Hoy los Periodistas, los Fruteros y Todos Necesitamos del Amparo Celestial

Reportaje

*Un Milagro no le Vendría mal al Gremio de la Prensa Escrita, de Radio y TV

*Tal y Como Sucedió al Humilde Frutero y a la Gente de Jalcomulco, Veracruz

*La Virgen María Podría Arroparnos o las Hadas Vestidas de Libélulas

Por Susana Vega López, Enviada (Tercero y Último)

JALCOMULCO, Veracruz.- Al principio fue incredulidad. Pensaron que era parte de su imaginación, de su fe católica ya que la figura apenas comenzaba a formarse. No era del todo concreta. Al tercer día la silueta del rostro estaba definida. Entonces comenzó a pasarse la voz: la imagen de la Virgen María se había manifestado el 6 de mayo de 1997.

En pleno centro de Jalcomulco, en la calle de Juárez, a un costado de la Presidencia Municipal, se encuentra este lugar que antes fue parte del garaje de la casa de Don Beto Contreras: la Capilla de Guadalupe que ahora luce con una torre con su campanario.

La señora Ana María, quien vende barbacoa para llevar, cuenta a Misión Política que a ella le tocó ver, paso a paso, este gran acontecimiento. Ella es de la comunidad de Apazapan y fue testigo de la manera en que la imagen fue tomando forma.

Fue don Beto quien primero vio el rostro santo pero no dijo nada. Se dedicaba a vender fruta de temporada y en esa ocasión, como era su costumbre, cubrió de papel periódico el fondo de su caja de madera donde colocaría el mamey.

Era un huacal, una canasta cuadrada común, de esas que usan los vendedores de fruta para transportar su mercancía. Cuando sacó el producto vio algo inusitado, pero guardó silencio, ganó la prudencia y no dijo nada.

Las hojas del árbol de mamey y las basuritas del fruto cubrían el fondo del recipiente.

“Fue como a los tres o cuatro días que Don Beto me llamó. Me confió. Me dijo que viera el periódico que estaba en la reja donde ponía la fruta. Acababa de sacar la fruta de aquí, de esa rejita donde está la Virgen”, señala con el índice un cuadro. “Ahí colocó el periódico para poner el mamey. Cuando sacó la fruta, la virgen apenas estaba queriendo formar su carita”, comenta Ana María.

Y continúa: “Con el paso de los días, poco a poco, se fue descubriendo más y más y más, y cuando trató de sacar el periódico de la caja, el periódico se arrugó. No quiere que la saquen. Quiere permanecer allí”.

“Las basuritas fueron pintando el rostro y fue cuando me confió que iba a sacar el periódico. Fue a los tres o cuatro días. Yo vi todo, paso a paso. Me tocó verlo. Le dije que no sacara el periódico”.

Recuerda doña Ana que en las mejillas tenía letras impresas; “tal vez eran mensajes, pero todos pensábamos que eran las noticias del periódico. Pero después se le borraron, se aclararon sus mejillas… Nadie tuvo la curiosidad de leer los mensajes porque era un periódico cualquiera.

“Ella quiere estar en la reja, por eso está en la reja. No quiere que la saquen. Después se le aparecieron las rositas. Y todo eso me tocó ver”, reiteraba entusiasmada. “Hasta fuimos a las instalaciones del periódico para cerciorarnos si ese día habían impreso algo de la Virgen, pero nos dijeron que no”.

Es una imagen muy clara y nítida con matices azules, rosas y grises. No se necesita imaginación para verla. Pareciera una fotografía a color.

“Viene gente de muchos lugares a visitar el altar”, dice doña Ana. Un altar donde reposa la imagen que es resguardada en un mueble de madera cubierto con una tela amarilla y puerta de cristal con cerrojo, como si fuera un reloj de péndulo. A la izquierda se yergue una pequeña imagen de pasta del indio Juan Diego con su huipil donde carga unas rosas. Del otro lado, un arreglo de flores.

Ana María afirma que hay un libro donde la gente escribía sus testimonios; los milagros que había realizado en cuanto a salud, amor, dinero, y trabajo. “Lo tienen los señores que cuidan aquí”, explica.

“Don Beto donó este pedacito para hacerle su capilla… todos los años, desde 1997, se hace una gran fiesta que comienza desde el 6 y termina hasta el 10 de mayo, día de las madres, porque ella es la madre de nuestro señor Jesucristo”, comenta.

En esas fechas, señala Doña Ana, a todo el que llega se le da comida. Son antojitos de la región. Se sirve champurrado, tamalitos, frijoles enchilados, tamales rancheros. Los encargados de la capilla son los que organizan. Durante todo el año reúnen lo que sale de las limosnas, lo juntan y hacen la fiesta con su misa y el último día hasta un grupo musical viene a tocar en vivo.

Doña Ana se ve feliz, en paz, no obstante que su esposo tiene pocos meses de haber fallecido de una enfermedad que “se lo llevó pronto. Pero estoy tranquila porque las hadas me dan fuerza (¿?)”. ¿Las hadas?, pregunto. “Sí, en estos lugares, allá por mi rancho, en Apazapan, se aparecen.

“Me tocó ver una. Estaba reposando bajo la sombra de un árbol. Hacía mucho calor. Mi esposo y mi nieta se metieron al río a nadar. Era un remanso de agua. Al principio pensé que era una gran libélula que comenzó a volar a mi alrededor. La seguí con la vista hasta que se posó en la rama de un árbol. Era delgadita. Sus piernas eran igual de delgadas que sus brazos. Me miraba sonriente”.

¿Y se lo contó a su esposo?, interrogo. “Sí, me dijo que era muy común, que con frecuencia se aparecen las hadas para darnos tranquilidad”.

Cabe señalar que la palabra Apazapan viene del náhuatl Apas a pan que se traduce como “En el agua del apaste”; el apaste es una palangana indígena y se encuentra al oeste con Jalcomulco y muy cerca de Coatepec, famoso por su café.

Allí, en Apazapan, está El Carrizal, un lugar de aguas termales, que atraviesa el río Pescados, donde se disfruta del raftin o rápidos de Veracruz.

¡Sí que Jalcomulco y sus alrededores dan de qué hablar, además del turismo de aventura que ofrece la comunidad!

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