CNDH, una elección a modo

Temas Centrales

Por Miguel Tirado Rasso

mitirasso@yahoo.com.mx

Cuando todavía no baja la temperatura en la Cámara de Senadores ante la polémica generada por el desaseado proceso para elegir a la nueva titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Rosario Piedra Ibarra, ahora es en la Cámara de Diputados, en donde los ánimos se calientan por la propuesta de una iniciativa de reforma constitucional que reduce, de nueve a tres años, el plazo en la presidencia del Instituto Nacional Electoral (INE) y hace rotativo dicho cargo.

El activismo de los senadores y diputados de la fracción parlamentaria de Morena y socios (PT, PES y PVEM), en su compromiso por sacar adelante las propuestas legislativas del gobierno de la 4T, no tiene límites y, en ese afán, en ocasiones incurren en prácticas reprobables, idénticas a las cometidas por sus antecesores, aunque ahora mucho se diga que no son iguales, que no son lo mismo y que todo cambió.

Con una cómoda mayoría en la Cámara baja, que les permite a los legisladores de Morena hacer reformas y ajustes a modo, resulta que, con más frecuencia de la deseada, los procesos de aprobación de las leyes son producto de un mayoriteo que, en el pasado, mereció severas críticas y presión por parte de los partidos de oposición, hasta lograr que su voz fuera escuchada y que las diferencias se resolvieran en negociaciones entre las bancadas parlamentarias de las distintas fuerzas políticas representadas en el Congreso.

Pero ahora, por la velocidad con la que se quiere cambiar el marco jurídico que regula el funcionamiento de diversas instituciones públicas, pareciera que los tiempos no alcanzan para escuchar razones ni argumentos de la oposición y, ya de negociaciones, mejor ni hablar. Se legisla, entonces, a ritmo acelerado, priorizando la cantidad sobre la calidad del contenido de las iniciativas aprobadas, a las que, no pocas veces, luego hay que parchar o corregir.

En el Senado, las cosas son un poco diferente porque la mayoría de la bancada del partido en el poder y sus socios, no es del todo cómoda y resulta insuficiente para aprobar iniciativas sin tener que negociar con las oposiciones o “convencer” a algunos senadores de otros partidos, dispuestos a dejarse seducir por el canto de las sirenas. El Coordinador de la bancada de Morena en esta cámara, Ricardo Monreal, es un político con experiencia, hábil estratega que ha sabido sortear, las más de las veces, la falta de una mayoría contundente, sacando adelante las propuestas de ley de su partido. Su sensibilidad política le ha permitido rendir buenas cuentas, sin precipitaciones. Sin embargo, en esta ocasión, el senador Monreal prefirió quedar bien, con ya sabes quién, aunque a un elevado costo.

Y es que, para la renovación en la presidencia de la CNDH, no había duda de quién era la favorita del Ejecutivo Federal en la terna que envió al Senado para su elección. Contra lo que mucho se combatió en el pasado, para evitar que un organismo como la CNDH, perdiera autonomía al ser presidida por un personaje cercano o identificado con el gobierno, en este caso se pasó por alto y se aceptó la participación de Rosario Piedra Ibarra, militante del partido del gobierno, según lo ha declarado y, abierta y públicamente, simpatizante del titular del Ejecutivo.

Lo anterior no sería problema, si no fuera porque la principal función y objetivo de este organismo es atender las quejas en contra de actos u omisiones de naturaleza administrativa, violatorios de los Derechos Humanos, por parte de cualquier autoridad o servidor público. Esto es, del Gobierno Federal. La Comisión es, pues, la defensora de los Derechos Humanos de los mexicanos frente al gobierno, quien es su contra parte, y, cuando existen lazos estrechos entre ambas partes, el cumplimiento de los objetivos y responsabilidades de la institución, tiende a dificultarse.

Pero no sólo, se pasó por alto esta circunstancia, si no que se hizo hasta lo imposible para que saliera elegida y, en esto, se llegó a manejos poco claros en el conteo de votos para su elección, que sembraron dudas sobre la mayoría calificada (las dos terceras partes de los senadores presentes), que se dijo obtuvo en la votación. El tema se enredó por la desaparición dos votos, que hicieron la diferencia para que se le atribuyera el porcentaje requerido.

Documentado con grabaciones del procedimiento, la oposición, en concreto el PAN, se inconformó y denunció manipuleo en el recuento de votos para darle el triunfo a la activista Piedra Ibarra y habló de fraude. Las declaraciones desafortunadas de algunos senadores de Morena poco ayudaron a aclarar dudas y la presión en contra de que la activista rindiera protesta del cargo, aumentó.

Y, no obstante que el Coordinador de los senadores de Morena ofreció reponer el procedimiento, finalmente, los de Morena se echaron para atrás y le tomaron la protesta a Rosario Piedra, quien asume el cargo en un ambiente enrarecido por la sospecha de una votación fraudulenta. ¡Pero qué necesidad!

Por cierto, en todo este embrollo, el otrora partidazo Revolucionario Institucional, brilló por su ausencia. Más que significativa su abstención. Triste papel de una dirigencia sometida por compromisos inconfesables.

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