Por Nidia Marín
Todo se paga.
No habían pasado tantos días de haber borrado de la faz mexicana al Fonden, cuando llegó Grace con sus millones de litros de agua a recordarle al gobierno su osadía y exhibirlo con la grave afectación a los estados de Veracruz y Puebla. Y no pueden decir que “mienten” quienes esto señalan, porque ambas entidades son gobernadas por morenos.
Hace apenas 28 días que desapareció el Fondo de Desastres Naturales (Fonden). Sí, el 28 de julio pasado, asesinaron y dieron la extremaunción a dicha institución por abrogación (de acuerdo a publicación del Diario Oficial de la Federación) y menos de cuatro semanas más tarde estarían pagando las consecuencias, el gobierno con descrédito y los damnificados con dolor.
Sí, la institución creada en 1996, por el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, con el objetivo de ayudar a los habitantes de aquellas poblaciones afectadas por los desastres naturales, “murió por la patria…” a manos de un gobierno sumamente irresponsable.
Al oficializar su desaparición, la Secretaría de Hacienda aclaraba que ahora sería la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana la encargada en la materia. ¡Sí cómo no! Ya Martí Batres empezó a pedir frías a la clase media para ayudar a los damnificados.
¿Y el gobierno federal dónde está para ayudar a los veracruzanos, a los poblanos y a todos los afectados por el huracán “Grace” que amenazaba con insistir en su destrucción al cambiar de nombre, de sexo y de océano… al convertirse en Marty y persistir en su trayectoria destructiva? Afortunadamente ya su furia se desata Pacífico adentro.
Desde 2012 se había advertido que la ausencia de mecanismos eficientes de preparación y atención de emergencias y de una adecuada planeación financiera para hacer frente a los desastres puede crear dificultades y demoras en la respuesta gubernamental, lo que podría agravar las consecuencias en términos de pérdidas humanas y económicas.
También habían advertido que, en estado de emergencia por desastres naturales, los Gobiernos pueden verse obligados a utilizar fondos que habían sido previamente destinados a proyectos fundamentales de desarrollo económico, y esto, en el largo plazo, puede impactar negativamente el proceso de desarrollo y crecimiento económico de los países.
Hubo oídos sordos, aunque el costo anual de los desastres está determinado por el impacto de fenómenos climáticos extremos; por ejemplo, aseguran que 2010 se caracterizó por la presencia de tres huracanes: Alex, Karl y Matthew; mientras que en 2013 se presentaron dos: Ingrid y Manuel.
Pero previamente hubo otros desastres. La fuerza de los huracanes desde siempre, pero en especial de 1997, fue terrible, con Paulina, en Guerrero. En 1999 se registraron inundaciones en Puebla y Veracruz. En 2002 el ciclón Isidore asoló Yucatán; 2005, dos ciclones Wilma, en Yucatán y Quintana Roo y Stan, en cinco entidades mostraron su furia; en 2007, hubo inundaciones en Tabasco y el paso del ciclón Dean afectó a Hidalgo, Veracruz y Quintana Roo; en 2010, tres ciclones: Alex, en Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas, y Karl y Matthew en Veracruz asolaron; en 2013 Ingrid y Manuel en Guerrero; en 2014, Odile, en Baja California Sur; en 2017 un gran sismo en Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tabasco y otro en la Ciudad de México y seis entidades más.
Entre 2000 y 2018 el costo de los desastres fue de 2,357 millones de dólares.
Un ejemplo de que la República está pasada por agua cada año es que en 2018, fueron seis los huracanes que impactaron a México; en 2019, hubo 20 en el Pacífico y 21 en el Atlántico; en 2020 fueron 17 y en el año en curso… los que se acumulen.
Hoy, ya ni llorar es bueno.
Y cabe recordar que de acuerdo Meteorológico Nacional faltan de pasar en esta temporada de huracanes 11 en el Océano Pacífico y 14 en el Atlántico.
Mientras, sigue lloviendo con furia y coraje en 24 estados de la República, pero quienes tienen el bastón de mando ni sufren ni se acongojan, aunque procuran no mojarse los zapatos…
Remember Tabasco.