Rubén Albarrán v Cri Cri

La Tiendita de los Horrores

Por Emilio Hill B.

Por increíble que parezca, en tiempos de la corrección política, en la que el like representa la condena o aprobación moral que puede dar la vida o la muerte pública, las canciones de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri (Orizaba, Veracruz, 1907- Estado de México, 1990), están en el ojo del huracán.

Y es que ha hablado y condenado la voz de la cultura pop, la autoridad moral que representa la fama con su halo de inconsciencia y vacío dentro del análisis que funciona como fuero de algunos personajes públicos los cuales declaran cualquier cantidad de barbaridades que convencen a algunos, sobre todo a los más influenciables. En esta ocasión, ese apocalipsis salió de la boca de Rubén Albarrán (Ciudad Satélite, 1967) vocalista y estrellita marinera de Café Tacuba.

Y para no hacer el cuento largo, hago resumen ejecutivo: las declaraciones se dieron en el marco del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG) en su edición 34. Todo marchaba bien hasta que Albarrán, en la conferencia del documental Hoppo ¡Sin rumbo! (Giovanni Longo Muñoz, 2019), declaró que las canciones del autor infantil eran racistas.

Ya lo apuntó Umberto Eco en su obra (y de manera especial cito De la estupidez a la locura, una recopilación de algunos de sus ensayos), que estos son tiempos de la sociedad líquida. El término lo toma de Zygmunt Bauman. Hace alusión, entre otras cosas, a la falta de referentes ideológicos reales.

Por esta razón, la histeria o temor al linchamiento en redes sociales, se convierte en bandera ideológica. Pensar hacia donde vaya el like. Rubencito censura su canción Ingrata y de paso barre con el Negrito Sandía. No vaya a ser que el dedo flamígero de los millennial castigue a Café Tacuba con el desdén de sus post.

Estas declaraciones, que pueden parecer anecdóticas, recuerdan a la época de la caza de brujas en Hollywood. Aquellos años, que van de la segunda mitad de la década de los cuarenta hasta principios de los sesenta, en la que fueron perseguidos personajes públicos –en especial guionistas- por el sistema más conservador y reaccionario.

Y es que en aquellos años todo lo que oliera a izquierda era crucificado. Basta recordar a Los Diez de Hollywood, un grupo de guionistas y alguno que otro director, que fueron acusados, señalados y juzgados, por pensar diferente a como marca el sistema.

Entre las víctimas, se encontraban nombres como Dalton Trumbo (con senda biografía reciente), Alvah Bessie y Albert Maltz).

En la lista de estos artistas hay verdaderas trayectorias arruinadas solo por el peligro del dedo acusador. Arthur Miller, en Las Brujas de Salem hace una metáfora precisa de estos hechos.

Hay una película que sirve como ejemplo también de lo anterior: El Niño del Cabello Verde (Joseph Losey,1948) en la que un niño que amanece con la melena verde y es señalado en su pueblo. Por supuesto se persiguió al director y el asunto pudo salir en los cines, por la integridad del niño actor principal, Dean Stockwell, quien de plano no aceptó alterar el guion original.

Y es que señalar y censurar es el deporte favorito de mucha gente. Hoy es El Negrito Sandía y ayer fue la obra de Woody Allen por las acusaciones de pederastia de las que ha sido objeto. Por cierto, ninguna comprobada y eso sí desmentida por varios de sus hijos.

Sí puedo estar del lado de la corrección política, que importa qué censure una canción o una obra musical. El like lo vale, parece ser la consigna. En estos días hay un debate: ¿se debe censurar la música de Michael Jackson por las acusaciones –graves sin duda- que hay en su contra? El tema tomó relevancia –de nuevo- por el documental Leaving Neverland (Dan reed,2018) que se pudo ver en el Festival de Cine de Sundance. Emisoras de distintos países han evitado programar sus canciones.

Sin lugar a dudas que es un asunto espinoso, pero el que pierde es el arte. ¿Se debe censurar a los filmes que produjo el depredador Harvey Weinetein? Pues de una vez nos despedimos de Shakespeare in love (John Madden,1998) y de paso de Gangs of New York (Martin Scorsesse, 2002). Y por supuesto, la obra fundamental de la narrativa cinematográfica per se: El Nacimiento de una Nación (D. W. Griffith, 1915). El filme marca un antes y un después dentro del cine, pero claro, los buenos son los miembros del KKK.

Nada, que el dedo flamígero de la corrección apunta ahora la obra del más inocente de los compositores: Francisco Gabilondo Soler. Me viene a la mente la biografía que Ignacio López Tarso protagonizó sobre la vida de este hombre: Cri-Cri, el grillito cantor (Tito Davison,1963), que de inocente, resulta algo boba y las declaraciones de Albarrán me llenan de pena ajena.

¿Quién va a pensar en los niños? Es la frase de la esposa del reverendo Alegría de los Simpson. Y la mojigatería del personaje va de la mano. Parece la cantaleta de una generación ávida de likes.

En una escena de la ya mencionada The Boy with the Green Hair, el pequeño Pete, el niño del cabello verde, debe raparse la cabeza, debido a la intolerancia y ante el poco apoyo de su abuelo. El niño ante la posterior disculpa de su tutor, le contesta: no te preocupes, crecerá y será verde”.

 

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