La Vida no Vale Nada

Por Alberto F. Mena Mallén

«La Vida no Vale Nada» Canción Popular Mexicana

“Don Gamaliel sintió la vecindad de la muerte y él mismo preparó sus exequias con detalle y lujo. El yerno no pudo negarle los mil pesos sonantes que el viejo exigió. El catarro crónico se fue endureciendo, como una burbuja de vidrio hirviente puesta al sol y pronto el pecho se le cerró y los pulmones no pudieron tomar más aire que el delgado, frío, que lograba colarse entre las rendijas de una masa de flema, irritación y sangre.

«Ah sí, objeto de un placer ocasional.»

“El viejo ordenó una carroza chapeada de plata, cubierta por un palio de terciopelo negro y arrastrado por ocho caballos que debían lucir las bridas de plata y un plumaje negro sobre el tupé. Se hizo conducir en silla de ruedas hasta el balcón de la sala mientras la carroza y los caballos enjaezados pasaban, una y otra vez, por la calle y frente a su mirada de fiebre.

«¿Madre? Qué parto sin alegría, sin dolor.»

“A la joven esposa le dijo que sacara los cuatro grandes candelabros de oro de la vitrina y los puliera: debían rodearlo tanto en el velorio como en la misa de cuerpo presente. Le rogó que ella misma lo afeitara, porque la barba seguía creciendo durante varias horas: el cuello y los pómulos solamente, y un poco de tijera en la piocha y los bigotes. Que le vistiera con la pechera dura y el frac y le diera un veneno al mastín.

«Inmóvil y muda; por orgullo.»

“Heredó a la hija sus propiedades y designó al yerno usufructuario y administrador.

Sólo en el testamento lo mencionó. A ella la trató, más que nunca, como a la niña que había crecido a su lado y jamás habló de la muerte del hijo, ni de aquella visita, la primera. La muerte parecía la ocasión para apartar piadosamente todos esos hechos y restaurar, en un acto final, el mundo perdido.

«¿Tengo derecho a destruir su amor, si su amor es verdadero?»

“Dos días antes de morir, abandonó la silla de ruedas y se acostó en la cama.

“Recargado contra una masa de almohadas, mantenía su postura elegante y erguida, su perfil aguileño y sedoso. A veces alargaba la mano para asegurarse de la cercanía de su hija. El mastín gimoteaba debajo de la cama. Los labios lineares, al fin, se abrieron con un espasmo de terror y la mano ya no pudo alargarse. Permaneció sobre el pecho inmóvil. Ella se quedó allí, contemplando esa mano. Era la primera vez que presenciaba la muerte. Su madre había muerto cuando ella era muy pequeña. Gonzalo murió lejos.

«Entonces, es esta quietud tan cercana, esta mano que no se mueve.»

“Muy pocas familias acompañaron la gran carroza en su recorrido hacia el templo de San Francisco, primero y al cementerio del cerro después. Temían, quizá, encontrarse con él».

Algunos párrafos del libro de Carlos Fuentes «La Muerte de Artemio Cruz», elaborado en 1962, nos señala que quién tiene una vida considerada como “normal” -y en esa época-, puede preparar sus funerales con anticipación tal y como lo describe el autor. También había quienes morían violentamente, pero no en la cantidad de ahora.

Pero conocemos de acuerdo a nuestra historia actual que ahora varían mucho las condiciones para morir. Existen familias que preparan todo para que nada se complique en la hora final; hay empresas que incluyen los servicios funerarios para pagar a plazos y que incluyen todo lo necesario, aunque siempre hay gastos extras que se deben pagar en esos momentos.

Hay otras personas que mueren por enfermedad, porque no se atendieron a tiempo o porque tienen un mal congénito que los lleva a la tumba sin remedio. Asimismo, hay individuos que se accidentan y mueren o los matan en un accidente, y también hay quienes mueren de forma instantánea de forma natural y hay quienes fallecen violenta y súbitamente sin saber qué les pasó.

De acuerdo a autoridades de salud capitalina en la Ciudad de México 40 personas al día pierden la vida por enfermedades del corazón, 28 por la diabetes mellitus y 22 por tumores malignos; son los tres padecimientos que concentran el 53% de las muertes de los capitalinos. En 2016 de acuerdo a datos oficiales hubo 33 mil 247 de las 62 mil 230 personas, que murieron por esas tres causas.

Mientras que las autoridades judiciales, en su página destacan el número de delitos que se cometen en el mes de julio, entre ellos el de las personas que mueren por homicidios o robos violentos y la cifra alcanzó los 20 mil 225, lo que deja un récord, principalmente en los homicidios y un alza en la violencia en 4 años que ya rebasa el 70 por ciento, en el primer semestre de este año en el país.

Con AMLO suman casi 20 mil 600 las personas asesinadas; el promedio diario subió por segundo año consecutivo. Junio y febrero de 2019, los meses más violentos en 22 años.

La Ciudad de México registra en el primer semestre una tasa de 8.97 casos por cien mil habitantes, por debajo del promedio nacional pero superior a la del estado de México, que reporta 7.37 asesinatos en el primer semestre de este año.

Como se dice, no hay hora o lugar para morir, pero cuando hay violencia, feminicidios, secuestros con asesinatos, matazones directas en lugares públicos, o simplemente que lo dejen a uno inválido o parapléjico, se generan múltiples problemas, muchos de ellos graves para familiares, que con los días éstos aumenten considerablemente.

Sólo basta dialogar con viudas, huérfanos, o padres dependientes de quien muere para conocer tristes historias que poco llaman la atención pública y de las que la autoridad hace como que no las ve, ya que hasta el momento no ha podido controlar la violencia y la inseguridad que se vive en casi todo el territorio nacional y en la capital del país.

Hasta la fecha lo único que se ha podido ver es la creación de la Guardia Nacional, a la que le tienen demasiada esperanza de que opere adecuadamente para poder disminuir dichos índices, pero hay que esperar un tiempo, mientras los delitos van en aumento. Faltan muchas otras acciones de gobierno para que realmente se pueda tener éxito y los expertos ya lo han señalado reiteradamente, pero no les hacen caso

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