«Se ha vuelto un objeto del comercio»: Arturo Ripstein desaprueba al cine actual

El mayor enemigo del cine en la actualidad es el feel good, dice Arturo Ripstein. En los 51 años que lleva como realizador de largometrajes, el director ha tenido que pelear con productores y distribuidoras para defender las más de 35 películas que ha filmado. “Los obstáculos sirven para encontrar caminaos alternos”, dice en entrevista con El Sol de México.

Esas limitantes son impuestas por la misma industria, donde el cine se ha tornado a lo complaciente para ganar en taquilla y no en los contenidos de fondo, asegura el director de Profundo carmesí y El lugar sin límites.

“El cine se ha vuelto concesivo, un objeto del comercio, no de la discusión, ni de la observación o la expresión. Es única y exclusivamente un producto vendible, igual que una motocicleta o un coche para que le guste a todo el mundo”.

“Mientras menos obstáculos y furia haya, mejor. Estamos en un período donde lo único que quieren es que les acaricien la pancita. Y eso no es de ninguna manera el arte. El arte es indiscutiblemente peligroso, y nada más alejado del peligro que el montonal de películas que ganan premios en festivales”, expresa.

Rispstein, que ha presentado películas como Así es la vida y El coronel no tiene quien le escriba en Cannes, se lamenta de la situación que vive el cine mexicano en estos momentos, donde la mayoría de las películas las define como “vergonzosas”.

“Todo lo que están haciendo es una especie de audición para ver si Columbia Pictures los contrata para hacer una película. Es lamentable la enorme cantidad del cine atroz que se está haciendo en este país”.

Ese cine al que se refiere, son las comedias románticas que se han convertido en las favoritas del público y que año con año dominan la taquilla de cine mexicano. “Ve uno las películas más taquilleras y terminan siendo perfectamente imbéciles. Eso habla muy mal de los cineastas y muchísimo peor del público.

«Sólo un puñadito de directores ha sacado la casta por el cine mexicano. Y esos son los que necesitan una oportunidad y esa se busca mediante sangre sudor y lagrimas”.

Para sobrevivir en la industria del cine, el director asegura que debe haber mucha “enjundia y conocimiento”. Además de, “una dosis de buena suerte, y el que no tenga el valor y la fuerza de meterse y buscar hasta las últimas consecuencias la posibilidad de realizar la obra que tiene metida en el alma, seguirá siendo igual de difícil”.

No precisamente del alma, pero sí de la mente de su esposa, la guionista Paz Alicia Garciadiego, fue de donde surgió su más reciente película: El diablo entre las piernas, que estrena este miércoles. Una historia protagonizada por Sylvia Pasquel y Héctor Suárez que indaga en los claroscuros y la sexualidad de una pareja de adultos mayores.

“Es la antípoda de las películas de amores de viejitos que suelen ser una pareja que ha vivido sus altas y bajas, pero donde al final hay cierta dulzura, empatía y un vejo de equilibrio que puede llamarse amor.

“En el caso de esta película es exactamente lo contrario: es un hombre enamorado de sus celos, su sentido de la vida es ese; y ella es una mujer determinada por el horror de la compañía, pero que termina siendo infinitamente mejor el infierno compartido que el cielo en soledad”.

La historia tiene un ligero paralelismo con la realidad de hoy en día. Ambos personajes pasan la mayor parte del tiempo encerrados en casa, más por opción que por necesidad. “La película detona cuando se dan cuenta que las salidas existen, pero son de alguna manera peligrosas”.

Arturo Risptein estrenó esta película hace casi dos años en el Festival de Toronto. En octubre de 2019 tuvo una función de gala en el Festival Internacional de cine de Morelia.

Para marzo del 2020 el plan era presentar la cinta en el Festival de Cine de Málaga, donde posteriormente fue reconocido como Mejor Director. Aunque el encuentro cinematográfico le realizaría un homenaje, Ripstein se negó a asistir cuando leyó sobre el brote de Covid-19 en España.

“Nos insistieron y yo dije que no. Y unos tres o cuatro días después llamaron para decir que se cancelaba el festival por la gravedad de la situación. Desde entonces hasta ahora he estado guardadito”.

Como a todo el mundo, la rutina le cambió a Arturo Risptein. Ahora pasa los días encontrando cómo distraer la mente, leyendo, viendo series de televisión o películas de su colección. También aprendió a cocinar “cosa que prácticamente no había hecho nunca”.

Por las tardes, luego de terminar sus horas laborales, pasa el tiempo junto a Paz Alicia. “En la noche o a la hora de la comida tomamos un trago y conversamos acerca de lo que nos cuentan en el periódico, o asuntos de los hijos o nietos. Tenerla es una gran ayuda, porque conversar es una forma de salir adelante, de eliminar hasta donde es posible la tristeza”.

El cambio de rutina no fue lo complicado, lo atroz ha sido la duración del encierro.

“A diferencia de la cárcel, a uno le dan su sentencia, lo meten a su jaula y sabe que va a estar tres años; cada día es uno menos. En cambio con la plaga, cada día que pasa es uno más”.

Ripstein asegura que desde que inició su confinamiento, todos los días son martes. “Es un día pensil, porque no es ni el principio, ni la mitad ni el final de nada. Entonces vivir en un martes permanente es una grave complicación”.

A pesar de que la industria cinematográfica ha comenzado a recobrar vida tanto en las salas de cine como en los sets de filmación, Ripstein no tiene planes de volver a dirigir mientras los más jóvenes no sean vacunados.

“A mi edad, de pronto decir ‘me lanzo’, pues no. Yo me tengo que ir con cautela y con pies de plomo. Hay que saber por dónde piso y a qué me arriesgo físicamente. Mental o emocionalmente estoy dispuesto a lo que sea, pero físicamente tengo que tener mucho cuidado. Soy de la cuarta edad”, bromea.

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