La Organización Mundial de la Salud (OMS) dará inicio el lunes a la 74 edición de su asamblea anual, que tendrá una cargada agenda centrada en la pandemia, pero que no olvida temas críticos de la salud pública, como los precios de las medicinas y el avance de las enfermedades crónicas.
La cobertura sanitaria universal es uno de los grandes objetivos que la OMS impulsa desde hace años, en concordancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de la ONU, pero el retraso es obvio y la pandemia puso en evidencia la forma en que esto aumenta la vulnerabilidad de los países.
Otro tema central de la agenda de la asamblea, que por segundo año será virtual, serán las enfermedades no transmisibles, que en tiempos normales representan el 70 por ciento de la carga de morbilidad a nivel mundial, con millones de enfermos que sufrieron la interrupción de sus tratamientos a causa de la emergencia sanitaria.
Entre el 24 de mayo y el 1 de junio, las autoridades y expertos de salud de los 194 Estados miembros de la OMS también se volcarán en el tema del impacto que ha tenido la pandemia en la salud mental de la población y, en particular, de la juventud.
El déficit de 80 millones de trabajadores sanitarios es otro gran motivo de preocupación y los países negocian los términos de una resolución que abordará esta problemática y sus posibles soluciones, para someterla a la aprobación de la asamblea.
Por el lado de las enfermedades crónicas se prevé una resolución sobre la diabetes y, del lado de las patologías infecciosas, se prepara otra sobre la tuberculosis, una de las enfermedades en la que el problema de la resistencia a los antibióticos se ha vuelto más grave.
En el ámbito exclusivo de la pandemia, la cuestión más importante sobre la cual la asamblea deberá decidir es si abre o no negociaciones para redactar un tratado internacional para enfrentar futuras pandemias.
Esta es una de las recomendaciones que ha hecho el Panel Independiente de Preparación y Respuesta a Pandemias, que examinó durante ocho meses los fallos que hubo en la gestión de la crisis y emitió su informe final la semana pasada.
El asesor legal principal de la OMS, Steve Solomon, explicó a la prensa que un tratado -en caso de salir adelante la propuesta- no reemplazará al actual Reglamento Sanitario Internacional, sino que lo complementará.
La discusión sobre un eventual tratado no hará más que empezar, pero ya hay ideas de los que podrían ser sus elementos centrales, entre ellos la creación de mecanismos de cumplimiento y vigilancia ante el surgimiento de patologías desconocidas, con mayores poderes para la OMS.
Asimismo podrían incorporarse reglas más claras para compartir muestras de los agentes patógenos, así como tratamientos, diagnósticos o vacunas, y así evitar que se repita una vez más el escándalo que representa en la actualidad la desigual distribución de las vacunas contra el COVID-19 entre países ricos y pobres.
Sería apenas la segunda vez desde 1948, cuando la Constitución de la OMS entró en vigor, que la asamblea utiliza el poder que tiene de elaborar tratados internacionales.
El único precedente data de 2003, cuando aprobó después de varios años de negociación la Convención Marco para el Control del Tabaco, que entró en vigor dos años después y del que ahora son parte 182 países que representan el 90 por ciento de la población mundial.
En cambio, no figura en la agenda de la asamblea ninguna cuestión referida al grupo científico que ha investigado el origen del coronavirus, pero cuyas conclusiones dejaron abiertas varias posibilidades y muchos consideraron poco satisfactorias.
Una portavoz de la OMS dijo que esto no significa que el tema no será discutido, ya que los países pueden plantear un debate al respecto en el segmento dedicado a asuntos de emergencia.
Algunos lamentan que tampoco se haya incluido en la agenda la situación que genera la patología del “covid-largo”, referida a los síntomas persistentes más allá de las cuatro semanas después de que una persona ha sido declarada libre del virus.