Por David Marklimo*
El gobierno ha impreso una nueva dinámica a la política nacional. Eso no lo puede negar nadie. La oposición está desdibujada, sin liderazgos y -lo que es peor- sin ideas. Ahora bien, Andrés Manuel López Obrador no ha resuelto problemas tan fundamentales como el de la seguridad, la injusticia, el pobre desempeño del gasto público, la educación y la corrupción. Se dirá que es poco tiempo para romper dinámicas perversas, y en parte es verdad. Pero lo cierto es que esa razón comienza a agotarse, dado que los objetivos están claros desde hace mucho tiempo. En estos 365 días de gobierno las obsesiones del presidente han quedado más que claras, todo el mundo sabe exactamente qué es lo que desea y cómo lo desea. Saben, también, a dónde quiere llegar y lo que le dicta la Historia. Que el camino elegido esté bien trazado es otro asunto.
- Seguridad. Más de 36.000 personas fueron asesinadas violentamente ese año, de acuerdo con el gubernamental Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi). Con estos datos, se puede decir que tanto el gobierno y sociedad hemos ignorado la dimensión local de la criminalidad. Y en este primer año de gobierno no se han desmontado los mecanismos que desincentivan el involucramiento de las entidades en la creación de soluciones de política pública. Una visión hacia los datos de la violencia muestra que hay elementos distintos. Con el PAN y el PRI, la mayor parte de la violencia era generada por la guerra contra y entre carteles de narcotráfico. Ahora, parte de los homicidios e inseguridad es provocada por bandas de extorsión y robo de combustible
- Economía inmóvil. La economía mexicana está virtualmente estancada. Hay varias razones. Por un lado, está un “complejo entorno internacional”, marcado por la guerra comercial entre Estados Unidos y China. En el ámbito interno, la política de austeridad del gobierno, que canceló contratos de servicios y de obra pública. Esto aceleró la crisis que padece la industria de la construcción desde hace varios años. Se trata de uno de los sectores que más población emplea en el país. Además de la reducción en el gasto público, también bajó el ritmo de la inversión privada, la que está a la espera del desempeño del gobierno.
- TMEC congelado. Casi toda la economía mexicana depende de la relación comercial con Estados Unidos. El intercambio de mercancías es de US$549.000 millones al año, en promedio. Del TLCAN depende el 25% del PIB de México, según datos oficiales. Las consecuencias de su cancelación hubieran sido graves. El convenio comercial todavía no ha entrado en vigor, porque solo México lo ha ratificado. El proceso en Estados Unidos está detenido el enfrentamiento entre Donald Trump y legisladores del Partido Demócrata. Canadá espera la ratificación estadounidense. El gobierno mexicano confía en que el T-MEC entre en vigor en 2020
- Gasto público. Pueden y deben promoverse las condiciones institucionales para que el desarrollo de la infraestructura sea más orgánico. Tras 12 meses, no vemos síntomas de recuperación en el sistema de inversión pública. Por el contrario, lo que hay en materia del Gasto Público es el subejercicio. La razón, parece, es que en el gobierno ven los gastos como posible fuente de corrupción. El problema es que la particularidad del gasto público impacta directamente en la supervivencia de la Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyME’s), que son quienes pueden reactivar el mercado interno y hacer que crezca el mercado laboral al ritmo que le presidente desea.
- Política energética: pérdida de equilibrio. El cambio de política energética ha sido radical, pero en la discusión pública ha estado ausente el reto ineludible: el fortalecimiento de la gobernanza al interior del sector. Ha quedado a deber con Romero Deschamps, quien desde hace tiempo debería estar tras las rejas… aunque se celebre que ya no es el todo poderoso líder charro de antaño. De igual forma, las criticas tienen que ver con el famoso sorpaso energético… el presidente le apuesta a las energías fósiles, que tienen ya fecha de caducidad, mientras desperdicia la geografía mexicana para invertir en las energías renovables, que podrían convertirse en un mediano plazo en la palanca de desarrollo nacional.
- Justicia: retroceso acelerado. Para remontar los niveles pavorosos de impunidad, la gran tarea es la construcción de una genuina política de Estado, pero en cambio hemos visto 12 meses de restricción de derechos y ampliación de espacios de arbitrariedad. De hecho, el gran pendiente de la IVT es el fortalecimiento de los Poderes Judiciales. Hace falta una reforma al poder judicial de gran calado. Los poderes judiciales siguen padeciendo problemas de nepotismo y corrupción, que socavan su legitimidad. De acuerdo con el Inegi, el 68.4% de los mexicanos percibe que los jueces son corruptos y el 44.9% dice confiar poco o nada en ellos.
- Educación. La inclusión y equidad prometidas en la reforma educativa aprobada en mayo y reiterada en diversas ocasiones por el presidente y las autoridades educativas, no contará con recursos suficientes para su implementación. El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) 2018 reveló que 35% de los estudiantes mexicanos de 15 años no obtuvo el nivel mínimo de competencias necesarias para continuar estudiando en matemáticas, lectura y ciencias, y sólo uno de cada 100 se colocó en los niveles más altos de desempeño del examen.
- Combate a la corrupción: el centro de la paradoja. A la corrupción lacerante que se heredó del PRI, se suma el reto de articular incentivos, procesos y políticas públicas para enfrentarla. En estos primeros meses de gobierno hemos visto más confusión que decisiones basadas en evidencia. Enfrentar la corrupción con una metodología similar a la que se utiliza para barrer una escalera, no ha sido suficiente: México está entre los cuatro países en los que la corrupción es un problema grave para sus habitantes. 6 de cada 10 personas consideran que la corrupción aumentó, lo que lo sitúa a la mitad de la métrica del Índice de Percepción de la Corrupción.
A pesar de estos magros resultados, la popularidad de López Obrador se mantiene en niveles aceptables, similar a sus pares en su primer año de gobierno. En ese sentido también habría que empezar a ver la administración: no son los salvadores de la patria como se han querido vender, pero tampoco son los aquelarres que nos han querido vender. AMLO es un personaje complejo, pero no ha logrado llevar a cabo el tipo de transformación que él mismo propuso en su campaña y por la que trabaja todos los días. Veremos, en el 2020, si lo que él quiere se empieza a materializar o, por el contrario, empezamos a ver la repetición del fenómeno Fox.Indicadores de Gestión de AMLO. Fuente: Gobierno de la República.
Estado de cumplimento de los 100 compromisos de AMLO anunciados el 1º de diciembre de 2018. Fuente: SinEmbargo.mx
*David Markimo, fue observador electoral en 2018, 2012 y 2006. Es autor de La lucha contra la corrupción, Arte y Poder e Inteligencia y Seguridad Nacional.