*Lo Iban a Detener cuando Oficiaba la “Hora Santa”
*Previamente Había Sido Visitado por el Gobernador
*Era muy Apreciado y fue una Bomba Mediática
*Poco Antes Había Pedido Perdón al Papá de la Agraviada
Por Rafael Navarro Barrón*
En febrero del 2019, un grupo de agentes ministeriales al servicio de la Fiscalía General de Justicia de Chihuahua, llegó a la sede parroquial de la Santa María de la Montaña en Ciudad Juárez, Chihuahua, para ejecutar una orden de aprehensión en contra del sacerdote católico Aristeo Trinidad Baca, un hombre de 73 años, 44 años dedicado al servicio de la Iglesia Católica.
La detención fue el 9 de febrero; era sábado. Un día antes, el día 8 de febrero, el sacerdote presidió la llamada “hora santa”, uno de los actos litúrgicos más solemnes del catolicismo. El sacerdote abrió el Sagrario ese día y expuso el copón que contiene las hostias consagradas.
Aristeo Baca, el llamado “sacerdote modelo” de Ciudad Juárez, ignoraba que en el templo, entre las bancas, había un grupo de agentes de la policía ministerial que lo iban a detener.
El momento solemne, en donde se utiliza la mirra y el incienso, cautivó a los agentes que recibieron la orden de no detenerlo en el interior del templo. “Esperen que salga de la misa (en realidad era la hora santa), cuando esté en la vía pública…”, fue la instrucción otorgada por la Fiscalía de Género del gobierno estatal.
Unos días antes, el gobernador Javier Corral asistió, junto con la secretaria de Innovación y Desarrollo Económico, Alejandra de la Vega y otros personajes políticos, a la casa del sacerdote, pero no tocaron el tema.
El sábado 9 de febrero, el sacerdote católico no salió de casa en todo el día. Estaba deprimido. Sabía que en cualquier momento sus actos inmorales le tocarían la puerta y le cobrarían la factura.
Ya por la tarde, cuando el sacerdote se disponía a salir a un asunto que tenía pendiente. En la puerta de la casa parroquial lo esperaban, otra vez, los agentes ministeriales que se negaron a actuar un día antes.
Aristeo no sospechaba lo que iba a ocurrir ese día. La visita del gobernador y algunos funcionarios de alto nivel a la casa parroquial, le dieron cierta esperanza.
El grupo mixto de agentes ministeriales se acercó al sacerdote. Uno de los policías le indicó que “estaba detenido”, que los acompañara a la Fiscalía de Género, que “allá le explicarían lo que estaba ocurriendo”.
El sacerdote se mostró sereno. Respondió con cierta tranquilidad a lo que era el inicio de su caída pastoral. Durante el camino a la Fiscalía no emitió comentario alguno, parecía rezar en voz baja. El mismo silencio privaba en los agentes ministeriales.
Un ambiente lúgubre, como un día antes en la exposición del Santísimo Sacramento, privaba en la Fiscalía de Género donde ya lo esperaba un grupo de abogados. Javier Corral y el Fiscal General del Estado, César Augusto Peniche Espejel, daban seguimiento a la detención, vía telefónica.
El sacerdote entró por una puerta trasera, por donde entran los que han cometido un delito contra la integridad de las mujeres y los niños.
El Agente del Ministerio Público leyó al prelado los derechos y se le indicó por qué estaba detenido.
Una periodista, cercana al gobierno estatal, empezó a difundir la noticia “como rumor” para menguar el impacto mediático. A los pocos minutos la información se había viralizado y se había convertido en una verdadera bomba.
El sacerdote escuchaba atento, intimidado por la gente que lo rodeaba, sentía pena y en dos ocasiones se derrumbó frente a los agentes de la Fiscalía de Género.
Después de leído el documento, -con la narración detallada de la víctima, una mujer, ahora de 12 años, pero que empezó a ser agredida sexualmente por el sacerdote cuando tenía 8 años-, Aristeo Baca aceptó los hechos.
El silencio volvió al lugar. “Todo lo que han dicho es real, es cierto”, dijo el ministro católico.
De hecho, el Padre Aristeo acudió a la empresa donde trabaja el padre de familia de la menor ofendida. Lo esperó en recepción hasta que terminó su turno. Los videos de la empresa están en poder de la Fiscalía. Las cámaras captaron el momento del encuentro. Sabía que lo habían denunciado en la Fiscalía de Género y que pronto esa denuncia tendría consecuencias
El sacerdote le pidió perdón al padre de la menor mancillada. No hubo respuesta, el padre se quedó hablando solo, sin perdón.
Luego vendría la detención, el escarnio público y los deseos desmesurados del gobernador y sus aliados por liberar a un sacerdote que se siente juzgado por la sociedad y, de no llegar el arrepentimiento, un día será juzgado por Dios.