Por Nidia Marín
Hubo un tiempo en que México fue un país de instituciones y de leyes, así lo dirán seguramente dentro de unas décadas algunos de los personajes de la tercera edad que sobrevivan a la 4T.
Y lo decimos porque, implacable continúa el desmantelamiento de todo aquello construido durante los últimos cincuenta años y que estorba al Presidente, más que a sus colaboradores quienes simplemente dan su aval.
Igual de encarnizadas continúan desde la tribuna del máximo poder de la nación las diatribas contra aquellos que han osado defenderse y rechazar la serie de imprecaciones y hasta insultos pronunciados en la mayoría de las veces injustamente.
La política, casi de tierra arrasada en materia burocrática está en marcha. Como ocurre militarmente en las guerras, hoy se aplica en contra de todo lo que pudiera ser de utilidad al enemigo, porque éste, el enemigo, para nuestra desgracia es una buena parte del pueblo mexicano.
El cierre de varios centros de salud (total o parcialmente), de educación, ciencia y tecnología, lo mismo de la secretaría de Cultura o del Instituto Nacional de Antropología e Historia, así como la abolición por decisión unipersonal de los organismos autónomos (aunque haya columnistas que los consideren “extrañas protuberancias del Estado Mexicano”) más las oleadas de desempleados como consecuencia de su plan de austeridad tienen intranquilos a muchos sectores, varios de los cuales se encuentran dentro del propio gobierno del tabasqueño.
En esas áreas, la preocupación radica, además, en las actitudes beligerantes del mandatario, un día sí y el otro también, de tal manera que no pasa fecha sin que rompa lanzas contra el que se le ponga enfrente o a larga distancia… menos con Trump.
En cambio, el fin de semana pasado, en esa gira a trompicones por un hospitales del sur y sureste mexicano, en el de Zongolica, Veracruz, los manifestantes afectados por sus políticas de recortes y desempleo tiraron vayas, gritaron y reclamaron, mientras AMLO en el mitin peleaba a larga distancia con el ex titular del Coneval, Gonzalo Hernández Licona, organismo que ya advirtió va a desaparecer porque nadie lo conoce, lo cual evidentemente solicitó que fuera avalado a mano alzada por los asistentes. Después dijo que no desaparece. Por cierto, para medir la pobreza los pobladores no tienen que conocer a la institución.
El asunto es que, posteriormente, se trasladaría a Oaxaca, entidad que atraviesa por una incontenible ola de violencia y donde asesinaron a siete, aunque hay que acotar que en Chiapas (ha de estar muy contento) asesinaron a dos biólogos,
No sería todo porque el día anterior, en ese mismo estado, esposas de los cinco policías secuestrados en Ocosingo desde hace diez días, por el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo le pidieron su intervención.
Ciertamente el presidente peleaba hasta con los molinos de viento y el baño de sangre cubría buena parte de la República, de frontera a frontera (en Tijuana 20).
Por toda esa descomposición que se observa en varios renglones en el país es que existe la preocupación no sólo de quienes observan los toros desde la barrera, sino de muchos de sus colaboradores y sobre todo de aquellos que abandonaron sus partidos, en busca de hueso o no, y que hoy miran la descomposición en marcha.
Ellos a la chita callando y a veces no tanto han considerado que hay algunos personajes evidentemente que son enemigos de sí mismos, llevan a cabo un autosabotaje, que desgraciadamente afecta también a muchos, lo cual trasciende allende las fronteras y los mares.
Los observadores involucrados tienen pena ajena de lo que está sucediendo, aunque subsista en ellos la prudencia, misma que debería ser norma dentro del gobierno.
Martí Batres en entrevista para El Sol de México dice, por ejemplo: “Quien desee vulnerar a AMLO no es amigo”. Y nosotros consideramos: tampoco son sus amigos los miles de mexicanos a los que AMLO ha vulnerado.
En fin, en dos días más México ingresará al octavo mes de gobierno de esta su nueva administración y los votos son porque haya mejoría, más seguridad, inauguración de la reflexión previa y menos confrontaciones estériles.
