Por Jesús Michel Narváez
Aunque el argumento sea que “se han portado muy bien”, el anuncio del incremento salarial para las fuerzas castrenses se interpreta como una “cola” surgida a raíz del culiacanazo y la renuncia de Evo Morales.
Es normal que cada año todos, sí, todos los trabajadores al servicio del Estado reciban un incremento en sus sueldos. No hay necesidad del anuncio con bombo y platillo, pero en la 4t se agradece el esfuerzo que realizan soldados y marinos “porque se han portado muy bien, sobre todo ahora que tienen como tarea, entre otras, la de garantizar la seguridad pública”.
Qué bueno que se admita que sin los militares y marinos la seguridad sería un caos mayor al que se ha vivido en el país durante la última década.
Porque si bien es cierto el gobierno de Andrés Manuel López Obrador heredó la crisis también lo es que “su” estrategia para combatir la violencia con abrazos y no balazos ha resultado igual de fallida que las aplicadas por Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Y no se trata de descalificar el esfuerzo que se realiza. No. Pero tampoco se puede aplaudir cuando, parafraseando al presidente López, el cementerio que le dejaron ya se amplió y de manera alarmante. De acuerdo con número del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2019 podría cerrar con el más elevado número de homicidios dolosos y la cifra alcanzaría las 35 mil víctimas.
El presidente López ha solicitado un año más para pacificar el país. Al inicio de su mandato se comprometió que en 6 meses habría resultados positivos. Aunque el secretario de Seguridad Ciudadana, Alfonso Durazo afirmó que se llegó a un “punto de inflexión”, la violencia no cede y las más recientes pruebas son las masacres en Sonora, Guerrero, Jalisco y Chihuahua; el evento más sonado y que generó críticas al por mayor, el culiacanazo, marcó a la actual administración durante los primeros 11 meses de 2019.
Lo ocurrido el 17 de octubre en Culiacán debilitó el espíritu guerrero de los militares y prueba de ello fue el desayuno de unos días después en el cual habló el general Gaytán Ochoa y cuyo discurso propició los descalificativos presidenciales y dio origen a la trama de un supuesto golpe de estado en preparación.
Recompensar a los soldados con el incremento salarial, aunque mínimo pero por arriba de la inflación -¿cuánto más del 3 por ciento que pronostica el Banco de México?- no sanará la herida de la derrota a manos de sicarios del cártel de Sinaloa.
Es curioso el comportamiento presidencial. El día de los hechos en Culiacán no estaba enterado, según confesó en la mañanera del lunes siguiente; después reconoció la decisión del gabinete de (in) seguridad y lo justificó porque se evitó el baño de sangre y, por supuesto, los daños colaterales.
Hoy los militares viven cargando sobre sus espaldas la dolorosa derrota, como se le quiera ver, que melló su orgullo y dejó en entredicho la inteligencia para realizar el operativo que, su propio comandante, el titular de la Defensa Nacional, se encargó de calificar como impreciso.
Por cuanto al resto de la burocracia, la que gana menos, el incremento de un 5 por ciento no la sacará de la pobreza. Pero en fin…
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