- * De la Preocupación, al Descuido
- * Relajan en el ISSSTE la Atención
Por Joel Armendáriz
Abril de 2009: miles de capitalinos usaban tapabocas
No había clases.
Las empresas dieron días libres a sus empleados.
Los restaurantes que permanecieron abiertos, estaban vacíos.
El tráfico disminuyó y la contaminación desapareció.
La recomendación: quedarse en casa. Y no por gusto.
Diez años después de la crisis por la influenza AH1NI las medidas para prevenir un rebrote, se han relajado.
Le cuento una historia personal. Desde 2010 me vacuno contra la influenza. Por razones de domicilio fiscal y por trabajar en la Condesa, acudí a la Clínica del ISSSTE Dr. Javier Domínguez Estrada, Chapultepec, ubicada en José Vasconcelos número 26.
Me extendieron mi cartilla. Y año con año llegaba por las mañanas y en menos de 20 minutos me aplicaban la vacuna.
Este año repetí mi visita anual. Los elementos de vigilancia solamente me pidieron escribir mi nombre y señalar a qué acudía. “Ponga vacuna”, le indicó un gentil policía privado que forma parte de la seguridad de la Clínica. “Suba al segundo piso”.
Tomé el elevador y me dirigí al cubículo identificado con una cartulina: “Vacunas”. En la puerta está pegado un instructivo para que los menores sean vacunados. No habla de adultos mayores.
Una señorita que andaba recorriendo el pasillo me indicó: “Toque usted la puerta”.
Seguí sus instrucciones. Primero, toquidos permitidos en una Clínica. Casi silenciosos.
Nadie abrió.
Insistí. Dos veces. Tres y a la quinta pregunté: ¿no están las enfermeras?
Nadie me dio una respuesta. Quienes caminaban por el amplio pasillo del segundo piso, se encogían de hombros.
Un enfermero me comentó: “Espérese”.
Treinta minutos después, seguía en pausa.
Y no, nadie llegó para aplicarme la vacuna.
LOS SPOTS Y LAS RECOMENDACIONES
Aquel año de 2009 las autoridades se alarmaron. Felipe Calderón otorgó todas las facultades que marcan las leyes reglamentarias para que el secretario de salud, José Ángel Córdova Villalobos, se hiciera cargo de la emergencia. Y tomó en serio la responsabilidad que se le había asignado.
Comenzó a girar instrucciones. Severas restricciones. Cierre de escuelas. Cierre de restaurantes. Cierre de industrias. Cierre de oficinas.
La Ciudad estaba paralizada. La influenza, declarada por la Organización Mundial de la Salud como pandemia, hizo que quienes trabajamos dejáramos de hacerlo y nos refugiáremos en nuestras casas.
En ese tiempo no me había vacunado para nada. 55 años antes, mi padre me llevó a que me aplicaran las vacunas contra tos ferina, sarampión, poliomielitis. No existía la múltiple. Nunca me aplicaron contra la viruela. Y fue la única enfermedad que me atacó y severamente.
Alguna ocasión me vacunaron contra hepatitis y meningitis. Tenía que viajar a la India. En otra ocasión para ir a Irán. Y para Perú, Costa Rica, Ecuador y República Dominicana también fui vacunado.
Sin embargo, en ninguno de mis viajes o en mi país, México, tuve necesidad de vacunarme contra la influenza AH1NI.
Consciente de que los fríos son cada vez más severos en la Ciudad de México y de que ya llegué al séptimo piso, procuro acudir cual manda religiosa a vacunarme cada año.
Por ello fui a la Clínica Dr. Javier Domínguez Estrada. Con la cartilla de vacunación en la mano, esperaba ser picado en el brazo izquierdo.
Pero nada.
No hubo quien me la aplicara.
Desde hace dos meses, el Gobierno de la República –el saliente y el entrante- difunden miles de spots con las recomendaciones para vacunarse.
Somos vulnerables los menores de 6 años y los mayores de 60.
Nos insisten en acudir a vacunarnos. La vacuna es gratuita en todos los servicios de salud del sector público. Y no hay que estar afiliado al IMSS, al ISSSTE o al Seguro Popular.
Simplemente llega usted a cualquier clínica u hospital y el personal está obligado a vacunarlo.
Nada de que “muéstreme su credencial de derechohabiente” o “espere para ver si alcanza para los beneficiarios de los servicios”.
No. Se tiene que aplicar, porque la crisis generada por la pandemia de influenza AH1NI, vivida en abril de 2009, no solamente provocó fallecimientos y costosas atenciones para impedir que más personas murieran, sino que causó pérdidas económicas que nunca fueron cuantificadas.
¿YA NO HAY RIESGO DE OTRA PANDEMIA’
Si bien es cierto que la influenza AHINI dejó de ser una pandemia, por lo menos para México, también lo es que el país tiene más adultos mayores que hace 10 años y serán el triple en 11 años más.
De acuerdo con estimaciones del sector salud, la vida se alargará y alcanzará los 83 años en la próxima década.
La vulnerabilidad de los menores de 6 años y de los adultos mayores obliga a mantener la vacunación masiva que impida el surgimiento de una nueva cepa de influenza que provoque otra pandemia.
Pero en el ISSSTE parecen más preocupados por recortar personal que por vacunar a quienes somos seguros receptores de la AHINI o lo más grave: de una nueva afectación que podría ser, como lo fue hace 10 años, desconocida.
Millones de vacunas se compraron en el extranjero mientras se comenzaba la producción de las mismas en México.
Hoy hay suficientes vacunas para frenar cualquier surgimiento de la influenza, pero por lo menos en la Clínica Dr. Javier Domínguez Estrada no existe preocupación del personal de cumplir con sus responsabilidades.
Hasta ahora ninguna autoridad federal, estatal o municipal ha informado que las vacunas se suspendieron porque no existe peligro alguno.
Por el contrario, el Gobierno de la República recomienda aplicársela.
LA APUESTA: EL OLVIDO
Si alguien olvidó lo que pasó a 10 años, comete un grave error.
No hay país en el mundo o ciudad que no corra el riesgo de contagiarse de una enfermedad que es prevenible con la vacunación.
Pero parece que la apuesta del ISSSTE –no sé si en el IMSS o en el Seguro Popular o en los hospitales de la Secretaría de Salud tengan el mismo criterio- es el olvido.
Hace 10 años, todos estábamos más que preocupados. Sobre todo, las autoridades del sector salud.
Hoy todo se ha relajado.
Sin embargo, aunque haya que pagar, ¡vamos a vacunarnos!