Por Jesús Michel Narváez
Desarticuló el Sistema de Transporte Colectivo. No le dio mantenimiento y vino la tragedia: 26 muertos. Se le incendió el Puesto Central de Control del Metro. Los usuarios cambiaron de nombre las estaciones y en lugar de Pantitlán la llaman Cascada… otras son Chubasco…y la que tiene tinte político se denomina filtraciones.
Y después de 56 días de ocurrida la tragedia en Olivos, finalmente y gracias a las denuncias ciudadanas, a los medios de información que documentaron el colapso, a la exigencia de los familiares de los fallecidos y a las demandas interpuestas en Estados Unidos -donde sí hay Estado de derecho- finalmente Florencia Serranía cayó de su pedestal.
Antes de derrumbarla, apareció el cinismo de la jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Vino el “agradecimiento”.
“Queremos agradecerle todo su empeño y trabajo a la doctora Florencia Serranía, directora del Metro de la Ciudad de México (…) y a partir de hoy toma posesión de la Dirección del Sistema de Transporte Colectivo Metro el ingeniero Guillermo Calderón Aguirre Aguilera”.
¿Qué se le puede o debe agradecer?
Durante su no gestión, el Sistema de Trasporte Colectivo más importante del país y que utilizan cuando menos 5 millones de personas, la señora Serranía brilló por su incapacidad.
¿Cuál es la sanción que se le aplicará por sus indebidas acciones?
No basta con despedirla.
Tiene que encarar su responsabilidad como funcionaria, como directora del Metro durante dos años y siete meses. ¿Cómo explicarles a los familiares de las víctimas que ahí termina todo?
Como nunca, el abandono se advirtió. Como nunca, la información se ocultó. Desde el 20 de octubre de 1975, cuando el Metro no contaba con la tecnología, no se registraba un accidente que cobrara tantas vidas. En aquella ocasión fueron 31 los fallecidos. Ahora, 26. Nada lejana la cifra con la enorme diferencia de que en aquel tiempo no se contaba con convoyes “seguros” y modernos como los de la Línea 12.
El compromiso presidencial, por lo menos de dientes para afuera, es que en su gobierno no habrá impunidad. Cero. Sin embargo, éste como el caso de Irma Eréndira Sandoval, Josefa González Blanco y por supuesto David León, entre otros, quedaron en la impunidad.
La protección divina impidió e impide que las investigaciones sean serias y reales. A todos se les exculpó. A la exsecretaria de Medio Ambiente hasta la premió con una de las joyas de la corona de la diplomacia: la designó embajadora plenipotenciaria de México ante el Reino Unido. Ninguna sanción.
Supone el huésped palaciego que despidiendo a sus empleados es suficiente castigo.
Quizá tenga los otros en los que lleva las cuentas -como los contadores del Padrino- y está enterado de todas y cada una de las acciones emprendidas y que les han permitido convertirse en clase alta, porque la media es golpista e igual que los padres de los niños con cáncer.
¿Suficiente dejarla sin empleo oficial?
No. Porque seguirá operando como lo venía haciendo con la única diferencia de que no tendrá el respaldo de una institución que realiza cuantiosas compras. Para Serranía poca importancia tenía ser la directora del Metro. Sus principales acciones estaban en otras actividades que, por cierto, conocen perfectamente el presidente y su exvecina.
Comprobado, comendador: está en marcha la impunidad oficial.
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