Por Alberto F. Mena Mallén
La descentralización que propone el presidente Andrés Manuel López Obrador para distribuir a las secretarías de Estado a lo largo y ancho del territorio nacional, quizá tenga un firme propósito: cambiar el estatus de la ahora Ciudad de México a un Estado y crear un gobierno federal que, como ya lo vimos, sea rector, austero, que sólo administre los recursos captados por la Hacienda y que equilibre los poderes, para que sea efectivamente el pueblo quien se autogobierne, particularmente a través de los tres poderes de la Unión y en donde tenga más peso el Legislativo, la representación del pueblo.
Tal vez sea una idea loca, pero si retrocedemos en la historia, lo podemos ver un poco más claro. Ahora que al DF lo transformaron en Ciudad de México y se eliminó el estatus de Distrito Federal, queda pendiente, dentro de lo que se considera una federación, la creación de una entidad federal -como el DF-, para albergar a la capital del país.
Ya existen ideas en la historia en este sentido. Por los años 80´s y 90´s hubo una discusión y propuestas en el sentido de que la actual delegación Cuauhtémoc, se convertiría en el Distrito Federal para poder hacer los ajustes geopolíticos y lograr que lo que fue el DF se convirtiera en un Estado más en el país y sería ahí donde se instalaría todo el gobierno federal, con sus secretarías de Estado, y demás dependencias centralizadas, descentralizadas y desconcentradas. Lo que fue el DF se llamaría Estado Valle de México.
Con la propuesta de descentralizar, sólo quedaría aquí la Presidencia de la República, las secretarías de Gobernación, de Seguridad Pública Ciudadana, la de Relaciones Exteriores, la Defensa Nacional, Marina, Hacienda y Crédito Público, la Fiscalía General de la República y la Consejería Jurídica. El resto, se van a los Estados.
Si recordamos, consumada la independencia de México, y al momento de discutirse en la Constitución Política de 1824 la formación de la federación mexicana, se discutía al mismo tiempo el estatus y las características de la capital del nuevo estado nacional. Pero este tema pareció haber tomado por sorpresa a una parte de los constituyentes, en tanto que en otros el tema estaba resuelto y no merecía mayor discusión porque, de facto, se dejaron guiar por el hecho de que la Ciudad de México había sido la capital de la nación mexicana, con ello trataron de evitar una profunda discusión de su naturaleza constitucional.
Hubo disputas ideológicas que se presentaron entre liberales y conservadores o entre federalistas y centralistas. Los primeros estaban a favor de que la capital se trasladara a la ciudad de Querétaro, mientras que los segundos se pronunciaban en pro de la Ciudad de México. Aquí Fray Servando Teresa de Mier reconocía: “proponíamos un gobierno federal en el nombre, y central en la realidad”.
El proyecto de constitución de 1824 sostenía que “sólo se podía establecer la capital federal en un lugar que no fuera la capital de un estado, lo que excluía a la Ciudad de México, capital del estado del mismo nombre, y también a Querétaro, pues ya era estado”.
Esto era lo más recomendable si consideramos la experiencia histórica y la más elemental lógica: en los Estados Unidos, el Distrito de Columbia no se estableció en ninguna ciudad, ni mucho menos en la capital de los estados de Virginia y Maryland que fueron los que cedieron el territorio: originalmente fueron 100 millas cuadradas; y, por otro lado, si se creaba una capital federal en la capital de un estado se obligaba a que dicho estado encontrara una nueva capital; o bien, en el caso extremo, que el estado debiera desaparecer.
Antes, en noviembre de 1824 “por votación nominal de 52 diputados a favor y 32 en contra se declaró a la Ciudad de México capital federal pese a las justificadas reclamaciones del estado, del Ayuntamiento y de 32 diputados federales”. A partir de ahí, la Ciudad de México sería la residencia de los Supremos Poderes de la Federación, con un distrito que se extendería en un círculo con un radio de dos leguas a partir del zócalo de la ciudad, territorio que estaría bajo la autoridad de un gobernador nombrado por el Ejecutivo Federal.
Fue así como el DF de dos leguas de radio duró, en su primera época, el mismo tiempo que la primera República federal: 12 años. Pero el 30 de diciembre de 1836, el gobierno centralista dio a conocer la Ley de división del territorio mexicano en departamentos, por la cual la capital del Departamento de México era la ciudad de este nombre. Ante este acontecimiento Toluca dejaba de ser capital formalmente.
De acuerdo a la Ley de División del Territorio Mexicano en Departamentos, la Ciudad de México es restituida al Departamento de México y reasumió su carácter de capital de esa localidad; y, además, reunió la calidad de ser capital de la República mexicana. En esta situación la Ciudad de México abrigaba la peculiaridad de ser capital en sentido doble: de un Departamento y del Estado-nación. Dicha situación duró dos años.
Para 1847, la República federal había vuelto y, por lo tanto, el DF de dos leguas se restableció. La Ciudad de México volvió a ser capital federal y los poderes del Estado de México regresaron nuevamente a Toluca. Sin embargo, para 1842 el centralismo reapareció una vez más haciendo posible el regreso de Antonio López de Santa Anna al poder, el 12 de abril de 1853. A partir de entonces el DF cambió de nombre al de Distrito de México. La Ciudad de México quedó entonces como capital nacional y el Estado de México se llamó Departamento y sus autoridades se quedaron en la ciudad de Toluca.
Es en este periodo, en el que el original DF de dos leguas es modificado y por primera vez, se amplió su territorio de manera considerable. Además de que poco tiempo después, el 25 de noviembre de 1855, el presidente interino Juan Álvarez, incorporó a Tlalpan, pues allá fijó su residencia por la desconfianza que tenía del ambiente de la Ciudad de México. “De esta manera la capital se acercó a la residencia presidencial y el Distrito Federal creció en 1,173 km2 y 50,000 habitantes. El DF de dos leguas había dejado de existir, pero a costa, una vez más, del Estado de México”.
Con la propuesta de AMLO, se podrá caminar hacia un Distrito Federal tal y como ha sucedido a través de la historia.