Por Juan José Barrientos
A pesar de la anunciada 4-T, hay una tendencia a manejar la Coordinación Nacional de Literatura de manera rutinaria y poco imaginativa.
La política implícita en los premios que anualmente otorga el Instituto Nacional de Bellas Artes es bastante anacrónica pues se limita a los géneros principales –novela y cuento, poesía y ensayo– olvidando a los géneros marginales, como las biografía, la autobiografía y las memorias, los diarios y epistolarios y los relatos de viaje, así como a la llamada auto ficción.
El INBA se empeña en premiar novelas que poco aportan a nuestras letras y se niega a reconocer la aparición de obras que tienen un importante contenido autobiográfico, como El mago de Viena, de Pitol, y Las genealogias y Yo también me acuerdo, de Margo Glantz, y Coronada de moscas, sobre sus viajes a la India. Además, en los últimos años han aparecido otras obras del mismo género y que incluso han obtenido el Premio Villaurrutia, como Tela de sevoya, de Miriam Moscona y Vida con mi amigo, de Barbara Jacobs.
Los géneros “marginales” ahora tienden a desplazarse al centro del panorama literario, y, en vez de seguir estimulando la producción de novelas, el INBAL debería reconocer su importancia y auspiciar la producción de otro tipo de libros.
Las memorias de Helena Paz y las de su madre sobre su viaje a España en 1937, Mi vida por el mundo, de Maples Arce y libros como Nahui Ollin, de Adriana Malvido son más importantes para nuestra cultura que muchas novelas.
El caso es que, según Cristina Rascón, “Los géneros periodísticos (como biografía, que usted expone) no son parte de los objetivos de los premios de la Coordinación de Literatura ni del INBAL mismo, ya que desde su creación se enfoca en creación artística y no periodística”.
Obviamente, tiene una idea muy restringida de la literatura y de acuerdo con ella ni André Maurois ni Stefan Zweig serían escritores sino periodistas.
Yo creo que, aunque el INBAL pretenda promover ante todo “la creación artística”, hay que documentarla y auspiciar los géneros considerados marginales.
Por suerte, el rector de la U de G se dió cuenta de que Arreola nos iba a dejar en cualquier momento, y le pidió a Fernando que lo entrevistara y lo hiciera contar su vida, pero Memoria y olvido, de Fernando del Paso, debía ser el primero de una serie y no una obra aislada.
Ya se nos han muerto muchos escritores, artistas y personas vinculada con ellos a las que se debió entrevistar.
Se ha perdido así una parte importante de nuestro patrimonio intangible, por negligencia de los responsables del INBAL.
Hay que agradecerle a Silvia Lemus que haya entrevistado a Luis Leal, pero el profesor tenía mucho que contar y merecía todo un libro de entrevistas, como el que se elaboró con las que Cristina Pacheco le hizo a Juan de la Cabada.
Hay que documentar nuestra literatura, aunque no todos los documentos se puedan considerar obras literarias.
Me pregunto, por cierto, qué habrá pasado con la segunda parte de las memorias de Helena Paz.
En fin, la política literaria se ha quedado muy rezagada con respecto a nuestra literatura, y yo creo que no solo se debe poner al día, sino que debería ir adelante y abrirle paso.
El establecimiento del premio “Margarita Michelena” de traducción a fines del sexenio pasado me parece algo necesario y atinado, y creo que además se debe establecer un Premio de biografía y géneros afines.