*Cada día es más Pronunciado el Dogmatismo Presidencial
*Pero los Inteligentes Buscan Apoyo en sus Colaboradores
*Hoy Reaccionan con Enojo y Descalifican Otros Puntos de Vista
Por Ezequiel Gaytán
Nadie nace sabiendo, dice el refrán popular. Aún más, un sabio es aquel que sabe de lo que sabe y sabe de lo que no sabe. La vida es un largo y continuo proceso de aprendizaje. El conocimiento se duplica, dicen los expertos, cada siete años. No obstante, nuestra comprensión es una gota de agua en el océano.
Yo reconozco y acepto mi ignorancia en temas de salud, ingenierías, física, química, derecho, filosofía y geografía por citar algunos ejemplos. Así que cuando alguien me habla de esas y otras materias me callo, escucho y trato de aprender. Pero no me enojo ni me molesta que la gente me dé lecciones, me corrija o me aporte críticas constructivas.
Un presidente o primer ministro de cualquier país del mundo también ignora muchos asuntos del gobierno y por eso tiene colaboradores a quienes designa en puestos de su gabinete. Son, en principio, personas especializadas y conocedoras del tema específico de su ministerio o secretaría de Estado. Ese presidente o primer ministro sabe que lo importante es delegar confianza en su equipo y permitirle tomar decisiones.
El problema surge cuando ese presidente o primer ministro cree saberlo todo y asume posiciones e ideologiza cualquier área del conocimiento y, si acaso alguien lo corrige o le hace ver un error, reacciona con enojo y descalifica desde su responsabilidad a quien le hizo saber acerca de otro punto de vista.
Cuando la soberbia se apodera de un ser humano, la arrogancia y la altivez son sus escudos y, a la vez, sus armas para agredir con sonrisa cínica, petulante y menosprecio hacia el otro punto de vista. En la biografía de Luis Pasteur aparece un personaje de apellido Frémy, quien sostuvo que los fermentos nacen espontáneamente dentro de las uvas. Entonces Pasteur fue a un viñedo y mediante el método científico hizo ver a la humanidad que los microbios eran la causa de la fermentación. Ese tipo pasó a la historia por ignorante y envidioso, habló por hablar sin argumentos metodológicos consistentes, comprobados y demostrados. Su enojo es explicable dese el punto de vista de la psicología debido a la envidia y a que antepuso sus creencias místicas y míticas. Pero de ninguna manera quiso aceptar las pruebas. De ahí que los hechos hablan en voz más alta que las palabras. Ese tal Frémy pasó a la historia debido al ridículo que hizo y porque fue contemporáneo de Pasteur.
Siempre me he preguntado acerca de las razones por las cuales hay gente que se enoja cuando alguien piensa diferente y en lugar de reflexionar y procesar la otra postura lo que hace es reaccionar con violencia y rechazar el beneficio de la duda. El dogmatismo es propio de personas e instituciones que se niegan a aceptar otras posibilidades, otras ideas u otros puntos de vista. Por ejemplo, tenemos a aquel sacerdote dominico Girolamo Savonarola quien, a principios del renacimiento en Florencia, organizó la tristemente célebre Hoguera de las Vanidades y quemó libros, obras de arte de temas mitológicos e instrumentos musicales. Otros casos de mentes dogmáticas los encontramos en los dictadores de los regímenes totalitarios de izquierda y de derecha. Tristemente la humanidad registra también instituciones dogmáticas como la Santa Inquisición.
En efecto, existen principios, valores y fines que le dan sentido a la existencia individual y social de la humanidad, por ejemplo “no matarás”. Pero, en las democracias modernas la tolerancia y la pluralidad se vuelven bondades de convivencia pacífica, enriquecedora y creativa. Lo importante es que tienen límites.
Una sociedad que piensa igual es una sociedad que piensa poco. Lo importante es combatir la ignorancia, que a decir de José Vasconcelos es el principal problema de México. De ahí que enojarse porque no sabemos de algo o, peor aún, entrar en cólera porque alguien piensa diferente es a todas luces regresivo en la historia y negar que la pluralidad es lo que enriquece el espíritu humano.
Grave, muy grave es el problema de la ignorancia y peor aún, cuando no se quiere aceptarla y reconocer que tal vez el otro pudiese tener razón. No hay que enojarse por no saber. Mucho menos creer que lo sabemos todo. Lo importante en la vida de las personas y de las naciones es aceptar que la innovación y la creación son aspectos de la trascendencia humana. Aprender de las experiencias y evitar repetirlas es lo que nos hace crecer y trascender.