en que los tiempos bíblicos el texto haya sido correcto. No lo discuto porque no soy experto en teología. Sin embargo, en el siglo XXI, cuando existe un movimiento femenino, que no feminista, que reclama el respeto y que las agresiones de los hombres, sean esposos, amantes, amigos con derechos o simplemente desconocidos se detengan me parece un error exaltar un evangelio en el que lo que se expone es la sumisión, la ciega obediencia, el abandono del libre albedrío.
Ayer vi la película Los Dos Papas. Y conforme se presenta a Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, la postura del actual pastor de los católicos supera y con las viejas prácticas eclesiásticas que alejaron a millones de feligreses.
Francisco plantea estar cerca de la gente, escucharla, no imponerle conductas sino explicarle el contenido de las mismas.
De ahí mi sorpresa al escuchar el discurso del Nuevo Testamento que repite lo del antiguo en cuanto a que Dios quiere que las esposas obedezcan, respeten y atiendan todo lo que los esposos exijan. El sacerdote que oficiaba la misa, se disculpaba por decir “cosas fuertes” y más tarde imitaba a Rubén Aguilar, quien fuera vocero de Vicente Fox, para señalar que Pablo quiso decir…
No veo el acercamiento de la Iglesia con sus feligreses. Por el contrario, pareciera intentar alejarlos con la imposición de figuras literarias, con evangelios, que ensanchan la brecha.
Cuando leyó lo que presuntamente dijo el apóstol Pablo y más tarde santo que celebra su día junto con Pedro, en la pequeña pero emblemática iglesia de la Concepción ubicada en Tlacopac, no hubo murmullos sino reclamos de que Pablo “se pasó”.
Cuando en gran parte del mundo las mujeres rompen el molde del pasado y se plantan de frente a la autoridad, a los hombres, a la Iglesia no caben las lecciones moralinas del pasado y que han sido superadas por el conocimiento, las leyes, las normas.
Francisco, el Papa, de acuerdo con el filme, recrimina a Benedicto XVI que la discusión de los clérigos se haya quedado en si las mismas se deben oficiar en latín o si se aceptan monaguillas. Plantea una Iglesia cercana a los feligreses que entienda que nada es estático.
El sacerdote que ofició la misa en cuestión, no logró convencer a los asistentes de que Pablo quiso decir… y no lo que escribió en su evangelio.
Estoy convencido de que a muchos cardenales, obispos y sacerdotes no les ha caído el veinte respecto de lo que propone Francisco, el Papa argentino que reconoce la existencia de su ego y recuerda que es argentino con un chistorete que tiene mucho sentido. Le dice a Benedicto XVI en respuesta al señalamiento: “Soy argentino y para suicidarnos subimos a lo más alto de nuestro ego y de ahí nos arrojamos”.
El ego de la Iglesia no debe servir para sugerir, siquiera, regresar a lo que ha sido superado con creces.
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