Por Emilio Hill
Olimpia (J.M Cravioto, Gabriel Mariño, 2018) el más reciente filme sobre los hechos ocurridos el 2 de octubre de 1968, no se separa mucho de la narrativa que se sigue de manera habitual sobre el tema. Es, incluso, un trabajo de género. Gana sin embargo en la mirada generacional, ya los directores no habían nacido cuando se dieron estos hechos.
Puede en algún punto ser algo ingenua y a estas alturas no resulta el tema una novedad, pero hay por lo menos una propuesta estética, que parte del pintado superpuesto y puede llegar a conectar la trama con una generación algo distante al acontecimiento.
Varias películas, aunque la lista tampoco es muy larga, han abordado la llamada matanza de Tlatelolco. Se puede iniciar con el recuerdo del filme El Grito (Leobardo López Arretche, 1968), primer largometraje del entonces CUEC, hoy Escuela Nacional de Artes Cinematográficas.
El Grito, documental, hace un recuento del movimiento estudiantil desde sus inicios hasta la masacre la tarde del 2 de octubre. En realidad, la autoría de este trabajo es múltiple, varios estudiantes del CUEC, pero el material fue organizado por López Arretche, quien recibió el crédito final. Poco tiempo después, en julio de 1970 se suicidaría.
La película cuenta con un guión de la periodista italiana Oriana Fallaci y música de Óscar Chávez. Su estreno oficial fue el 23 de junio de 1976, dentro del ciclo “Cine mexicano no Industrial”, en el Salón Rojo, de la entonces Cineteca Nacional. Sin embargo, tuvo algunas proyecciones alternativas que lograron eludir la censura. Diferentes recintos, como el Auditorio Che Guevara y Cineclubes, hicieron posible que este testimonio se conociera antes.
En contraste con El Grito y su brutal testimonio de los hechos, está Olimpiada en México (Alberto Isaac, 1969). En medio de la convulsión, este documental, más en un tono propagandístico, se regodeaba en el silencio y la fiesta deportiva. Es narrado por el entonces galán Enrique Lizalde. La intrascendencia del filme, le ha cobrado factura.
En el primer caso, El Grito es un referente invaluable, conmovedor, de los hechos ocurridos. En el segundo, y en el mejor de los casos, su utilidad se reduce a material de crestomatía.
Por otro lado, El Grito, es un antes y un después dentro del cine mexicano. En plena crisis de la industria fílmica nacional, el documental fue el banderazo de salida –junto con La fórmula secreta (Rubén Gámez, 1965) – de un cine independiente, que se separaba de las convenciones narrativas, ya para entonces ahogada en la repetición de temas o las peripecias de jóvenes anodinos, que no reflejaban la realidad.
Sería, hasta el sexenio de Luis Echeverría que por medio de la coproducción con el Estado, una nueva generación de cineastas tendrían la oportunidad de ofrecer una propuesta diferente en cuanto a temas.
Directores como Arturo Ripstein, Jorge Fons, Felipe Cazals, Jaime Humberto Hermosillo, tocarían temas antes vedados para la cinematografía.
En el caso de Cazals, la guerrilla urbana se abordaría como tema en Bajo la Metralla, película ya de 1983. Y los acontecimientos del 2 de octubre serían vistos a través de la mirada de una familia en Rojo Amanecer, dirigida por Jorge Fons en 1989. Pero el germen de estos trabajos se encuentra en la segunda mitad de los años sesenta en trabajos como El Grito y el cine independiente. Y poco tiempo después la coproducción setentera echeverrista con el Estado.
La romantización, no es ajena al tema del 68. Un claro ejemplo es Tlatelolco, Verano del 68 (Carlos Bolado, 2013), un cargado culebrón, más fresa que contestatario y propositivo con Cassandra Ciangherotti, Juan Manuel Bernal, José Bichir y Roberto Sosa, en el papel de Díaz Ordaz.
A pesar del resbalón que significó está película, el tema ha sido abordado de manera más bien formal.
La próxima semana seguiremos con el tema.