Por Jesús Michel Narváez
Parece un distractor, cortina de humo o ganas de estar bajo los reflectores y mostrarse como el Gobierno que frena el tráfico de armas a México.
Hay que partir de la base de que la venta de armas en Estados Unidos está permitida y si en las fronteras con México existen miles de armerías, las ventas se hacen solamente a ciudadanos estadounidenses que son plenamente identificados al realizar las compras.
Si allá no es ilegal vender y comprar armas, aunque las expendan en tiendas localizadas en las fronteras, de aquel lado, las que ingresan de manera ilegal a México no es responsabilidad de las aduanas de la Unión Americana sino de las mexicanas.
No descubro el hilo negro ni el agua tibia.
Pero parece que en el Gobierno de la 4t sí se han vuelto científicos y creen que un “acuerdo” para impedir el ingreso de armas ilegales a México orillará, que no obligará, a Estados Unidos a tener mayor vigilancia en la venta de las letales pistolas, metralletas, ak-47, ametralladoras .50 o lanzabazukas.
Lo que tendría que hacer el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador es ordenar al canciller Marcelo Ebrard que establezca los protocolos con el SAT a fin de que las aduanas mexicanas revisen hasta con lupa maletas, autos y pasajeros que utilizan vuelos comerciales o lo hacen por la vía marítima.
Resulta inexplicable que un lanzacohetes tierra-aire no sea detectado por los sensores de metal que se ubican en todos los aeropuertos en las aduanas.
No es novedad saber que en las aduanas mexicanas la corrupción campea y que las revisiones a los autos con placas mexicanas que cotidianamente cruzan la “línea” e ingresan a territorio norteamericano y a su regreso no se les revise cuidadosamente.
Con mostrar la tarjeta verde basta. O enseñar el pasaporte. El agente aduanal que solamente pregunta: ¿trae algo prohibido? y recibe como respuesta un no en voz bajita, ordena “adelante”.
No hay revisión de ninguna especie salvo cuando los aduaneros reciben el “pitazo”.
Las armas no entran caminando. No lo hacen por las zonas áridas o agrestes. Ingresas al país, en la mayoría de las ocasiones, desarmadas. Pieza por pieza. Y hasta se convierten en tubos de mofle.
Hablar de que Estados Unidos frenará el “tráfico de armas” no deja ser una quimera.
Si el Presidente hizo famosa la conocida de por sí frase de que se debe barrer de arriba hacia abajo, no se entiende que en aduanas no haya empezado la limpia y que cotidianamente ingresen al país armas mediante subterfugios o cuantiosas dádivas.
Marcelo Ebrard gasta pólvora en infiernitos, porque en Estados Unidos ni dejarán de vender armas a sus ciudadanos como lo marca la Constitución en su artículo segundo. Los comerciantes en armamento tienen el negocio asegurado mediante la venta de pistolas, rifles, bazukas, lanzagranadas, lanzacohetes etcétera a sus ciudadanos. Lo que éstos hagan con lo adquirido no es de su incumbencia.
Luego, entonces, ¿qué se busca con oxigenar un posible acuerdo entre ambos países para frenar el tráfico de armas? De aquel lado de la frontera nadie está obligado a revisar el auto que ingresa a México.
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