*Jiménez Espriú, Juan Ramón de la Fuente y José Narro
*Vetan Pero no Votan: Slim, Mario Molina, Neri Vela…
*Enrique Graue Pudiera ser Redesignado por Otro Periodo
*Tras la Venera: González Pérez, Alcocer Martínez y Ruíz Gutiérrez
*En Plena Lucha por la Autonomía se Efectúa el Proceso
Por Jesús Michel Narváez
Noviembre, la fecha fatal. Peligrosa para la soberanía de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Es el tiempo de la “redesignación” del Rector. Porque no se elige. Se designa por la Junta de Gobierno.
Si Enrique Luis Graue Wiechers (nombre completo del oftalmólogo que mantiene en alto la dinastía iniciada en el siglo XIX) logra otro periodo, los médicos habrán impuesto un récord: 24 años al frente de la máxima casa de estudios.
Sin embargo, los escenarios que se presentan para la ratificación de Graue Wiechers distan mucho de ser los mismos que lo llevaron a la Rectoría, al suceder a José Narro Robles, aquel 17 noviembre de 2015.
Porque ahora Luis Raúl González Pérez, presidente de la CNDH y Sergio Alcocer Martínez de Castro, exsubsecretario de Relaciones Exteriores e integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM también quieren la venera, la Rectoría.
En el caso del ombudsman, quien fuera abogado general con José Narro y forma parte del equipo que construyó Jorge Carpizo McGregor, su aspiración cobra fuerza cuando se interpreta que difícilmente sería ratificado por el Senado de la República para un segundo periodo. (El pasado 3 de junio no pudo rendir su informe anual de labores ante el presidente López Obrador, quien canceló el evento. Por primera ocasión en 29 años un Jefe del Ejecutivo Federal no escucha la relatoría).
De Sergio M. Alcocer Martínez se tiene el antecedente de que hace cuatro años renuncio a la Subsecretaría para América del Norte de la SRE para estar en condiciones de competir por el máximo cargo de la UNAM. Hoy insistirá en lograr su objetivo.
Muchas manos mecen la cuna en la UNAM.
Hay quienes desde el Gobierno federal pretenden influir en la decisión autónoma de la máxima casa de estudios.
Están pendientes y tiene su punta de lanza en el secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú.
También influye el embajador permanente de México en la ONU, Juan Ramón de la Fuente, jefe del grupo político de Medicina en la UNAM.
Su voz se escuchará en el momento de la redesignación del sucesor.
En la Jefatura de Gobierno de la capital del país, se intenta que Rosaura Ruiz Gutiérrez, hoy secretaria de Educación Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México y exdirectora de la Facultad de Ciencias, se apoltrone en la silla de la Rectoría y cumpla su anhelo. Sin embargo, por ser miembro de la Junta de Gobierno, lo que le impide aspirar a suceder a Graue.
Otra voz que tiene peso y cuenta con respaldo de por lo menos la mitad de los integrantes de la Junta de Gobierno es José Narro Robles, quien ha perdido fuerza por su militancia en el PRI al que busca dirigir en los momentos más difíciles del que fuera llamado el “partido de Estado”.
También están las voces de los que vetan pero no votan. Y todos ellos son poderosos comenzando con Carlos Slim y pasando por personajes como Hugo Sánchez, Mario Molina, Rodolfo Neri Vela, Elena Poniatowska, Francisco Gonzalo Bolívar Zapata y Alfonso Cuarón.
Como el 44º Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y surgido de la Dirección de la Facultad de Medicina, Graue siguió los pasos de Juan Ramón de la Fuente y José Narro Robles. De ser ratificado en el cargo, Medicina habrá gobernado la UNAM desde finales del siglo XX y llegará hasta la cuarta parte del XXI.
RIESGO: PERDER AUTONOMÍA
Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó la iniciativa de ley para reformar el artículo tercero constitucional, una modificación encendió las alarmas en la UNAM y en las universidades que gozan de autonomía: se desaparecen los párrafos relacionados a la autonomía de las universidades.
Graue encabezó las protestas que encontraron eco en la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), que aglutina a las 31 universidades que se rigen por el estatus de autonomía y que obligaron al Jefe del Ejecutivo a retirar la modificación.
Fue el 18 de diciembre del año pasado, cuando el primer periodo de sesiones de la XLIV Legislatura estaba por fenecer cuando llegó al Senado de la República la propuesta de una “nueva reforma educativa” que sepultara la “mal llamada reforma educativa de Peña Nieto”. La redacción propuesta “pasó de noche” hasta que en la UNAM repararon en el texto.
Ahí comenzó la guerra por la defensa de la autonomía universitaria. El desgaste de los rectores que apoyaron al de la UNAM, fue notorio, pero finalmente lograron el propósito de que la autonomía prevaleciera en el texto constitucional.
Sin embargo, en el Gobierno federal hubo voces que defendieron la propuesta presidencial y en el Congreso también surgieron las de algunos legisladores que ni siquiera habían leído la iniciativa y ya se pronunciaban por aprobarla.
Para Graue fue la prueba de fuego en su Rectoría. Dejar pasar la modificación habría implicado la intervención del Gobierno, de manera directa, no solo en los planes de estudio sino en la administración de recursos.
No obstante la victoria –hay quienes dicen que fue pírrica-, en la administración gubernamental está vigente la intención de eliminar la autonomía y por ello lleva a cabo su proyecto de construir 100 universidades que no cuenten con ese rango, sino que dependan directamente de la Secretaría de Educación Pública.
La autonomía de la UNAM llegó 19 años más tarde de su fundación.
