Las Historias que Envuelven al Museo del Arte Popular

Reportaje

Por Susana Vega López

Se cuenta que hace muchos años, al salir de una parroquia cercana, un chante (cantante de iglesia) escuchó el llanto de una niña en este predio que más tarde se convirtió en la “Casa de las Recogidas” un orfanato de la época de Porfirio Díaz que con el tiempo fue trasladado a otro lugar.

Este edificio fue la primera estación de bomberos en la Ciudad de México (planta baja y primer piso) y al mismo tiempo el primer cuartel de policía (segundo y tercer piso);  también fue oficina de la Tesorería Nacional (ahora Hacienda), y sede de la Secretaría de Marina (hasta 1985) cuando el terremoto lo deja dañado; tiempo después, el gobierno de la ciudad decide rescatar el inmueble para resguardar una colección artesanal que dio paso a lo que es el Museo de Arte Popular (MAP).

Fue en 2006 cuando se inaugura como el Museo de Arte Popular, con un estilo Art Decó, que consta de cinco salas de exposición permanente donde se promueve y preserva el arte popular de la República Mexicana (Esencia, Vida cotidiana, Lo fantástico, Lo sagrado, y Exposición temporal). Se exhiben más de tres mil objetos artesanales de barro, textil, cerámica, maderas, cestería, metal, cartón, orfebrería, vidrio y pintura popular, además de que se organizan talleres artesanales para el público en general.

En su patio central (ahora techado con domo transparente) se estacionaban los carros de bomberos y allí es donde Cantinflas protagonizó parte de la película “El Bombero Atómico”. Se puede apreciar la escalera en caracol o espiral que rodeaba el tubo por donde se desliza este el cómico internacional.

Historias se relatan muchas, pero llama la atención el caso de una pequeña que murió al caer del tercer piso por tratar de alcanzar su pelota… se dice que por las noches se llega a escuchar el rebote de la pelota y desaparecer a una niña.

Resalta, a la entrada del MAP, un “vochito” decorado en chaquira multicolor que asombra a los visitantes por la complejidad del arte huichol que requiere de mucha paciencia para haber pegado, con cera de Campeche, estas diminutas piezas. A un costado se localiza una tienda donde los artesanos ofrecen sus productos sin intermediarios y donde se paga un precio justo.

En la sala de Exposición temporal concluyó, el pasado 11 de agosto, la exposición México Textil Sur/Sureste que permitió conocer a la mujer en su faceta de tejedora.

Luis Flores, guía del museo, resalta a la entrada de la sala, las figuras de mujer de Jaina (una pequeña isla de Campeche, municipio de Hecelchakán), donde se distingue el color azul de jaina -como se le conoce por lo especial del tono- que dan paso a la exposición donde la figura femenina es la actriz principal.

Huipiles de Algodón, Lana, Henequén, Corteza y Fibra

Se muestran prendas de vestir llamadas huipiles, hipiles y/o ternos de varios grupos étnicos, realizados con corteza de árbol, lana, algodón, henequén y fibra de maguey. Y como son del sur, los estados que resaltan son: Chiapas, Oaxaca, Yucatán y Guerrero, principalmente.

Son blusas o vestidos ancestrales tejidos en un telar de cintura y urdidos en una sola pieza. Lo usan personas con cierta jerarquía según los usos y costumbres que marcaban (y a la fecha marcan) los diferentes pueblos.

El guía habló de huipiles oaxaqueños, chiapanecos y amuzgos elaborados en telares donde resaltan líneas, brocados, figuras geométricas, flores y animales.

Detalló que, en Oaxaca, en el Istmo de Tehuantepec, las mujeres se caracterizan o distinguen por su vestimenta, no por la cantidad de dinero que poseen sino por la hechura de su traje. No importa si tienen mucho o poco dinero, sino que se miden por el trabajo y el tiempo que invirtieron para realizar su vestimenta.

Colores Naturales

Se cuenta con algodón blanco, café (o coyuchi) y algodón verde, color que está en extinción. Para teñir los hilos se usan tintes naturales como la grana cochinilla, el añil, y/o el caracol púrpura (también en peligro de extinción).

La grana cochinilla es un insecto parasitario que crece en las pencas de las nopaleras que al llegar a la edad adulta se cubren de un polvo blanco llamado cera. Se emplea como colorante para lo cual se recolecta, se extiende sobre un comal a fuego lento para que se tueste; también los animalitos de grana cochinilla se pueden dejar a rayo de sol o poner en un temazcal para obtener el color. Cabe mencionar que sólo la hembra da el color. Es una especie de plaga que crece en los nopales de México, Perú y Chile.

De este producto se puede obtener el color naranja si se mezcla con limón porque con la acidez del fruto varía el color hasta dar con el naranja, dijo el guía y afirmó que el barro se utiliza como fijador de color, lo mismo que el alumbre, para lo cual se sumergen las madejas de hilo para sellar el color que le van a poner.

Al hablar del huipil de lana mostró un cardador o utensilio para cepillar el pelaje, suavizarlo y quitarle insectos, basuritas o restos de yerbas secas que se tornan molestos si no se efectúa esta maniobra.

Durante el recorrido, explicó desde la forma de hacer los hilos, de colocarlos en el telar y bordarlos, además de referir que las mujeres tienen el abdomen duro porque cada vez que tejen dan un golpe a la altura del estómago para ajustar los hilos.

Hay hilos que sólo se tiñen una vez al año, como sucede con el color que da caracol púrpura (en peligro de extinción). Éste aparece en mayo en los acantilados de las costas donde se tiñe sobre las piedras, pues se debe sacar el molusco para lo cual se mete un palo al caparazón y se saca el animal que al verse invadido lanza su tinta como mecanismo de defensa y ésta es de color verde, azul, rosa, lila y púrpura.

En verdad que la historia de los textiles y las tejedoras es muy interesante. Para concluir, cabe señalar que el último miércoles de cada mes el MAP realiza el espectáculo de Los alebrijes iluminados, y el próximo sábado 19 se realizará el desfile de alebrijes monumentales que saldrá del Zócalo para llegar al Ángel de la Independencia; desde 2007 que se realiza y ese año se contaron 30 carros, en 2018 fueron 190 y para el presente se espera llegar a los 200. ¡Vamos!

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