*Las Ordenes del Presidente ya ni Siquiera se Disfrazan
*Cierto Cinismo en el Actuar de Diputados y Senadores
*El Costo Deberán Pagarlo los Partidos de los Desvergonzados
Por Iván Ruiz
En México somos los amos en la politización de leyes y lineamientos. Tenemos décadas de violentar lo que precisan las normas. Eso sí, nunca con la tozudez y la necedad actual. Hay cierto cinismo en ese actuar. Pareciera que lo mismo legisladores locales (Baja California) y federales, sobre todo morenistas ya se colocaron un caparazón impenetrable a la crítica, a la razón y a la verguenza para salirse con la suya.
En general todos reciben órdenes de Palacio Nacional y nadie es capaz de expresar razonadamente algún rechazo, no obstante que, como exponen los estudiosos, “… desde que México inició su independencia en 1810, en la búsqueda de procuración de justicia para evitar arbitrariedades de la autoridad, se trabajó para construir una mejor forma de gobierno, así se llegó a la división de poderes como pilar esencial dentro de la estructura gubernamental y el establecimiento de las reglas formales a seguir…”
Como señalaran el año pasado en El Congreso de la Unión en la Historia, una obra colectiva realizada por la LXIII Legislatura:
“A 101 años de lo establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la sociedad no sólo se ha incrementado, sino que es más plural, está más informada, es crítica, demandante e inquieta, y señala el actuar del Poder Legislativo, el cual cuenta con procedimientos que prueban la madurez del trato entre poderes y la integridad del sistema democrático, como la auscultación que el Congreso de la Unión realiza a los nombramientos de servidores públicos de alta jerarquía o de órganos constitucionales autónomos; o el sistema punitivo que se despliega sobre servidores públicos de alto rango; y las comparecencias”.
Así era, pero ya no y esto conllevará un costo no solamente para los partidos que hayan violentado las normas y hasta las costumbres camerales, sino también para aquellos políticos que encabezan a los grupos abusivos.
En el caso de los senadores, causa del escándalo de la semana pasada fue por el tácito fraude que se realizó con los votos para nombrar (por orden del Presidente) a Rosario Piedra Ibarra como titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que algún día fue autónoma.
No importó a estos legisladores lo que se supone debe suceder, por ejemplo, si en las votaciones realizadas hay empate, el presidente de la mesa directiva tendrá voto de calidad, pero es necesario que, para sesionar válidamente, asista más de la mitad de sus integrantes.
En la ocasión del relato que ha causado tanta indignación la trampa, presuntamente, se realizó desde antes, a pesar de que la norma interna del Senado establece que el quórum se constituye con la asistencia de la mitad más uno de los integrantes de la Cámara.
Para desgracia de todos, en México se perdió el pudor legislativo que alguna o en muchas ocasiones evitó que se notara la influencia decisiva de los presidentes de la República.
Tristemente la impudicia y la desfachatez (debido a su aplastante mayoría) son la norma para los legisladores.