Luis Arturo Salmerón, publicó íntegramente un análisis en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 35. Este es un resumen tomado de la editora:
“El 10 de julio de 1929 el presidente Emilio Portes Gil promulgó la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México, con la que nuestra máxima casa de estudios alcanzó al fin la autonomía.
“La Universidad Nacional de México, heredera directa de la Real y Pontificia Universidad de México (la más antigua de América), fue fundada en 1910 por el maestro Justo Sierra como parte de un ambicioso, sólido y novedoso proyecto educativo, pero llegó la Revolución mexicana y durante la violenta década siguiente la Universidad languideció, sobreviviendo apenas.
“Fue en 1920, cuando el país recuperó una paz relativa y se asentó firmemente en el poder el grupo vencedor de la Revolución, que la nueva Universidad pudo efectivamente iniciar sus tareas sustantivas y atender las crecientes necesidades de educación y cultura de nuestra patria.
“Bajo la generosa e infatigable dirección de José Vasconcelos, la Universidad adquirió la presencia en la vida nacional que Justo Sierra había pretendido darle y empezó a ser la institución formadora de las élites políticas e intelectuales de México; además, la matrícula y la calidad de su planta docente aumentaron considerablemente.
“Así pues, en los años veinte la Universidad había cobrado vida nueva. En ese contexto estalló la huelga estudiantil de mayo de 1929, en contra de algunas medidas administrativas de escasa importancia. Sin embargo, pronto los huelguistas dejaron atrás esas limitadas demandas para exigir un cambio a la Ley Orgánica, pues seguía vigente la de 1910, así como un aumento del presupuesto, el cual apenas se había duplicado, a pesar de que la matrícula se había multiplicado por cinco. La huelga se extendió hasta afectar a 22 escuelas y 18 mil alumnos.
“El gobierno entró en negociaciones con los huelguistas a través del doctor José Manuel Puig Casauranc, exsecretario de Educación, quien luego de escuchar las demandas de la grey estudiantil, recomendó al presidente la solución del conflicto y la prevención de conflictos posteriores mediante “la concesión de una absoluta autonomía técnica, administrativa y económica a la Universidad Nacional”.
“La autonomía demandada por los estudiantes se entendía como la independencia frente al gobierno y la designación de autoridades en el seno de la institución y con sus propios mecanismos. El tema ya había sido ampliamente debatido en los años anteriores, pues en 1928 se había formado una comisión de universitarios que redactó un proyecto de Ley Orgánica cuyos puntos medulares fueron retomados por Emilio Portes Gil en la ley expedida en julio de 1929.
“El presidente recibió a los líderes de los huelguistas el 29 de mayo y les ofreció esa solución, recibida con entusiasmo por los universitarios. El 3 de junio iniciaron los debates en el Congreso de la Unión sobre el proyecto de Ley Orgánica enviado por el presidente, que reformaba la de 1910. El 10 de julio de 1929 se expidió la Ley Orgánica de la UNAM, con carácter independiente desde entonces. Dos días después, en una asamblea estudiantil, se dio por concluida la huelga que duró 68 días”. Hasta aquí el texto.
En el esquema de que el neoliberalismo dañó la educación superior a la que está obligado el Estado Mexicano, juegan un papel sustancial los trabajadores de la UNAM, de la UAM y de otras instituciones como la Autónoma de Guerrero.
El Sindicato de Trabajadores de la UNAM, la Asociación Autónoma del Personal, que es impugnado por los profesores de los CCH, entre otros, están en la mira de la reforma laboral que impone la elección libre de sus dirigentes mediante el voto secreto y universal.
Agustín Rodríguez, quien ha sido dirigente del STUNAM durante los últimos 24 años no responde a la nueva mística presidencial: libertad de elección.
LAS FACULTADES QUE INFLUIRÁN
MISIÓN POLÍTICA buscó a académicos para conocer la fuerza de las Facultades y hasta dónde influirán en la designación o ratificación del rector que iniciará funciones el 15 de noviembre próximo.
De acuerdo con los datos recabados, las Facultades de Medicina, de Ciencias, de Química, de Ingeniería, de Ciencias Políticas y de Derecho, serán las que decidirán si Graue continúa en el cargo o llega un nuevo rector.
Germán Fajardo Dolci (Medicina), Catalina Stern Forgach (Ciencias), Jorge Vázquez Ramos (Química), Carlos Agustín Escalante, (Ingeniería), Angélica Cuéllar Vázquez (Ciencias Políticas) y Raúl Contreras Bustamante (Derecho) jugarán un papel sobresaliente en los siguientes meses.
Quienes tendrán mayor participación, por su peso en la comunidad universitaria y en la Junta de Gobierno, serán Escalante –quien respondería a la línea de Jiménez Espriú-, Fajardo, por ser parte del grupo formado y sostenido por De la Fuente, Narro y el propio Graue y Stern –quien sería la otra carta de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México- sin que el resto de las 20 Facultades que conforman la UNAM estén al margen.
Contaduría no buscaría la Rectoría. Tiene los espacios en la parte administrativa; Arquitectura que jugaría a favor de los intereses del secretario de Comunicaciones solamente por estar presente y Economía que se opondrá a la continuación del actual rector.
Desde ahora, Graue teje para su segundo periodo. Los otros que quieren sustituirlo, iniciaron ya sus actividades. Pero en el pulso de la UNAM se estima que no sería conveniente un nuevo rector y que el actual debe tener un voto de confianza.
El tema, sin embargo, es que Graue defiende la autonomía de gestión, de pensamiento, de administración y otros dos, sobre todo Agustín Escalante y Germán Fajardo estarían avalando el cambio.
La UNAM, un rico, suculento, apetitoso escenario político por controlar.